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Junts apuesta por la irrelevancia política: no pintar nada en ningún sitio
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Josep Martí Blanch

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Junts apuesta por la irrelevancia política: no pintar nada en ningún sitio

El partido de Puigdemont abraza voluntariamente la indigencia institucional con la más que probable renuncia a gobernar la diputación de Barcelona junto al PSC

Foto: Puigdemont y la nueva presidenta del Parlament se reúnen en Waterloo. (EFE)
Puigdemont y la nueva presidenta del Parlament se reúnen en Waterloo. (EFE)
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El triángulo de las Bermudas. Eso es Junts para cualquier analista que intente sacar una fotografía más o menos nítida de lo que esconden esas siglas a fecha de hoy. No hay espacio político en toda España en el que reine mayor confusión. El tridente Puigdemont-Turull-Borràs, cada uno con sus propias motivaciones, va camino de conseguir finalmente relegar el partido a la irrelevancia institucional en todos los frentes. Puede que no haya ejemplo mejor para ilustrar el empequeñecimiento voluntario del espacio de poder de un partido que el que ofrece Junts de un tiempo a esta parte.

Abandonaron por decisión propia el Govern de la Generalitat en octubre pasado. Sus cuatro diputados en las Cortes, capitaneados por Míriam Nogueras, han sido totalmente irrelevantes durante toda la legislatura a pesar de la debilidad de Pedro Sánchez. Y, ahora, su actitud renuente a pactar con el PSC tras las elecciones municipales les ha costado ya su presencia en los gobiernos de las diputaciones de Lleida y Tarragona. Y, de no cambiar mucho las cosas en las próximas horas, también van a quedar fuera de la de Barcelona por voluntad propia.

Foto: Extracto de la conversación. (EC Diseño)
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Salvador Illa les ofreció la presidencia de la de diputación de Lleida y la vicepresidencia de la de Tarragona. Los junteros pidieron tiempo y los socialistas se arreglaron por la vía rápida con ERC para no arriesgar. Hoy está prevista la reunión de la ejecutiva de Junts —aplazada desde ayer— que debe clarificar el posicionamiento de este partido respecto a la diputación barcelonesa. Por si acaso, el PSC ya ha buscado otras alternativas que no pasan por los junteros.

En el espacio de la extinta CIU, se bautizó el periodo 2003-2010 como la "travesía del desierto". Un periodo de escasez de cargos propiciado por la llegada a la Generalitat del tripartito de izquierdas y el barrido de CIU de todos los espacios de poder en los que se había mantenido durante más de dos décadas. Ahora, 20 años después, Junts se aventura por el desierto voluntariamente.

La diputación de Barcelona es, si se confirma, el último ejemplo. El PSC prefiere repetir la fórmula del acuerdo con JxCAT, que ya funcionó en el último mandato. También la mayoría de los cuadros y dirigentes de JxCAT están por la labor de renovar el pacto. Hasta Xavier Trias, tragada la amarga píldora de ver al socialista Jaume Collboni quitarle de las manos la vara de alcalde de Barcelona, defiende el acuerdo con el PSC en la diputación. Pero los pragmáticos tienen siempre las de perder en JxCAT. También en esta ocasión.

Foto: Xavier Trias y Jaume Collboni en el tenso pleno municipal de ayer. (EFE)
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Los chats de cuadros y dirigentes echan humo. Son cada vez más los que consideran a su secretario general, Jordi Turull, un personaje políticamente incapaz, empecinado en llevar inexplicablemente a su partido a las cotas más altas de irrelevancia política. Teórica y formalmente la excusa para no pactar la diputación de Barcelona con el PSC es de coyuntura política: demasiado cerca del 23-J para defraudar al votante más independentista con un pacto con los socialistas. Pero, en la práctica, la renuncia a la diputación responde a cuestiones más de fondo.

Jordi Turull, desde su llegada a la secretaria general en sustitución de Jordi Sánchez, no para de afirmar que su vocación no es dirigir un partido de praxis autonomista. Y que, para resultar creíble como independentista, hay que hacer las cosas diferentes. Y gobernar para Turull es contraproducente. A sus ojos, renunciar a los espacios de poder institucionales deja a JxCAT las manos libres para poder presentarse como un partido coherente con el irredentismo que predica. Una fantasía que para nada coincide con los resultados de las municipales, en los que Junts resistió en número de votos absolutos gracias al campeón de los pragmáticos, Xavier Trias, y a otros alcaldables de similares convicciones que escondieron las siglas del partido en ciudades de segundo y tercer orden.

Pero Turull, siguiendo directrices de Waterloo, está decidido a situar el partido donde lo quiere Puigdemont. Laura Borràs, la presidenta del partido condenada por corrupción, ya pinta más bien poco. Su peso real en las decisiones que ahora se toman es, desde su condena por corrupción, más bien marginal. Estrategia y decisiones son obra del binomio Puigdemont-Turull, al que se suma el entusiasmo de Miríam Nogueras, la candidata juntera del 23-J que ya ha dejado claro su aspiración de seguir siendo irrelevante en el Congreso sea cual sea la aritmética resultante de las urnas.

Foto: Anna Erra en un acto de la fiesta mayor de Vic. (Reuters)

La fantasía turullista es que con el partido liberado de pactos y responsabilidades, Junts puede resultar más creíble y coherente en su maximalismo independentista y reducir los plazos para volver a ser una alternativa a ERC en la pugna fratricida de nunca acabar entre ambas formaciones soberanistas. Pero su tesis tiene una importantísima vía de agua. Son demasiados los cuadros, dirigentes y militantes que no creen, ni en el fondo ni en la forma, en esta estrategia.

El Ayuntamiento de Barcelona iba a ser el destino de muchos de los damnificados por la salida de JxCAT del gobierno de la Generalitat. Perdido a manos de Jaume Collboni, parte de ese papel le tocaba jugarlo ahora a la Diputación de Barcelona, a la que Turull insiste en renunciar para no dar el titular de que ha pactado con los socialistas.

La experiencia dice que cuantos menos cargos para repartir, menos poder en manos del secretario general de un partido. En política solo se deben y agradecen los favores que todavía no se han hecho. Y Jordi Turull pronto no estará en condiciones de prometer nada a nadie. Está cavando con tanta decisión como coherencia su propia tumba política. Y de paso, también la de su partido.

El triángulo de las Bermudas. Eso es Junts para cualquier analista que intente sacar una fotografía más o menos nítida de lo que esconden esas siglas a fecha de hoy. No hay espacio político en toda España en el que reine mayor confusión. El tridente Puigdemont-Turull-Borràs, cada uno con sus propias motivaciones, va camino de conseguir finalmente relegar el partido a la irrelevancia institucional en todos los frentes. Puede que no haya ejemplo mejor para ilustrar el empequeñecimiento voluntario del espacio de poder de un partido que el que ofrece Junts de un tiempo a esta parte.

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