Es noticia
Esa elite que insulta y agrede
  1. España
  2. Palabras en el Quicio
Irene Lozano

Palabras en el Quicio

Por

Esa elite que insulta y agrede

El consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid se llama Javier Rodríguez y ha decidido convertirse en el último ejemplo de esa elite extractiva que,

Foto: El consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Javier Rodríguez (EFE)
El consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Javier Rodríguez (EFE)

El consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid se llama Javier Rodríguez y ha decidido convertirse en el último ejemplo de esa elite extractiva que, no contenta con vivir a costa del ciudadano, de cuando en cuando le insulta. Hasta hace unos meses, esos gestores del establishment nos daban explicaciones ciertamente insultantes, en la medida en que nos trataban como si fuéramos imbéciles y luego ya tal. Últimamente han decidido ir un paso más allá: temerosos quizá de que no nos demos por suficientemente insultados, han pasado a la agresión directa.

Pensé que esta semana ya habíamos tenido la dosis correspondiente de lindezas de la elite cuando oí el lunes a Arturo Fernández, responsable de la patronal madrileña CEIM. En el programa de La Sexta Más Vale Tarde dijo sentirse “dolido” por el uso que habían hecho consejeros y directivos de las famosas tarjetas opacas de Caja Madrid. Sí, como lo oyen: compungido venía a decirnos que la víctima era él, a pesar de que no sólo figura en la lista negra de la putrefacción del régimen por la tarjeta opaca, sino también por beneficiarse ampliamente de créditos especiales de la entidad. Ya ven, el mirlo blanco que pagaba en negro a los camareros del Congreso quería que nos compadeciéramos de él, porque sufre mucho viendo los escándalos del régimen.

Sin embargo, el contagio del ébola en España ha animado a otros altos cargos a insultarnos un poquito más. Es el caso del consejero de la Comunidad, quien con algún rodeo pero escasa sutileza ha acusado a la auxiliar Teresa Romero de mentir. No contento con eso, ha tachado a los sanitarios de inútiles cuando ha afirmado: “Para explicar a uno cómo quitarse o ponerse un traje no hace falta hacer un máster. Pero unos tienen una mayor capacidad de aprendizaje que otros”.

Por ofensas así, en otros países los políticos dimiten. Primero, porque el consejero estaba hablando de una persona gravemente enferma, que no puede defenderse de sus acusaciones. Segundo, porque esa persona –como el resto del personal sanitario– dio un paso al frente para cuidar a un paciente moribundo. Arriesgó su vida, yendo mucho más allá de lo que exige el deber. Que las autoridades sanitarias que deberían haberla protegido mediante rigurosos protocolos de seguridad no lo hicieran, como va saliendo a la luz, resulta escandaloso.

Aunque Teresa Moreno pudiera haber hecho algo incorrecto, los protocolos de seguridad se establecen precisamente para no dar lugar al error humano o reducirlo al mínimo. Que después de no haberla protegido, encima la insulten y pongan en duda su profesionalidad es sencillamente un escarnio. En EEUU ya habría salido el presidente a elogiar la valentía y el patriotismo de los trabajadores de la sanidad que están en primera línea de combate contra el ébola y su amenaza.

Un consejero que insulta a los servidores públicos cuando hacen su trabajo no sólo es impertinente, maleducado e insensible. Lo peor de todo es que deja al descubierto la profunda irresponsabilidad de las elites en nuestro país: Teresa Romero está pagando con creces cualquier hipotético error que haya cometido. Sin embargo, los evidentes errores y omisiones de los responsables sanitarios en el Ministerio y en la Comunidad no los pagará Javier Rodríguez. Escúchenlo con atención: cuanto más nos insulte, será que más va creciendo su cobardía.

El consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid se llama Javier Rodríguez y ha decidido convertirse en el último ejemplo de esa elite extractiva que, no contenta con vivir a costa del ciudadano, de cuando en cuando le insulta. Hasta hace unos meses, esos gestores del establishment nos daban explicaciones ciertamente insultantes, en la medida en que nos trataban como si fuéramos imbéciles y luego ya tal. Últimamente han decidido ir un paso más allá: temerosos quizá de que no nos demos por suficientemente insultados, han pasado a la agresión directa.