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El velocímetro periodístico
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Irene Lozano

Palabras en el Quicio

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El velocímetro periodístico

Así que el maquinista "alardeaba" en su página de Facebook de ir a 200 por hora mostrando una fotografía del velocímetro. Y al parecer hay grandes

Así que el maquinista "alardeaba" en su página de Facebook de ir a 200 por hora mostrando una fotografía del velocímetro. Y al parecer hay grandes periodistas -algunos con la alta responsabilidad de confeccionar portadas- que no sólo han encontrado en eso una noticia, sino incluso una prueba incriminatoria.

Ya es dudoso que un comentario personal, deslizado hace un año en una conversación de evidente tono jocoso, se pueda elevar a noticia. Sobre todo porque se trata de un conductor de trenes de alta velocidad que está haciendo lo que se espera de él. Pero puestos a magnificar lo rapiñado en las redes sociales,  reparemos en esta otra frase también extraída de esa conversación de Francisco José Garzón Amo: "Estoy en el límite, no puedo correr más, si no me multan". Refleja clara conciencia de las restricciones que tiene impuestas como conductor de un tren de alta velocidad, y también la determinación de no hacerlo.

Si vemos esa conversación en Facebook como una frivolidad irrelevante, ninguna frase del maquinista resulta noticiosa. Ese sería el punto de vista adecuado, pues los usuarios de redes sociales sabemos que con frecuencia se asemejan a charlas de bar intrascendentes, destinadas a establecer contacto con nuestros semejantes. Es esa función comunicativa en la que lo relevante no es la información que se transmite, sino la relación que establecemos a través de la palabra.

Si, por el contrario, nos las tomamos muy en serio, como si fueran fieles retratos de los participantes, entonces el periodista tiene muchas posibilidades de equivocarse. Pero aún debe decidir. La mera fotografía del velocímetro a 200 no aporta nada. Entonces, ¿qué frase debe destacar? Opción A: "Qué gozada sería ir en paralelo con la Guardia Civil y hacer saltar el radar. Menuda multa para Renfe, je, je". Opción B: "Estoy en el límite, no puedo correr más, si no me multan".

¿Quiero decir con todo esto que el maquinista no es responsable? En absoluto. No lo sé. Eso es lo que se está investigando. Por suerte, no es algo que se vaya a deducir de sus conversaciones en Facebook, sino por los datos del tacógrafo, las indagaciones de los expertos, las pesquisas policiales sobre el terreno, etc.

Cada una de ellas transmite una imagen muy distinta del maquinista. La A lo retrata como un habitual de las competiciones de coches ilegales, cuyo sueño sería vérselas con la Guardia Civil desde el tren: un delirio de tal calibre que sólo puede tomarse a broma. La B, en cambio, nos presenta a un hombre que expresamente rechaza sobrepasar los límites. Parece que habláramos de dos hombres distintos: uno quiebra todas las normas, el otro expresa públicamente su voluntad de sujetarse a ellas.

¿Qué debe hacer el periodista ante esa contradicción? Probablemente, volver a considerar el contexto en que se pronuncian y descartar su valor informativo. Pero es posible que su empeño en encontrar una cabeza de turco -tantos siglos y que hayamos aprendido tan poco- le lleve a insistir en el maquinista como centro de la información. En ese caso, la única posibilidad es recoger ambas frases con la misma relevancia. Sigue sin ser una solución honesta, pues se escora de forma evidente hacia la hipótesis del fallo humano y no del fallo técnico. En cualquier caso, no es tan deshonesta como destacar exclusivamente la frase que presenta al maquinista como un temerario, un loco de la velocidad.

Aún hay otro detalle. La única palabra que aparece en ambas frases es "multa". Si siguiéramos a estas alturas tomando esa conversación como fuente informativa solvente, habríamos de reparar en que esa repetición -al margen de cómo funcione el sistema sancionador de Renfe y contra Renfe- denota por parte del hablante conciencia de que, en su trabajo, los malos actos tienen consecuencias. Y la peor es el dolor de las familias de las víctimas, para las que ninguna palabra de condolencia que podamos decir ofrece consuelo.

¿Quiero decir con todo esto que el maquinista no es responsable? En absoluto. No lo sé. Eso es lo que se está investigando. Por suerte, no es algo que se vaya a deducir de sus conversaciones en Facebook, sino por los datos del tacógrafo, las indagaciones de los expertos, las pesquisas policiales sobre el terreno, etc. Tengo la certeza de que esas investigaciones son profesionales y, por tanto, arrojarán datos concluyentes. Y se trata de una certeza amarga, porque da la medida de la falta de profesionalidad de cierto periodismo. El mismo que ayer ofreció el vídeo del accidente sin advertir de la dureza de las imágenes, como si hacía la BBC. Es ese periodismo histerizado y morboso, pero sobre todo hipócrita: antepone la rapidez a cualquier consideración de servicio público y, al minuto siguiente, cuelga en la plaza pública a una persona por gustarle la velocidad.

Si quieren explicarles a jóvenes con vocación qué es el periodismo, no les muestren los tuits de directores de periódicos ni las portadas. Explíquenles lo que es una radio y pónganles a escuchar los respectivos programas que hicieron anteanoche Pedro Blanco y Carlos Alsina en directo, mientras todo ocurría. Será la mejor clase magistral que reciban en sus vidas.

Así que el maquinista "alardeaba" en su página de Facebook de ir a 200 por hora mostrando una fotografía del velocímetro. Y al parecer hay grandes periodistas -algunos con la alta responsabilidad de confeccionar portadas- que no sólo han encontrado en eso una noticia, sino incluso una prueba incriminatoria.

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