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Bárcenas y Cataluña, la doble pesadilla del PP
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Josep Martí Blanch

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Bárcenas y Cataluña, la doble pesadilla del PP

La última aria interpretada por el extesorero ha envenenado, junto a la abstención prevista, las posibilidades del partido de Pablo Casado de levantar cabeza en el laberinto político catalán

Foto: El presidente del PP, Pablo Casado, presenta la candidatura del PPC. (EFE)
El presidente del PP, Pablo Casado, presenta la candidatura del PPC. (EFE)
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Una pesadilla recurrente. Eso es lo que son Luis Bárcenas y Cataluña para el PP. La última aria interpretada por el extesorero ha envenenado, junto a la abstención prevista, las posibilidades del partido de Pablo Casado de levantar cabeza en el laberinto político catalán y, por extensión, también en el español en su conjunto.

Hasta hace poco, las encuestas permitían a su candidato en Cataluña, Alejandro Fernández, armar un discurso optimista basado en la expectativa de doblar los cuatro diputados que los populares consiguieron en las elecciones de 2017. No es que las previsiones fueran para tirar cohetes, ya que ni siquiera multiplicando por dos sus representantes escaparía el PP de la parcela de marginalidad política en que tiene puestos los pies en Cataluña.

Pero esas expectativas sí posibilitaban que los conservadores pudiesen enarbolar un discurso de crecimiento y recuperación, amén de poder mantener abierto el pulso con Vox en una comunidad tan relevante desde el punto de vista político. Los números manejados hasta ahora empujaban también a los populares a acercarse en escaños a Cs, que, según siguen apuntando las encuestas, se mantiene en caída libre y puede perder dos de cada tres votos de los que obtuvo cuando ganó las elecciones en 2017.

De confirmarse el frenazo del PP, al que los diferentes 'trackings' de campaña adjudican ahora tan solo los cuatro diputados que ya tiene (sobre 135) o incluso la pérdida de alguno, estaríamos ante una malísima noticia para el proyecto de Pablo Casado. No solo por seguir condenado a la invisibilidad parlamentaria en Cataluña, sino más bien por las consecuencias que podría tener un resultado tan malo a la hora de dar credibilidad y facilitar el rearme de una alternativa conservadora creíble al Gobierno Sánchez-Iglesias.

Caso de embarrancar el próximo domingo, son varias las vías de agua que pueden abrirse en la nave de los populares. La primera, observar impotentes cómo el Gobierno de Pedro Sánchez recibe una nueva transfusión de sangre para seguir manteniendo su cuerpo en estado de revista, más allá de sus debilidades estructurales, con las que ya está acostumbrado a lidiar.

Los buenos resultados del candidato socialista, Salvador Illa —gane las elecciones o no—, están garantizados y supondrán un espaldarazo para el Gobierno. Que el hasta ahora ministro de Sanidad obtenga premio en las urnas y supere ampliamente a las formaciones políticas que han intentado hacer visibles los malos datos de España en su lucha contra el coronavirus debilita la crítica que pueda hacerse a la gestión de la pandemia desde la bancada de la oposición en el Congreso. El flanco covid-19 de Pedro Sánchez, sin quedar blindado, sí saldrá reforzado el próximo domingo.

Foto: Amer, el pueblo de Carles Puigdemont. (Álvaro García-Nieto)

También obtendría recompensa la Moncloa por atajar la cuestión catalana desde la moderación discursiva —en la práctica, aún no hay nada tangible encima de la mesa, más allá de las palabras y una inoperante mesa de negociación—, arrebatando no solo a populares, también a Cs, la bandera de la defensa efectiva —menos teatralizada— del constitucionalismo una vez superado el escenario rupturista de 2017, cuya intensidad y gravedad llevaron a votantes de distintas ideologías a buscar refugio bajo el paraguas de Inés Arrimadas. Más de tres años después, la opción socialista de naturalizar el independentismo como un actor político más —siempre y cuando se mantenga dentro del terreno de juego que marca la legalidad— resulta mucho más atractiva para el votante constitucionalista catalán.

Otra vía de agua guardaría relación con Vox. Si los ultraderechistas superan en Cataluña al PP, puede que el fuego amigo cuestione de nuevo la apuesta de Pablo Casado por la moderación, que le llevó en su día a borrar de escena a personajes del ala más partidaria de la confrontación dura, agria y permanente, como Cayetana Álvarez de Toledo. Si esta apuesta le sirvió a Pablo Casado en Galicia para que el campeón de la moderación popular, Alberto Núñez Feijóo, revalidase su triunfo, ahora las voces partidarias de discursos menos contemporizadores tendrían una baza con que reivindicarse.

El PP quedaría, pues, atrapado entre la espada de un Gobierno que en medio de las múltiples crisis obtiene el reconocimiento en las urnas

El PP quedaría, pues, atrapado entre la espada de un Gobierno que en medio de las múltiples crisis que han de manejarse en España al mismo tiempo —salud pública, económica, institucional y territorial— obtiene el reconocimiento en las urnas y la pared de una ultraderecha anticonstitucionalista que sigue dejándolo sin aire en el costado más reaccionario y que dificulta la capacidad de movimiento que todo partido con ánimo de convertirse en alternativa de gobierno requiere para poder ampliar su base de votantes a largo plazo.

Siempre podrá decirse que el subsistema político de Cataluña y sus particularidades no admiten una lectura que no sea estrictamente catalana y que sacar conclusiones por elevación que resulten útiles para el resto de España no es un análisis que pueda automatizarse. En cierto modo es así, efectivamente. Además, no se vota hasta el domingo.

Pero también lo es que la construcción de la realidad política tiene su primera parada en la estación de las percepciones. Y lo que va a percibirse, si los datos que se manejan a solo cinco días de las elecciones se confirman, es que la embarcación popular continúa varada en el dique seco de la inoperancia. Pedro Sánchez ya ha ganado sin necesidad de que Salvador Illa quede el primero. La debacle que se espera de Cs, sin que el PP rasque bola de este hundimiento, es la mejor noticia para el presidente del Gobierno. Y como en política se cumple escrupulosamente la teoría de los vasos comunicantes, la alegría de unos es a la fuerza el malhumor de otros. Sumado a lo de Vox, el trago que se le viene encima a Pablo Casado pinta de lo más amargo.

Una pesadilla recurrente. Eso es lo que son Luis Bárcenas y Cataluña para el PP. La última aria interpretada por el extesorero ha envenenado, junto a la abstención prevista, las posibilidades del partido de Pablo Casado de levantar cabeza en el laberinto político catalán y, por extensión, también en el español en su conjunto.

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