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Irene Lozano

Palabras en el Quicio

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Quizá finalmente concluyamos que tan temible como la opacidad es el exceso de información. La publicación masiva de los correos del expresidente de Caja Madrid, Miguel

Quizá finalmente concluyamos que tan temible como la opacidad es el exceso de información. La publicación masiva de los correos del expresidente de Caja Madrid, Miguel Blesa, parece nuestro WikiLeaks particular: la autodestrucción del establishment con la simple descripción que hace de sí mismo. Sus frases como bombas; sus labios como espadas, con la venia de Aleixandre. Qué ternura, ese Aznar júnior haciendo sus pinitos en las artes mafiosas del chantaje y la extorsión. El poder retira el velo a sus propios excesos y nos hace sentir un escalofrío. Lo sabíamos, lo intuíamos. Pero contábamos con que, como en las tragedias griegas, lo más terrible no se mostrara en escena: lo obsceno. Pero no: la obscenidad galopa en los medios y nos da la medida exacta del tipo de chusma que nos ha gobernado y ha encanallado este país.

La novedad no son los hechos, sino el estilo. Resultaba bastante evidente para muchos que las cajas de ahorros fueron el cajero automático de los poderes autonómicos. Quienes las gobernaban jugaban a ser de todo: desde mecenas de arte hasta prestamistas hipotecarios. La única condición para aventurarse en cualquier negocio consistía en que el beneficiario fuera un “amigante” (el corrector me invalida la expresión porque no lee a Lledó: amigante, sí; amigo y mangante).

Ciertamente, nada se ha hecho más grandioso por esta sociedad que endeudarla con el préstamo europeo de decenas de miles de millones de euros para tapar el agujero de Bankia, en gran parte procedente de Caja Madrid

Tiene razón Blesa: Caja Madrid no es su cortijo. El cortijo es Madrid toda; el PP, el cortijero. Es una lástima que, al vivir en un régimen autoritario, no hubiera oposición para denunciar estos desmanes. Pero ¡un momento! ¡Si no era una dictadura! Entonces, ¿dónde estaba la oposición? Ah, también en el consejo de la caja, vaya por Dios. Será por eso que, cuando UPyD presentó en septiembre de 2012 una iniciativa en la Asamblea de Madrid para exigir responsabilidades políticas y penales por la gestión de Caja Madrid, PP e IU votaron en contra. Como esas les podría contar unas cuantas.

Qué contrariedad para los madrileños. Qué pena. Nadie defendió sus intereses, y eso que todos los partidos estaban en las cajas –según decían– para hacer obra social. Ciertamente, nada se ha hecho más grandioso por esta sociedad que endeudarla con el préstamo europeo de decenas de miles de millones de euros para tapar el agujero de Bankia, en gran parte procedente de Caja Madrid.

Confiaremos en que todo esto tenga consecuencias, en que alguien pague penalmente, pero también políticamente. Y, sin embargo, en estos tiempos los delitos y los actos de saqueo se solapan en los periódicos, se embarullan en los blogs: las armas, los cuadros, las hipotecas, los áticos. Lo peor no es la información, sino el ruido. El mejor lugar hoy para ocultar una noticia es un periódico: nuestro cerebro carece de capacidad suficiente para concebir todas las atrocidades que cometieron, tal es su magnitud.

Quizá finalmente concluyamos que tan temible como la opacidad es el exceso de información. La publicación masiva de los correos del expresidente de Caja Madrid, Miguel Blesa, parece nuestro WikiLeaks particular: la autodestrucción del establishment con la simple descripción que hace de sí mismo. Sus frases como bombas; sus labios como espadas, con la venia de Aleixandre. Qué ternura, ese Aznar júnior haciendo sus pinitos en las artes mafiosas del chantaje y la extorsión. El poder retira el velo a sus propios excesos y nos hace sentir un escalofrío. Lo sabíamos, lo intuíamos. Pero contábamos con que, como en las tragedias griegas, lo más terrible no se mostrara en escena: lo obsceno. Pero no: la obscenidad galopa en los medios y nos da la medida exacta del tipo de chusma que nos ha gobernado y ha encanallado este país.

Caja Madrid Miguel Blesa