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Sánchez se le escapa a ERC: consecuencias en Cataluña del giro de Ayuso
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Josep Martí Blanch

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Sánchez se le escapa a ERC: consecuencias en Cataluña del giro de Ayuso

El movimiento Sánchez-Arrimadas es una mala noticia para el independentismo. La lectura en los mentideros catalanes es que pone las cosas más difíciles en el terreno de los indultos

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, recibe en la Moncloa a la líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, recibe en la Moncloa a la líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas. (EFE)
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Pedro Sánchez es una anguila, imposible por resbaladiza de aprehender con las manos, adaptada a vivir en el río o en el mar, agua dulce o agua salada. Si en algún momento sus socios parlamentarios han considerado al presidente rehén absoluto de sus apoyos, debieran saber pasado el tiempo que no es así. Para la anguila siempre hay un embornal en cubierta por el que deslizarse para volver al agua. El nuevo embornal de la anguila Sánchez es Ciudadanos.

Aunque ya se verá el alcance a largo plazo del nuevo giro-veleta de Inés Arrimadas, es plausible entender el asunto de la siguiente manera: estando el caballo naranja en las últimas y antes de que caiga reventado al suelo en el próximo ciclo electoral, Pedro Sánchez ha decidido comprarse la amazona para que el exhausto equino corra sus últimos metros en la dirección que más le conviene al inquilino de la Moncloa.

Naturalmente, el primer damnificado de este movimiento es el PP. Obligado a correr en solitario por el carril de la derecha sin más compañía que la de Vox, permitiendo a Pedro Sánchez escurrirse en la batalla del relato unos metros hacia el centro. Un escenario propicio para, a medida que vayan agrietándose las relaciones dentro del Gobierno de coalición, bombardear el mercado de la opinión con la idea que un PSOE fortalecido en las urnas sería el único camino para alcanzar un Gobierno razonable.

El gobernante siempre tiene las próximas elecciones en la cabeza. Con mayor motivo Pedro Sánchez, que comanda un Gobierno débil, aunque a ratos tome la apariencia de fuerte. Más allá del PP, también en la izquierda suponemos que andan tomando nota de lo sucedido. Para ellos también habrá facturas a abonar en el medio y largo plazo.

A quienes el movimiento sísmico de estos días les ha provocado un súbito ardor de estómago es a los independentistas de ERC. Hace tres días, Gabriel Rufián subía el tono de las amenazas a Pedro Sánchez en el Congreso a cuenta del suplicatorio de Carles Puigdemont, que los socialistas votaron a favor en el Parlamento Europeo, y por la suspensión del régimen de semilibertad de los presos independentistas que cumplen condena en la cárcel de Lledoners.

Advirtió el diputado al presidente del Gobierno de que su actitud en relación con el conflicto con Cataluña ya no era admisible y que el crédito de ERC estaba a punto de acabarse. Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe, llegó a decir el 'showstar' tuitero Rufián.

Tres días después, en el partido de Oriol Junqueras hay mucha preocupación por el acercamiento Sánchez-Arrimadas

Pues bien, tres días después, en el partido de Oriol Junqueras hay mucha preocupación por el acercamiento Sánchez-Arrimadas. Se la ven venir. Si hubiese un mercado bursátil en el que cotizara la influencia de los votos del Congreso, hoy los de ERC valen menos que cuando se inició la semana. No están en caída libre, pero la tendencia es bajista. El temor es que, roto el pétreo paradigma de los bloques en el Congreso, la frase de Gabriel Rufián deje de tener sentido y sus amenazas pasen a ser risibles para los socialistas porque alguien pueda contestarle en el turno de réplica algo del tipo: "¿Sabe qué, señor Rufián? Su fuente ha sido clausurada. Hay otros lugares en los que abrevarse".

El movimiento Sánchez-Arrimadas es una mala noticia para el independentismo. La lectura en los mentideros catalanes es que pone las cosas más difíciles en el terreno de los indultos y que añade dificultad al escenario de negociación política que debiera iniciarse una vez se forme el nuevo Ejecutivo en Cataluña.

En ERC, hay angustia por que la mayor flexibilidad que gana Pedro Sánchez no convierta la famosa mesa de negociación política entre la Moncloa y la Generalitat, constituida como contraprestación a los de Oriol Junqueras por prestar apoyo a la investidura, en tan solo un bonito espacio en el que tomar té o café, según el gusto. Sin que tenga cabida ni una sola propuesta sustancial sobre la que debatir. Eso dejaría a ERC sin ninguna carta con la que poder defenderse ante el independentismo más febril de JxCAT y la CUP.

Hay la sospecha en el soberanismo de corte pragmático que defienden los republicanos de que la anguila Sánchez se les está escapando. Han dejado de creer que el presidente del Gobierno apueste por una legislatura larga y además, en el mientras tanto, lo ven ya flirtear con otras parejas de baile. "A ver si será que Carles Puigdemont tenía razón y hemos hecho en balde el viaje hacia la moderación", empiezan a pensar en Can Junqueras. Esta es la réplica catalana del terremoto madrileño.

Pedro Sánchez es una anguila, imposible por resbaladiza de aprehender con las manos, adaptada a vivir en el río o en el mar, agua dulce o agua salada. Si en algún momento sus socios parlamentarios han considerado al presidente rehén absoluto de sus apoyos, debieran saber pasado el tiempo que no es así. Para la anguila siempre hay un embornal en cubierta por el que deslizarse para volver al agua. El nuevo embornal de la anguila Sánchez es Ciudadanos.

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