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Pedro Sánchez, el cínico
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Josep Martí Blanch

Pesca de arrastre

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Pedro Sánchez, el cínico

El de cínico es el apodo que mejor describe al presidente. Cierto que el cinismo puede ser catalogado como una virtud política, siempre que despojemos al oficio de toda moralidad y compromiso con la convicción y la verdad

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene en el pleno del Congreso para dar cuenta del espionaje con Pegasus. (EFE/Fernando Alvarado)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene en el pleno del Congreso para dar cuenta del espionaje con Pegasus. (EFE/Fernando Alvarado)
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Visto lo visto en las últimas semanas con el asunto Pegasus, incluida la 'mascletá' de ayer en el Congreso, el de cínico es el apodo que mejor describe al presidente del Gobierno. Cierto que, según como se mire, el cinismo puede ser catalogado como una virtud política, siempre que despojemos al oficio de toda moralidad y compromiso con la convicción y la verdad. Pero es indiscutible que no atarse a la verdad ni a la firme creencia en algo sirve para resistir, para mostrarse tan flexible y maleable como la situación requiera, para capear temporales y salir airoso de situaciones complicadas.

Ayer, los socios parlamentarios de Pedro Sánchez y la oposición hicieron cola para tocarle la cara sin guantes. Por cínico. Que hubiera lista de espera de gente tan diferente para cantarle las cuarenta tras su comparecencia —y que todos coincidieran en tratarlo de tal, aunque sin decir la palabra— es sintomático de que el 'show' Pegasus no le ha salido gratis al presidente. No son heridas mortales las que luce, claro que no, pero el hombre sangra por el costal derecho y por el izquierdo. Aunque el objetivo final fuera distinto, el punto de partida de la mayoría de los grupos, fueran socios u oposición, fue el mismo: ¡miente!

Y en el engaño estaba el motivo para el enfado o la indignación de cada uno de ellos. Para los socios parlamentarios, particularmente ERC, con Rufián al frente, porque nadie en sus cabales puede creerse que el presidente del Gobierno no estuviera al tanto del espionaje a los independentistas. Otra cosa es que la rabieta de ERC, atrapada en su estrategia de negociación, en su debilidad en el Parlament de Cataluña, donde los socialistas la socorren con asiduidad, y por el pánico que para el independentismo supone un Gobierno PP-Vox, no la lleve a tirar de la cuerda más que hasta un límite razonable. Y que, con más o menos aspavientos, le sirva el pacto por el cual se le ha entregado la cabeza de la exdirectora del CNI Paz Esteban y el gesto de una nueva ley de secretos oficiales y mayor control judicial efectivo sobre el espionaje español fronteras adentro. Con esto deben conformarse los republicanos para seguir de manera imperfecta al lado del Gobierno del PSOE y Unidas Podemos. ERC ha cobrado lo que podía cobrar. Pero la intervención de ayer en el Congreso del pasionario Rufián refleja lo que en ERC se piensa del presidente del Gobierno. La votación de la tarde, en la que el Ejecutivo sacó adelante la Ley del Audiovisual gracias a la abstención del PP, porque ERC decidió votar en contra (a pesar de ser esta la normativa que sirvió en su día para que los republicanos apoyaran los presupuestos del Estado), es una señal clarísima de que Sánchez cojeará por la izquierda de aquí a final de legislatura. No lo matarán —tampoco pueden—, pero seguirán haciéndole el campo de juego más pequeño y menos confortable.

Foto: El portavoz de ERC, Gabriel Rufián, en el Congreso. (EFE/Fernando Alvarado)

Pero es que calzándose uno los zapatos de la oposición, PP, Vox, Cs, se entiende perfectamente que esta recoja el malestar inevitable y explicable del mundillo de la Inteligencia y, por extensión, de todos aquellos colectivos vinculados a la seguridad del Estado. A fin de cuentas, el truco de magia de Pedro Sánchez con Pegasus se ha visto desde la última fila de platea. El espectáculo del escapista de la Moncloa estaba organizado con base en el siguiente guion: 1) hay un escándalo porque se hacen públicos casos de espionaje —muchos de ellos difíciles de justificar— a independentistas, 2) hay que pagar algún tipo de peaje en forma de cese o dimisión una vez descubierto el espionaje: no por el propio escándalo —que sería lo suyo si así se considera—, sino porque los espiados son los que te han hecho presidente con su voto y apoyo parlamentario, 3) como más allá de Cataluña será difícil de entender que espiar a independentistas —después de lo acontecido en 2017— deba comportar ceses o dimisiones, hay que organizar una cortina de humo marroquí que permita cesar a la directora del CNI, Paz Esteban, sin que pueda establecerse un nexo de causa-efecto con las exigencias del soberanismo, 4) cesas a la señora en cuestión, que hacía lo que hacía, pero informando puntualmente a su superior directo, la ministra de Defensa, y a la presidencia del Gobierno, y —¡chimpón!consigues irte tú y tu Gobierno de rositas, demostrando que nadie te supera en el arte de sobrevivir sin despeinarte. ¡Sánchez, el MacGyver del relato!

Todo muy bien pensado y ejecutado según el plan. Pero como el andamiaje se ha visto desde Tombuctú, son normales los pitos del respetable. Esta vez, el chasis de Pedro Sánchez ha quedado dañado. A diestra y siniestra. Se puede engañar a algunos todo el tiempo, o a todos durante cierto tiempo, pero no a todos todo el tiempo. El cínico, manejando a diario como herramienta de trabajo la mentira, es quien más obligado está a saberse esta lección que normalmente se atribuye a Lincoln. Señor presidente, por su bien, repase.

Visto lo visto en las últimas semanas con el asunto Pegasus, incluida la 'mascletá' de ayer en el Congreso, el de cínico es el apodo que mejor describe al presidente del Gobierno. Cierto que, según como se mire, el cinismo puede ser catalogado como una virtud política, siempre que despojemos al oficio de toda moralidad y compromiso con la convicción y la verdad. Pero es indiscutible que no atarse a la verdad ni a la firme creencia en algo sirve para resistir, para mostrarse tan flexible y maleable como la situación requiera, para capear temporales y salir airoso de situaciones complicadas.

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