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Los Clinton del PNV y los 'irrintzis' de Bildu
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José Antonio Zarzalejos

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Los Clinton del PNV y los 'irrintzis' de Bildu

En el PNV no ha habido crisis, sino reyerta de parejas. Los Esteban-Atutxa contra los Ortuzar-Zárate, en un episodio terminal de la hegemonía del partido que cederá el liderazgo a no tardar a EH Bildu

Foto: Andoni Ortuzar y Aitor Esteban. (EFE/David Aguilar)
Andoni Ortuzar y Aitor Esteban. (EFE/David Aguilar)
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La auténtica crisis del Partido Nacionalista Vasco se produjo en dos momentos muy anteriores a la reyerta entre Andoni Ortuzar y Aitor Esteban. Habría que remontarse a la retirada de la política de Josu Jon Imaz en octubre de 2007, tras un primer mandato al frente del EBB (ejecutiva nacional del partido).

El guipuzcoano, un hombre de sólida formación, de estirpe nacionalista indudable, pero muy consciente de la necesidad de una renovación a fondo del nacionalismo vasco, se despidió de la presidencia del EBB con una misiva a los militantes de su partido —en realidad, a todos los ciudadanos vascos— titulada 'Apostar por el futuro' en la que afirmaba que él trabajaba “por una Euskadi en la que nuestra identidad vasca se construya en base a valores en un mundo cada vez más abierto y complejo, en el que el amor a lo propio no nos lleve a construir el futuro contra nadie”.

La retirada de Imaz, primer capítulo del fracaso

Imaz, parlamentario europeo y después consejero de Industria, Comercio y Turismo del gobierno vasco, había perdido una batalla crítica frente a los radicales de su organización que seguían apostando, siquiera retóricamente, por la independencia. Y en ese momento, se rompió el grupo de ‘jóvenes burikides vizcaínos’ (jobuvis), todos ellos nacidos en los años sesenta del siglo pasado y que relevaron a las generaciones de dirigentes ahormados en las molduras de Xabier Arzalluz.

Iñigo Urkullu, Andoni Ortuzar, Joseba Aurrekoetxea, eran con Imaz, y algunos otros, la gran esperanza de renovación del PNV

Iñigo Urkullu, Andoni Ortuzar, Joseba Aurrekoetxea, este el mayor de todos ellos y, quizá, el más influyente en la sombra, eran con Imaz, y algunos otros, la gran esperanza de renovación del PNV. No fue posible por el radicalismo arraigado en la militancia guipuzcoana que lideraba Joseba Egibar y en parte de la vizcaína. Algo le decía a Josu Jon Imaz, hoy exitoso consejero delegado de Repsol, que sus esfuerzos habían sido vanos y que, de seguir al frente de la organización, seguirían siéndolo.

La caída de Iñigo Urkullu y la llegada de Pradales

El descabalgamiento en el mes de noviembre de 2023, innecesariamente abrupto, de Iñigo Urkullu, sucesor de Imaz en el EBB, y doce años lendakari, a manos de Andoni Ortuzar, que le siguió al frente de la ejecutiva de la organización desde 2013 hasta el día de hoy, al socaire de un discurso que propugnaba la renovación generacional, destrozó el grupo de burikides vizcaínos y consumó su fracaso plasmado en el lento, pero constante, derrumbe electoral del partido.

La figura de Imanol Pradales, en absoluto un ‘pata negra’ del nacionalismo, un tipo de cincuenta años, tecnócrata, hijo de castellanos arraigados en la margen izquierda del Nervión, vascohablante, desconcertó a la militancia, pero, por otra parte, se aceptó que, dada la caída electoral recurrente desde años atrás, podía resultar un revulsivo. En las elecciones autonómicas del mes de abril del pasado año, Pradales solo aguantó el tirón a EH Bildu, pero a duras penas, empatando con los abertzales radicales a 27 escaños y aferrándose a la silla en Ajuria Enea mediante una nueva coalición con el Partido Socialista de Euskadi. Luego, en las elecciones europeas del mes de junio de 2024, los nacionalistas vascos fracasaron al quedar en la comunidad como tercera fuerza política, por detrás de EH Bildu y del PSE, aunque mantuvieron un escaño en Bruselas. Venían, además, de unos malos resultados en las forales y municipales del 28 de mayo de 2023.

placeholder Andoni Ortuzar, actual presidente del PNV. (EFE TV)
Andoni Ortuzar, actual presidente del PNV. (EFE TV)

Entre noviembre de 2023 y febrero de 2025, Andoni Ortuzar logró que se renovasen las ejecutivas territoriales, entre ellas la de Vizcaya (BBB), encabezada hasta hace unas semanas por Itxaso Atutxa (Bilbao 1967), hija de Xavier Atutxa, fallecido, y entre 1996 y 2000 también presidente de la ejecutiva del PNV en Vizcaya, y hermana de Amaia Atutxa, presidenta del Comité de Garantías y Control del partido y, además, mujer de Aitor Esteban. Enraizada en el nacionalismo vizcaíno, Itxaso Atutxa, que fue la primera aspirante femenina verosímil a la presidencia nacional del PNV, se retiró en la convicción de que ella y toda la clase dirigente del momento debían dar un paso atrás. Y lo dieron. Salvo el propio Ortuzar que, en enero pasado, después de una extraña demora, lanzó su candidatura para un cuarto mandato, provocando así la ruptura de hostilidades con el grupo vizcaíno que se había quedado fuera de juego semanas antes y, singularmente, con el clan Atutxa que, quizás oliéndose la jugada, llevaba tiempo preparando la candidatura de Aitor Esteban, portavoz del grupo nacionalista en el Congreso, coetáneo y ex amigo del presidente del EBB, al que su mujer y su amplio grupo de poder lanzaron contra Ortuzar.

