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Josep Martí Blanch

Pesca de arrastre

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La matanza de San Valentín del PP

Llamen al sepulturero y encarguen ataúdes de medida estándar a la espera de saber a quién vamos a enterrar. Solo puede quedar uno

Foto: Militantes del PP se manifiestan ante la sede de Génova para pedir la dimisión de Casado y García Egea. (EFE/Fernando Alvarado)
Militantes del PP se manifiestan ante la sede de Génova para pedir la dimisión de Casado y García Egea. (EFE/Fernando Alvarado)
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Lástima. Han sobrado tres días para poder encabezar este artículo hablando de la matanza de San Valentín en el PP, forzando un paralelismo con la masacre de mafiosos del día de los enamorados en el Chicago de 1929. También lo de las peleas a cuchillo entre bandas callejeras, más de nuestros días, nos sirve para enmarcar la jornada vivida ayer en el principal partido de la oposición. Sin prisioneros. A degüello.

Todo lo que puede imaginarse tiene alguna posibilidad de acontecer. Lo vimos en septiembre de 2016, cuando el PSOE orgánico defenestró a Pedro Sánchez y el hombre se montó en un coche, llenó el depósito para dar la vuelta al país y unos cuantos miles de kilómetros después recuperó el mando en plaza de su partido para acabar después presidiendo España. Hay también los asuntillos menores del presente, como los de Podemos, con las cuitas entre quien se fue y quien fue designada para sucederle.

Y después está lo del PP, que supera todo lo visto hasta la fecha. El primer partido de la oposición, y se supone que aspirante serio a recuperar el gobierno de España algún día, abriéndose en canal entre acusaciones cruzadas de espionaje y corrupción.

Tanto hablar de la 'trampa de Tucídides' para explicarnos la escalada bélica entre potencias a cuenta de los ucranianos y resulta que el mejor ejemplo nos lo ofrece la derecha española y sus liderazgos o falta de ellos. El partido que un día ya muy lejano cohesionó Aznar, hecho trizas. De la escisión de Vox, nacido del vientre popular, a la guerra Casado-Ayuso, de consecuencias en estos momentos incalculables.

Llegados a este punto, ya no queda otra que contar muertos. Como en la saga cinematográfica de 'Los inmortales', solo puede quedar uno. Entretanto se cruzarán por el camino tribunales, comisiones de investigación y también pueden derivarse consecuencias políticas de alcance en el Ayuntamiento de Madrid —¿qué hará Cs?—. Todo ello con las elecciones andaluzas a un tiro de piedra y el Gobierno de Castilla y León en proceso de cocción. Añadan la posibilidad, ayer se infló este globo, de que el mapa político español acabe haciendo sitio al ayusismo como un nuevo espacio político. Demasiadas hipótesis mientras sigan caladas las bayonetas fuera de las trincheras. Muertos. Hay que contar muertos.

Más allá de lo que acabe enseñándonos el microscopio a medida que avance el necesario escrutinio del supuesto espionaje o los contratos de urgencia de la comunidad, una conclusión sí puede sacarse en el terreno de lo más general. El interés de España no acaba de verse por ninguna parte entre las prioridades del PP, mientras que sí resulta muy visible el interés particular de todos los combatientes.

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (i), y el presidente del PP, Pablo Casado (d). (EFE/Chema Moya)

La novedad no está, por supuesto, en que las diferentes facciones de un partido combatan duramente entre ellas. Giulio Andreotti ya dejó dicho que la agenda de un político debía ordenarse de lo mejor a lo peor de la siguiente manera: amigos, conocidos, adversarios, enemigos y compañeros de partido. Pero son pocas las ocasiones en las que no se deja un mínimo resquicio para la razón. Casado, Ayuso y sus respectivos mamporreros han traspasado todas las líneas de la cordura política. Matar a plena luz del día.

De vuelta al principio. Hace seis años, el ahora presidente del Gobierno era decapitado por su propio partido. Nadie podía imaginar, salvo el propio protagonista y sus acólitos, que los acontecimientos que se sucedieron después le acabarían catapultando a la Moncloa y a domar su partido con el pegamento del poder recuperado. Aprendida la lección, resultan temerarias las predicciones. Pero el presente admite afirmaciones severas. Y una de ellas es que tanto Casado como Ayuso han demostrado que no les importa en realidad nada que no sean ellos mismos. Ni su partido ni el país al que pretenden servir. En 'Kingsman', lo dicen bien clarito: los modales hacen al hombre. También en esta peli muere mucha gente. Encarguemos ataúdes de medida estándar. A la espera de saber a quién vamos a enterrar.

Lástima. Han sobrado tres días para poder encabezar este artículo hablando de la matanza de San Valentín en el PP, forzando un paralelismo con la masacre de mafiosos del día de los enamorados en el Chicago de 1929. También lo de las peleas a cuchillo entre bandas callejeras, más de nuestros días, nos sirve para enmarcar la jornada vivida ayer en el principal partido de la oposición. Sin prisioneros. A degüello.

Partido Popular (PP) Isabel Díaz Ayuso
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