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Pere Aragonès vuelve a la casilla de salida de Artur Mas: ¡y vuelta a empezar!
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Josep Martí Blanch

Pesca de arrastre

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Pere Aragonès vuelve a la casilla de salida de Artur Mas: ¡y vuelta a empezar!

Mas dejó a ERC con 10 diputados en el Parlament en las elecciones autonómicas de 2010 y barrió a los republicanos del municipalismo en los comicios locales de 2011. Ahora ERC quiere hacer lo mismo con JxCAT

Foto: El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès. (EFE/Alejandro García)
El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès. (EFE/Alejandro García)
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Nuevo Gobierno en Cataluña tras el suicidio político de JxCAT, víctima de sus irreconciliables facciones internas. Los planes del arquitecto Oriol Junqueras para sacar la Generalitat y su partido de la ecuación independentista han sido diligentemente ejecutados. Pere Aragonès se ha paseado por el mercado de otoño y se ha comprado una podemita (Gemma Ubasart, nueva consejera de Justicia), un histórico convergente socialdemócrata (Carles Campuzano, nuevo consejero de Asuntos Sociales) y un apellido ilustre del socialismo más catalanista (Joaquim Nadal, nuevo consejero de Universidades). Con la composición del nuevo Ejecutivo, ERC ha querido mandar dos mensajes. El primero: somos el gran partido del centro izquierda soberanista, como en su día Convergència lo fue del centro derecha autonomista. El segundo: los últimos años han sido un error. Hay que volver a la reivindicación de un referéndum acordado con el Estado para que los catalanes puedan decidir su futuro. En el consejo de gobierno de la Generalitat se sentarán, por primera vez desde hace años, personas no independentistas, con la condición, eso sí, de que estén a favor de un futuro referéndum de autodeterminación. El eje derecha-izquierda, como veníamos advirtiendo, va cogiendo altura, mientras que el identitario sigue su tendencia bajista en la bolsa de valores. Todo, según lo previsto por los estrategas republicanos ante el diletantismo político de los activistas de JxCAT.

Todo está inventado. El espejo al que los republicanos se han asomado para construir su estrategia no es ninguna novedad, sino que calca la que llevó a cabo el primigenio Artur Mas. El que iniciara el proceso independentista, desde su presidencia de la Generalitat, levantó primero desde la extinta Convergència el proyecto Casa gran del Catalanisme, para hacer una opa selectiva de personalidades provenientes de otras familias políticas, y abrazó por primera vez desde el centro derecha catalanista la idea del 'derecho a decidir'. Todo lo que vino después es cosa sabida.

Foto: El rey Felipe saluda a las personas que le esperaban a su llegada al municipio sevillano de Lebrija en una imagen de archivo. (EFE/Vidal)

Pues bien, Aragonès ha hecho lo mismo que Artur Mas hizo antes de barrer en las urnas al tripartito de izquierdas de la Generalitat (2003-2010). La diferencia está en que el actual presidente lo hace desde el Gobierno y Artur Mas lo hizo desde la oposición. El objetivo es el mismo: desangrar al adversario. Mas dejó a ERC con 10 diputados en el Parlament en las elecciones autonómicas de 2010 y barrió a los republicanos del municipalismo en los comicios locales de 2011. Ahora ERC quiere hacer lo mismo con JxCAT. Y puede que acabe consiguiéndolo. Pero igual que le sucedió a Mas, puede que también la cera con la que cuentan y contarán los republicanos se acabe quemando rápidamente, por bien que, en la mejor de las hipótesis para sus intereses, les vaya en el próximo ciclo electoral.

Naturalmente, comparar pasado y presente es un ejercicio tramposo. Uno podría, por ejemplo, bucear en las diferencias en lugar de las semejanzas para acabar presentando un análisis completamente diferente al de los párrafos anteriores.

Foto: Aragonès, con su círculo más cercano en la Generalitat. (Generalitat de Cataluña)

Aun así, vale la pena alertar de lo que sucedió a partir de 2011, con un Artur Mas cada vez más necesitado de dar saltos adelante para evitar que le comieran la tostada nacionalista. A Pere Aragonès puede ocurrirle lo mismo. No ahora y tampoco en el medio plazo. Hay que saber que el tiempo de los republicanos para mantener la pelota en el suelo en el eje identitario no va a ser indefinido sin que, de un modo u otro, puedan ofrecer a la parte de su electorado en que pesa más el nacionalismo que cualquier otra consideración —todavía muy mayoritaria, a pesar de los esfuerzos del partido por captar votantes en los entornos metropolitanos sin adscripción independentista explícita— algún que otro triunfo derivado de su apuesta por la negociación y el realismo político. Sin nada que llevarse a la boca como nacionalistas no podrán resistir indefinidamente solo con un discurso izquierdista de anclaje social.