Los Clinton: los Esteban-Atutxa y los Ortuzar-Zárate

Esteban y Atutxa, como bien ha relatado aquí Itziar Reyero, eran conocidos —cariñosamente y no tan cariñosamente, añado— como ‘los Clinton’ del PNV, una metáfora de su poder, de su ascendencia, de su ortodoxia y de su condición de custodios del legado del padre y suegro. Las sagas en el País Vasco son empresariales, pero no se han detectado en la historia del PNV, muy cuidadoso en no confundir los planos públicos con los privados y en evitar los conflictos de interés, aparentes o reales. Pero es que frente a los Esteban Atutxa se posicionaban los ‘otros Clinton’, los Ortuzar Zárate. Porque Mireia Zárate, la pareja del presidente del EBB, es desde 2016 presidenta de la fundación Sabino Arana y secretaria de su ejecutiva nacional. Choque de ambiciones revestido de crisis. Ha sido, sin embargo, una reyerta propia de las etapas terminales de una época —la de la hegemonía del PNV— en la que no se confrontan alternativas organizativas ni renovaciones ideológicas, sino bastiones de poder para encarar el duro futuro que le espera al PNV.

Esteban y Atutxa eran 'los Clinton' del PNV, una metáfora de su poder y su condición de custodios del legado del padre y suegro

Andoni Ortuzar, de natural jocoso, cordial, dúctil en la negociación y buen navegante en aguas turbulentas, que tanto traicionó a Rajoy, como podría encumbrar a Feijóo si el caso fuera, ha parecido ceder ante Aitor Esteban cuando en realidad estaba dándole un mus negro, un ‘ahí te quedas’ con un partido dividido en dos. Le concede, le regala, una victoria pírrica porque, de haber mantenido la competición, también la suya lo hubiera sido. Ortuzar disponía del respaldo en la primera vuelta electoral interna de 110 batzokis y Esteban de 73. Ni en el uno ni en el otro hay un adarme de grandeza, ni de generosidad, ni de renovación. Entre ambos clanes, entre las dos parejas ‘Clinton’, se han cargado al PNV con la particularidad de que Esteban está mucho menos dotado para el mando, la estrategia y la empatía que Ortuzar. Los dos han roto, pese a negarlo, el portavoz parlamentario en Madrid, que el martes ofrecía garantías inciertas de unidad y distensión internas.

Otegi y Sánchez, a la espera del derrumbe

Nada se alterará en Madrid con este cambio de sillas, pero mucho en el País Vasco, porque EH Bildu está al acecho. La retirada de Josu Jon Imaz marcó, se ha explicado antes, el inicio del declive del nacionalismo vasco. Pero otro acontecimiento, muy posterior, tiene la misma significación crítica: EH Bildu alcanzó una posición de poder cuando el 1 de junio de 2018 votó favorablemente la censura de Rajoy y, con los escaños del PNV y de los secesionistas catalanes, llevó a Pedro Sánchez a la Moncloa.

Foto: El ministro de Transporte, Óscar Puente. (EFE/J. J. Guillén)

Esa coincidencia entre las dos ramas del nacionalismo arrastró al PNV a internarse en el ámbito del progresismo, en la narrativa de la izquierda abertzale que contaba con el padrinazgo de Pablo Iglesias y la complacencia, luego, del presidente del Gobierno que ha cuajado con Otegi una cálida amistad política que, antes o después, será incompatible con otra similar con el PNV. Ambos, Otegi y Sánchez, tienen a los nacionalistas vascos allí donde querían, en bocadillo en Euskadi y en Madrid, sin margen de maniobra, con Pradales dependiendo del PSE. Y en medio, las clases medias decaídas de la sociedad vasca, desconcertadas tanto por el sarpullido progresista impostado del viejo partido como por la emergencia del abertzalismo radical que recibe de las instituciones patentes de respetabilidad, condición de socio gubernamental y de interlocutor en las políticas de Estado.

Imaz, por su retirada, y Otegi, por su presencia, con Sánchez al fondo, componen un fresco descriptivo de un Partido Nacionalista Vasco que, por primera vez en su historia, tiene un lendakari y un presidente del EBB con apellidos castellanísimos. Acaso en esa nomenclatura, tan impensable hace apenas una década, se represente el desistimiento, no solo de una organización, sino también, y, sobre todo, de una idea y de una emoción étnica y patriótica —la de Sabino Arana— que fallecidas hace muchísimos años ahora se tendrán que someter a una autopsia forense.

No será Esteban el que rescate al partido de su postración. Por el contrario, es muy sintomático que una personalidad de su corte y perfil vaya a ser el gestor terminal de la crisis del PNV que cederá el paso a los ‘bildutarras’ que, mientras los Clinton vascos (Esteban-Atutxa y Ortuzar-Zárate) se navajeaban, celebraban su congreso entre ‘irrintzis’ de victoria reeligiendo a la búlgara (95% de los votos) a Arnaldo Otegi.

La auténtica crisis del Partido Nacionalista Vasco se produjo en dos momentos muy anteriores a la reyerta entre Andoni Ortuzar y Aitor Esteban. Habría que remontarse a la retirada de la política de Josu Jon Imaz en octubre de 2007, tras un primer mandato al frente del EBB (ejecutiva nacional del partido).

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