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¿Proposición de ley o carta a los Reyes Magos?
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Irene Lozano

Palabras en el Quicio

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¿Proposición de ley o carta a los Reyes Magos?

Cuenta una leyenda inglesa el caso de un matrimonio al que se le apareció un genio ofreciéndoles tres deseos. El marido, apasionado de la morcilla, pidió

Cuenta una leyenda inglesa el caso de un matrimonio al que se le apareció un genio ofreciéndoles tres deseos. El marido, apasionado de la morcilla, pidió una -la más rica y jugosa- como primer deseo. Su mujer, enfadada por aquella absurda elección, deseó que la morcilla se le convirtiera en nariz, lo que sucedió al instante. Y el hombre, viéndose con aquel apéndice de embutido entre los dos ojos, imploró que le desapareciera la morcilla de la cara. Después, el genio se fue. Y la pareja se quedó como estaba, aunque con una enorme frustración, de todo punto comprensible.

Por eso, soy de las que, de ponerme a escribir una carta a los Reyes Magos, soy partidaria de hacerlo con toda precisión. Pensemos en los posibles remedios para uno de los males que la sociedad parece tener hoy  identificados: los políticos. O dicho con desprecio: la clase política. O traducido al odio: la casta política. Precisar no es un capricho, es que si uno escribe, como algunos tertulianos amantes de la brocha gorda: “Queridos Reyes Magos, los políticos ganan mucho, quitadles el sueldo”, viene Dolores de Cospedal y, chas, con la varita mágica deja a los diputados autonómicos a dieta, literalmente. Así, con el sueldo de la oposición muy demediado y el suyo -los suyos, en realidad- cada día más boyante, se asegura de que la oposición no pueda dedicarse en exclusiva a la labor política. Más cómoda sí va a gobernar, desde luego.

Sobre la reducción de concejales, el Gobierno habló inicialmente de un tercio. Los planteamientos resultan amenazadores para el pluralismo pues, a menos cargos públicos en las instituciones, más poder para los partidos grandes y más dificultades para los partidos pequeñosTambién puede darse el caso de que alguien escriba: “Sobran políticos, querido Melchor, quitad unos cuantos”. Y que vengan entonces el PP y el PSOE con su morcilla: reducción de concejales. El Gobierno habló inicialmente de un tercio, y ya veremos en qué queda la cosa, pero de entrada los planteamientos resultan amenazadores para el pluralismo pues, como ya he explicado en alguna ocasión, a menos cargos públicos en las instituciones, más poder para los partidos grandes y más dificultades para los partidos pequeños. De nuevo, la propuesta que hay sobre la mesa les asegura su comodidad, pues el declive del bipartidismo que señalan todas las encuestas sería lo único que se frenaría con medidas de este tipo.

Sin embargo, tampoco debemos caer en desearles que la morcilla se les pegue a modo de apéndice sobre la nariz, pues al tercer deseo nos quedaríamos como estamos y el consabido plus de frustración. Se trata de escribir con toda claridad lo necesario: en el caso de la reforma municipal, fusionar ayuntamientos (que reduciría el número de cargos públicos sin afectar al pluralismo ni la representatividad) y con carácter general, evitar duplicidades y someter a profunda revisión el Estado autonómico.

En cuanto a los sueldos, parece que el PP y el PSOE preparan algo razonable, como establecer unos baremos generales y unos topes máximos, de manera que ningún alcalde pueda cobrar más que un secretario de Estado. La iniciativa va en la línea de lo que UPyD planteó en el Congreso en septiembre. Y aunque entonces nos insultaron, en esta ocasión mandaremos nuestra propuesta a ese buzón de sugerencias que han abierto. A ver si como carta a los Reyes Magos surte más efecto que como proposición de ley, aunque sólo sea en algún punto. Porque también incluíamos los sueldos autonómicos y me temo que, llegados al punto en que se topen con el nacionalismo, nos van a mandar con el hombre de la morcilla. Pero en fin, por nosotros que no quede.

Cuenta una leyenda inglesa el caso de un matrimonio al que se le apareció un genio ofreciéndoles tres deseos. El marido, apasionado de la morcilla, pidió una -la más rica y jugosa- como primer deseo. Su mujer, enfadada por aquella absurda elección, deseó que la morcilla se le convirtiera en nariz, lo que sucedió al instante. Y el hombre, viéndose con aquel apéndice de embutido entre los dos ojos, imploró que le desapareciera la morcilla de la cara. Después, el genio se fue. Y la pareja se quedó como estaba, aunque con una enorme frustración, de todo punto comprensible.