De igual modo que hemos insistido desde hace tiempo y con cierta anticipación en este blog sobre el declive de las posiciones maximalistas del independentismo y sobre el colapso inminente —finalmente llegó el viernes pasado— de la alianza forzada entre fuerzas soberanistas, advertimos hoy de que se abre una ventana de oportunidad para, aprovechando que están fuera de la escena institucional las posiciones más ultramontanas (JxCAT y la CUP), enhebrar la aguja de una futura solución de un problema que sigue y seguirá existiendo.

La fase valle en que ha entrado el independentismo debiera servir para vislumbrar un nuevo espacio de convivencia política y social

Es cierto que no todo pasa por el diálogo entre la Cataluña nacionalista y el conjunto de España, y que también es necesario el diálogo previo entre catalanes de diferentes adscripciones identitarias, pero la fase valle en la que ha entrado el independentismo por sus propios pecados debiera servir para vislumbrar de una vez por todas un nuevo espacio de convivencia política y social que solo puede llegar a través de un nuevo acuerdo autonómico refrendado en las urnas.

El planteamiento es de una bisoñez alarmante, pensará. Lleva toda la razón. Más que eso: es naíf al ciento por ciento. Porque para que eso fuera posible, debiera dar algún paso al frente no solo el PSOE, sino también el PP. Y, por supuesto, esto no va a suceder. Un país que no es capaz de situar en la categoría de política de Estado la renovación a tiempo de los órganos de gobernanza de los jueces —quebrando su credibilidad y la confianza que debieran merecer, o que permite que leyes tan importantes como la de financiación autonómica lleve ocho años caducada y sin previsiones de actualización— difícilmente puede ponerse manos a la obra para solucionar —en el marco de la Constitución, para ponerlo fácil— el problema catalán. Y menos ahora, que se considera encarrilada la cuestión tras el colapso de la falsa unidad independentista.

Foto: Rueda de prensa del presidente de ERC, Oriol Junqueras. (EFE/Alberto Estévez)

Pero lo cierto es que la cuestión no está resuelta. Y que el paréntesis de oportunidad se cerrará más pronto que tarde. Todos debiéramos recordar el grado de irracionalidad a que llegaron las cosas en 2017. No hay ningún aliciente ni necesidad de abordar la cuestión en estos momentos. Como tampoco lo hay para abordar reformas económicas en épocas de crecimiento, por ejemplo. Pero precisamente por eso es cuando es mejor hacerlo. El tiempo pasa rápido y todo lo que no se resuelve acaba por volver a escena. Debiéramos ahorrarnos esa posibilidad, por lejana e improbable que nos parezca en estos momentos.

Con la ficha del proceso devuelta a la casilla de salida por Pere Aragonès, hay que tener presente cómo se torcieron las cosas en el quinquenio 2011-2015 y todo lo que vino después. A Aragonès, como a Mas, también se le acabará la cera que puede quemar y también caerá en la tentación de saltar hacia adelante para sobrevivir. Porque los votos independentistas siguen siendo muchos y van a seguir siéndolo.

Estos días en que la actualidad nos da la razón en aquello sobre lo que veníamos avisando sobre el inminente cambio de rasante de la política catalana son los mejores para recordar cómo empezaron las cosas y evitar que vuelvan a repetirse. Aunque, haciéndolo, uno tenga la impresión de que habla para las paredes y que muchos de los que le leen piensen que no dice más que sandeces.

Nuevo Gobierno en Cataluña tras el suicidio político de JxCAT, víctima de sus irreconciliables facciones internas. Los planes del arquitecto Oriol Junqueras para sacar la Generalitat y su partido de la ecuación independentista han sido diligentemente ejecutados. Pere Aragonès se ha paseado por el mercado de otoño y se ha comprado una podemita (Gemma Ubasart, nueva consejera de Justicia), un histórico convergente socialdemócrata (Carles Campuzano, nuevo consejero de Asuntos Sociales) y un apellido ilustre del socialismo más catalanista (Joaquim Nadal, nuevo consejero de Universidades). Con la composición del nuevo Ejecutivo, ERC ha querido mandar dos mensajes. El primero: somos el gran partido del centro izquierda soberanista, como en su día Convergència lo fue del centro derecha autonomista. El segundo: los últimos años han sido un error. Hay que volver a la reivindicación de un referéndum acordado con el Estado para que los catalanes puedan decidir su futuro. En el consejo de gobierno de la Generalitat se sentarán, por primera vez desde hace años, personas no independentistas, con la condición, eso sí, de que estén a favor de un futuro referéndum de autodeterminación. El eje derecha-izquierda, como veníamos advirtiendo, va cogiendo altura, mientras que el identitario sigue su tendencia bajista en la bolsa de valores. Todo, según lo previsto por los estrategas republicanos ante el diletantismo político de los activistas de JxCAT.

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