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El día después: Donald Trump, presidente de Estados Unidos
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Jorge Dezcallar

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El día después: Donald Trump, presidente de Estados Unidos

Trump es producto del populismo, de los miedos provocados por la globalización sobre todo entre los norteamericanos de clase media-baja que han perdido sus empleos o los ven en peligro

Foto: Señales y carteles de apoyo a Donald Trump. (Reuters)
Señales y carteles de apoyo a Donald Trump. (Reuters)

Ya pasaron las elecciones, ya conocemos los resultados y ya tenemos nuevo inquilino en la Casa Blanca. La sorpresa ha saltado una vez más.

Ahora habrá innumerables y sesudos estudios que analizarán al detalle cuanto ha ocurrido: participación, índice de abstención, respaldo popular y votos electorales obtenidos por cada candidato, cómo han votado las diversas minorías y las mujeres, resultados en el Congreso, herencia recibida, políticas a desarrollar etc. Por mi parte creo más interesante destacar cómo se ha podido llegar a las elecciones más broncas de la historia norteamericana y cuáles serán sus consecuencias inmediatas.

Trump es producto del populismo, de los miedos provocados por la globalización sobre todo entre los norteamericanos de clase media-baja, que han perdido sus empleos o los ven en peligro por la competencia de otros países o por la llegada de inmigrantes que hablan otro idioma, tienen otra pigmentación cutánea y les obligan a compartir recursos escasos en sanidad y educación. Quieren levantar muros, como si esos fueran a protegerles de la revolución tecnológica y la robotización que se aproximan. Pero Trump ha captado su miedo y ha sabido canalizarlo con un lenguaje sencillo que no les hablaba de la Biblia o de las armas, como hacían anteriormente los políticos Republicanos, sino de empresas en crisis y tratados comerciales. Y su mensaje ha calado porque han visto en él a alguien que habla su idioma, sin importarles si lo aderezaba de mentiras, misoginia, racismo y xenofobia... quizás porque lo comparten o no les molesta como debería.

Es probable que un Congreso dominado por los Republicanos, tradicionalmente partidarios del libre comercio, frene algo del proteccionismo trumpiano

Trump no sale por arte de magia sino que es producto del partido Republicano y, concretamente, de un absceso llamado Tea Party que escapó al control de los dirigentes Republicanos, como ahora ha escapado él también. La diferencia es que se supone que ahora el dominio Republicano de ambas cámaras del Congreso puede permitirle gobernar y hacer cosas con las que Obama ni soñar podía por la permanente obstrucción de Capitol Hill.

En contra de Hillary Clinton, cuyo programa de gobierno es conocido y era previsible, el de Trump se caracteriza por la improvisación y los cambios continuos. Pero cabe colegir que será proteccionista en economía (contrario a los tratados de libre comercio y en particular a NAFTA) y que será conservador en temas sociales como el aborto y el uso de armas. Ha dicho por activa y por pasiva que quiere abolir la reforma sanitaria de Obama, cuyo legado queda ahora en entredicho. Quiere hacer la mayor bajada de impuestos desde Reagan y eso significará acabar con otros programas sociales, lo que aumentará las desigualdades internas.

En política exterior, que puede afectarnos más, Trump parece querer romper con el orden internacional liberal de Obama, será menos multilateralista (ONU) y como no cree en el cambio climático no favorecerá las energías renovables. Tiene dudas sobre el primer uso del arma nuclear, algo muy grave, y anima a Japón y Corea del Sur a dotarse de ella, en clara ruptura con la política norteamericana hasta la fecha. En Oriente Medio buscará el apoyo de Putin en Siria, quiere erradicar cuanto antes al Estado Islámico y también retirar las tropas que aún quedan en la región. Y habla de abolir el tratado nuclear con Irán, que califica de "desastroso".

Trump no sale por arte de magia sino que es producto del partido Republicano y, concretamente, de un absceso llamado Tea Party

Con respecto a Europa es preocupante su permisividad con la voluntad rusa de labrarse una zona de influencia en Europa Central y en considerar a la OTAN obsoleta, lo que nos dejaría al raso de la noche a la mañana. Le parece "algo estupendo" el Brexit y tiene la peregrina idea de pensar que la Unión Europea se hizo "para derrotar a los EEUU", cuando lo que debería preocuparle de verdad no es nuestra fortaleza sino nuestra actual debilidad. Y por supuesto nada del TTIP. Que admire a Putin deja perpleja a mucha gente porque muestra que le gustan los liderazgos fuertes y autoritarios, lo que es también preocupante. Con respecto de España, Trump ha dejado muy claro que quiere que los europeos nos ocupemos de nuestra defensa y eso exigirá dedicarle más medios pues estamos en primera línea con Libia y la probable huida hacia el Sahel y África del Norte de los combatientes del ISIS derrotados en Mosul. Y también tendremos que ser vigilantes con el uso que quieran hacer de nuestras bases en Rota y Morón.

Dicho todo esto, concuerdo con Gramsci cuando primaba el optimismo de la voluntad sobre el pesimismo de la razón y prefiero ver la botella medio llena que medio vacía. Por eso confío en que el poderoso sistema de checks and balances de la democracia norteamericana reconducirá los excesos de este lenguaraz presidente. Por ejemplo, es probable que un Congreso dominado por los Republicanos, tradicionalmente partidarios del libre comercio, frene algo del proteccionismo trumpiano. Ojalá, porque sigue sin estar nada claro quién manda en un partido Republicano que sale de esta elección con heridas muy profundas entre su liderazgo y sus bases... heridas que el triunfo electoral ayudará a curar pues ya se sabe que, como dice el refrán castellano, "las penas con pan son menos".

Ya pasaron las elecciones, ya conocemos los resultados y ya tenemos nuevo inquilino en la Casa Blanca. La sorpresa ha saltado una vez más.

Hillary Clinton Partido Republicano