Es noticia
Tragedia liberal
  1. España
  2. Por si acaso
Nemesio Fernández-Cuesta

Por si acaso

Por

Tragedia liberal

El mayor error de Ciudadanos ha sido reclamar la bandera del liberalismo y de la centralidad política y no comportarse como un partido de centro liberal

Foto: Operarios desmontan la pantalla gigante de la sede de Ciudadanos. (EFE)
Operarios desmontan la pantalla gigante de la sede de Ciudadanos. (EFE)

En el breve lapso de siete meses, más de dos millones y medio de españoles han dejado de votar a Ciudadanos. Es la tragedia de un partido reducido de la relevancia de poder formar Gobierno a la irrelevancia de ser invitado a refrendar un pacto ya cocinado entre PSOE y Podemos cuyos detalles aún no se conocen. Es la tragedia también de un país, España, en el que el centro político se diluye en favor de los extremos.

Rivera dimite como presidente, como diputado y como político

El mayor error de Ciudadanos ha sido reclamar la bandera del liberalismo y de la centralidad política y no comportarse como un partido de centro liberal. Un partido liberal no puede negarse por principio a pactar con una fuerza política situada inmediatamente a su izquierda, ni puede, tras las elecciones autonómicas y locales, adoptar con carácter general una posición subsidiaria respecto al partido situado a su derecha, al que se le entrega sistemáticamente el poder. El argumento de la regeneración política utilizado en Andalucía para desalojar al PSOE tras décadas en el poder era igual de válido, en sentido contrario, para desalojar al PP en Castilla y León.

Un partido liberal no debe gobernar con el apoyo de un partido como Vox, que reniega del liberalismo, que desconfía de la Unión Europea, y adopta principios arcaicos en su enfoque económico y en su concepción social. Un partido liberal no puede estar a favor de la ilegalización de un partido político. En el pasado debate electoral, el estruendoso silencio de Casado y Rivera a la pregunta de Sánchez sobre la ilegalización del PNV o la reciente propuesta de la Asamblea de Madrid sobre ilegalización de determinados partidos son incompatibles con una aproximación liberal a la política. Ante la comisión de delitos, ya están los tribunales. Lo sabemos y tenemos buena prueba de ello. El liberalismo, por definición, no puede poner cortapisas a ninguna forma de pensar, aunque debe oponerse con rotundidad a maneras de actuar contrarias a la ley vigente.

Foto: Albert Rivera con José Manuel Villegas. (EFE)

Al día siguiente del fracaso de la investidura de Pedro Sánchez por la falta de acuerdo con Podemos, Ciudadanos debió ofrecer al PSOE la negociación de un acuerdo de gobierno. Tras el fracaso por la izquierda, los 180 escaños de ambos partidos suponían la única alternativa válida. Solo lo hizo al final, sin rotundidad, cuando las nuevas elecciones se sabían inevitables y las encuestas empezaban a anticipar el desastre. En el camino, Rivera sofocó de forma expeditiva cualquier atisbo de rebelión interna, con la consecuente pérdida de peso político e intelectual de su partido. Para rizar el rizo, tras la convocatoria de nuevas elecciones, el anatema del pacto con Sánchez se transforma en disponibilidad al acuerdo.

Errores aparte, la dificultad de ocupar el centro político es manifiesta. Cualquier suceso que provoca la radicalización de una parte del electorado moderado reduce las opciones del centro liberal. Las algaradas de los CDR en las calles de Barcelona con el apoyo de la Presidencia de la Generalitat han reforzado a la derecha radical española.

Foto: El líder de Ciudadanos, Albert Rivera. (Reuters)

La dimisión de Rivera y su retiro dignifican aún más su ya relevante aportación a la política española. Siempre habrá que agradecerle la creación de Ciudadanos, su configuración como partido liberal y de centro, su esfuerzo y dedicación personal durante 13 años, su defensa de una nación de ciudadanos libres e iguales y su desafío a un nacionalismo excluyente.

Siempre habrá que agradecerle la creación de Cs, su configuración como partido liberal y de centro, su esfuerzo y dedicación personal durante 13 años

El hundimiento del centro político trasciende el perímetro de un partido. En la nueva legislatura se sientan en el Congreso 126 diputados contrarios a nuestra vigente Constitución, al menos en lo que se refiere al ámbito territorial. Los 52 diputados de Vox propugnan la supresión de las autonomías, mientras que 74 diputados de ocho formaciones distintas defienden el ejercicio del derecho de autodeterminación. Independentistas o no, no consideran que la soberanía corresponda al pueblo español en su conjunto. La mayoría constitucionalista ha perdido 27 diputados entre abril y noviembre y por vez primera se sitúa por debajo de los dos tercios de la Cámara.

Habrá quien piense que el crecimiento de los extremos propicia el equilibrio, pero la experiencia demuestra que los extremos se retroalimentan en detrimento de la convivencia y del progreso social y económico. Ni el PP puede dejar de mirar de reojo a Vox a la hora de tomar decisiones, ni el PSOE puede olvidar a Podemos. Cualquier acuerdo transversal, necesariamente centrado, será atacado por los extremos en busca de réditos electorales. Ante las salidas de tono de Vox el PP guardará silencio y lo mismo hará el PSOE con Podemos, debido al miedo de ambos a perder votos.

Los extremos se retroalimentan en detrimento de la convivencia y del progreso social y económico

Cuando imperaba el bipartidismo en España, los votantes más centrados, con la alternancia de su voto o con su abstención, decidían quién gobernaba. Ahora que, según parece, el multipartidismo ha llegado para quedarse, es más necesario que nunca un partido de centro, liberal, que asuma, a través de su capacidad de negociar y alcanzar acuerdos, la responsabilidad de la alternancia política y de constituirse en el eje central de la articulación de amplios acuerdos de gobierno. Un partido que siga considerando España como una nación de ciudadanos libres e iguales y que luche para que ese concepto se traslade a la vida diaria de todos y cada uno de nosotros. Un partido que apueste decididamente por la libertad de mercado y por la competitividad de nuestras empresas y su inserción en un mundo global, pero que no olvide que la corrección de las desigualdades y la protección de los más desfavorecidos forma parte de sus obligaciones.

Nuestro sistema electoral, con circunscripciones provinciales y Ley d’Hont, penaliza gravemente a cualquier partido de ámbito nacional cuyo porcentaje de votos se sitúe por debajo del 10%. Ciudadanos, con un 7%, se queda en 10 escaños, mientras que Ciudadanos en abril o Vox ahora, con un 15% de votos, superan los 50 escaños. Con el doble de votos se obtienen cinco veces más escaños. La grandeza de ser un partido de centro, cuyos perfiles ideológicos están más difuminados y su espacio político es más estrecho, es que la vida siempre es más difícil.

En el breve lapso de siete meses, más de dos millones y medio de españoles han dejado de votar a Ciudadanos. Es la tragedia de un partido reducido de la relevancia de poder formar Gobierno a la irrelevancia de ser invitado a refrendar un pacto ya cocinado entre PSOE y Podemos cuyos detalles aún no se conocen. Es la tragedia también de un país, España, en el que el centro político se diluye en favor de los extremos.

Ciudadanos Liberalismo