Es noticia
Sacrificio, trabajo, esfuerzo, ¡juas!
  1. España
  2. Palabras en el Quicio
Irene Lozano

Palabras en el Quicio

Por

Sacrificio, trabajo, esfuerzo, ¡juas!

En este país de paradojas, hay una clase media perpleja ante su rápida y penosa proletarización que soporta con paciencia el nuevo discurso del esfuerzo. Son

En este país de paradojas, hay una clase media perpleja ante su rápida y penosa proletarización que soporta con paciencia el nuevo discurso del esfuerzo. Son gentes de mediana edad que durante años realizaron grandes esfuerzos económicos y profesionales. Otro asunto es si lo hicieron en el sentido adecuado o no, si la mejor opción pasaba por comprar una casa más grande, a costa de una gran deuda, o si, por el contrario, hubiera resultado más inteligente invertir en productos no inmobiliarios. Pero no se puede negar que hicieron sacrificios para mejorar, en el sentido en que se solía entender la mejora social.

En cuanto a los jóvenes, muchos también se esforzaron, algunos equivocadamente, abandonando los estudios para trabajar en la construcción. Son aquellos cuyo esfuerzo laboral se traduce ahora en falta de formación y de empleo. Otros, también equivocadamente por lo que se ve, estudiaron una carrera, dos másteres e idiomas. El resultado de su esfuerzo académico es algo menos frustrante: tienen formación, pero no trabajo. Y su más prometedor horizonte pasa por llevar a cabo el esfuerzo de abandonar su país, su ciudad, su gente.

En cuanto a las generaciones mayores, esos hombres y mujeres que acaban de llegar a la jubilación -mi madre, sin ir más lejos-, ¿podemos negar su esfuerzo vital? Vivieron una posguerra de hambre y frío, se criaron en la escasez, trabajaron toda la vida, sacaron adelante a su familia. Como premio a su esfuerzo, han estrenado la jubilación con recortes en su pensión.

Al contrario que los aristócratas o los rentistas, la clase media no nace con la certeza de tener la vida resuelta, sino que está acostumbrada a ganarse su estatus y su dinero mediante el trabajo y la dedicación. Ésa es la gente que está sufriendo la crisis con toda su crudeza

Pertenezcan a una u otra generación, las clases medias son esforzadas por naturaleza. Al contrario que los aristócratas o los rentistas, la clase media no nace con la certeza de tener la vida resuelta, sino que está acostumbrada a ganarse su estatus y su dinero mediante el trabajo y la dedicación. Ésa es la gente que está sufriendo la crisis con toda su crudeza. Y mientras padece, tiene que oírse los discursos de una elite política y empresarial abrevada en la cultura del enchufe, el amiguismo, el clientelismo, y cuya última ocurrencia consiste en proclamar a los cuatro vientos la necesidad de crear una cultura del esfuerzo.

Quizá por pertenecer a esa clase media, creo de verdad en el esfuerzo. Por eso no puedo evitar carcajearme cuando veo que quienes lo fomentan son los mismos que se beneficiaron durante años de la riqueza fácil y rápida, los que acuñaron en los años 80 el término “pelotazo”, luego sustituido por los más aseados “recalificación” o “ganancias bursátiles”.

En los años de bonanza, por cada diez especuladores inmobiliarios que triunfaban gracias a la corrupción o el crédito errado de un banco, había un empresario esforzado que sacaba su negocio adelante con trabajo y sacrificio. Hablo de una proporción de diez a uno, y quizá exagero.

Se les ve muy inspirados con la idea del esfuerzo y no pierden la ocasión de largarnos un discurso sobre sus benéficos efectos. A veces son los mismos que conservan sus espumosas fortunas en un paraíso fiscal. Que este país de especuladores apoyados por la elite política y económica anime sin rubor a los jóvenes a esforzarse da idea de lo poco que hemos reflexionado sobre la crisis, de cuánto nos queda por aprender. Hasta los hipócritas deberían revisar sus métodos para no ponerse más en evidencia.

En este país de paradojas, hay una clase media perpleja ante su rápida y penosa proletarización que soporta con paciencia el nuevo discurso del esfuerzo. Son gentes de mediana edad que durante años realizaron grandes esfuerzos económicos y profesionales. Otro asunto es si lo hicieron en el sentido adecuado o no, si la mejor opción pasaba por comprar una casa más grande, a costa de una gran deuda, o si, por el contrario, hubiera resultado más inteligente invertir en productos no inmobiliarios. Pero no se puede negar que hicieron sacrificios para mejorar, en el sentido en que se solía entender la mejora social.