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Emisiones netas nulas de CO2

En la reciente reunión de los líderes políticos de la Unión Europea se trató de alcanzar un acuerdo para alcanzar las emisiones netas cero de CO2 cuando llegue el año 2050

Foto: Columnas de humo en una fábrica en Alemania. (EFE)
Columnas de humo en una fábrica en Alemania. (EFE)

El 12 de diciembre de 2015 se clausuró en París la vigésimo primera Conferencia de las Partes (COP 21) del Convenio Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático. Casi 200 países alcanzaron un acuerdo —el Acuerdo de París sobre reducción de emisiones de CO2. El gran objetivo del acuerdo era mantener el incremento de temperatura de la Tierra respecto a la existente en la era preindustrial por debajo de dos grados centígrados e intentar limitarlo a un grado y medio. Para ello, el contenido de CO2 en la atmósfera no debía superar las 450 ppm (partes por millón).

Desde entonces, las emisiones han seguido creciendo. Las estimaciones disponibles indican que el mundo ha alcanzado un nuevo récord, con más de 37.000 millones de toneladas de CO2 emitidas a la atmósfera.

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Otro de los acuerdos de la cumbre de París fue solicitar al Panel Internacional de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (IPCC) la emisión de un informe en 2018 sobre los “impactos de un calentamiento global de 1,5º sobre los niveles preindustriales y las sendas de evolución de las emisiones de gases de efecto invernadero”. Las conclusiones más relevantes del informe, hecho público el pasado octubre, son:

1. Sobre las consecuencias del calentamiento

  • El nivel del mar continuará subiendo más allá de 2100 incluso si el calentamiento global se limita a 1,5º en el siglo XXI. A partir de incrementos de temperatura media en el entorno de 1,5 a 2º, existe un riesgo medio de que la inestabilidad del casquete de hielo marino en la Antártida o la pérdida irreversible del hielo de Groenlandia provoquen una subida de varios metros en el nivel del mar a lo largo de cientos o miles de años.
  • Si el incremento de la temperatura fuera de 2º, el 18% de los insectos, el 16% de las plantas y el 8% de los vertebrados perderían la mitad de su hábitat natural.
  • Incremento de los riesgos a las pesquerías y biodiversidad marina, como han puesto de manifiesto los recientes cambios en el hielo ártico y en los ecosistemas de las barreras de coral.
  • Incremento de los riesgos relacionados con el clima que afectan a la salud humana, a sus medios de sustento, alimentos, suministro de agua, seguridad y crecimiento económico.

2. Sobre la evolución de las emisiones

  • El incremento medio de la temperatura de 1,5 grados sobre la era preindustrial se alcanzará entre 2030 y 2052, antes de lo previsto.
  • El aumento máximo de la temperatura vendrá determinado por las emisiones de CO2 acumuladas hasta el momento en el que las emisiones netas sean cero, es decir, hasta que el CO2 emitido a la atmósfera cada año sea igual al absorbido, por ejemplo, a través de la masa forestal existente. De esta forma, la concentración de CO2 permanecería constante y el incremento de temperatura se paralizaría. El informe establece dos posibles sendas para alcanzar los límites de subida de la temperatura media mencionados en el Acuerdo de París: mediante la reducción de las emisiones en 2030 en un 45% y emisiones netas cero en 2050, o con emisiones en 2030 en un 25% respecto a 2010 y emisiones netas cero en 2070.

Si tenemos en cuenta que entre 2010 y 2018 las emisiones globales se han incrementado un 9%, podremos valorar la magnitud del esfuerzo que el mundo debería acometer en la próxima década. En este marco, en la reciente reunión de los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea, además de la discusión sobre los difíciles equilibrios sobre nombramientos, se trató de alcanzar un acuerdo para que la Unión Europea tuviera unas emisiones netas cero de CO2 en el año 2050. El acuerdo no fue posible por la oposición de Polonia, República Checa, Hungría y Estonia.

España ha defendido la necesidad de alcanzar las emisiones netas cero en 2050. Hacemos bien. Con una economía dependiente del turismo, con una industria agroalimentaria (incluida la pesca) potente, con cerca de 6.000 kilómetros de costa y receptores de una emigración ilegal que los efectos del cambio climático van a incrementar, debemos situarnos en la vanguardia de la vanguardia, es decir, a la cabeza de la Unión Europea en la lucha para reducir las emisiones de CO2.

España ha defendido la necesidad de alcanzar las emisiones netas cero en 2050 y hacemos bien: debemos situarnos en la vanguardia de la UE

El problema es que todos los modelos compatibles con emisiones netas cero en 2050 cuentan con un peso importante de la generación eléctrica nuclear. De hecho, el propio informe del IPCC contempla, para todos sus posibles escenarios, un incremento notable de la energía primaria de origen nuclear. Nosotros hemos decidido cerrar nuestras centrales nucleares en 2035. El problema de adentrarnos en la consecución de emisiones netas cero sin ningún soporte de generación nuclear es la necesidad de contar con tecnologías que aún no están disponibles o, si lo están, es incurriendo en unos costes hoy por hoy inasumibles.

La Agencia Internacional de la Energía acaba de publicar un informe, a petición de Japón, que preside el G-20, sobre las posibilidades del hidrógeno como combustible limpio del futuro. Es posible producir hidrógeno a partir de residuos agrícolas y urbanos o también separando el hidrógeno y el carbono presentes en el gas natural. En todos estos casos, se necesita almacenar el CO2 que inevitablemente se produce en los distintos procesos. Para el almacenamiento del CO2, la propuesta más extendida es inyectarlo en antiguos yacimientos de petróleo o gas.

Con independencia del coste, no está claro el comportamiento del CO2 en las condiciones de presión y temperatura que se dan a 2.000 o 3.000 metros de profundidad. En España ya contamos con la desgraciada experiencia de inyectar gas en un antiguo yacimiento de crudo pesado: se llama proyecto Castor.

La energía en el año 2050 será muy distinta a la que hoy conocemos, pero aún no sabemos cuáles son las tecnologías que acabarán imponiéndose

La otra alternativa es producir hidrógeno a partir de la electrolisis del agua, separando hidrógeno y oxígeno. El hidrógeno producido, sea por este método o por cualquier otro, puede ser utilizado como combustible en sustitución del gas natural. También en motores, a través de pilas de combustible, en las que el hidrógeno reacciona con el oxígeno del aire y genera electricidad, siendo vapor de agua el único residuo.

De nuevo, los costes pueden ser un problema inasumible. La necesaria ambición de los objetivos medioambientales no puede hacernos olvidar las restricciones económicas del suministro energético. La energía en 2050 será muy distinta a la que hoy conocemos, pero aún no sabemos las tecnologías que acabarán imponiéndose. La ambición no debe estar reñida con la prudencia y decisiones que condicionan el futuro, a favor o en contra de cualquier energía que no genere emisiones, deben tomarse con exquisito cuidado.

El 12 de diciembre de 2015 se clausuró en París la vigésimo primera Conferencia de las Partes (COP 21) del Convenio Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático. Casi 200 países alcanzaron un acuerdo —el Acuerdo de París sobre reducción de emisiones de CO2. El gran objetivo del acuerdo era mantener el incremento de temperatura de la Tierra respecto a la existente en la era preindustrial por debajo de dos grados centígrados e intentar limitarlo a un grado y medio. Para ello, el contenido de CO2 en la atmósfera no debía superar las 450 ppm (partes por millón).

Agencia Internacional de la Energía (AIE) Energía Efecto invernadero
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