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Realidad, la dura realidad

Cuando la terca realidad impone sus restricciones, suele recurrirse a la aparición de nuevas circunstancias que invalidan el cálculo inicial del Gobierno o simplemente nos hacen comulgar con una realidad paralela

Foto: Una torre de red eléctrica de transporte de energía en un barrio de Bilbao. (EFE/Luis Tejido)
Una torre de red eléctrica de transporte de energía en un barrio de Bilbao. (EFE/Luis Tejido)
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No hace falta seguir un curso de negociación avanzada para saber que entregar tu baza más preciada, y por escrito, al inicio de las conversaciones constituye la mejor manera de no conseguir ninguno de tus objetivos. Marruecos tiene nuestra conformidad a su control permanente sobre el Sáhara. Nosotros no tenemos el reconocimiento —aunque fuera tácito a través del establecimiento de aduanas— de nuestra soberanía sobre Ceuta y Melilla, ni la delimitación de aguas territoriales con Canarias. No hace falta ser un avezado experto en relaciones exteriores para saber que, si has decidido adoptar una postura contraria a los intereses del país que te suministra el 40% del gas natural que consumes, conviene hacerla patente en un momento de abundancia de gas en los mercados internacionales y no en medio de la mayor crisis energética de las últimas décadas.

El mecanismo elegido para intervenir el mercado eléctrico, a través de una subvención al carbón y al gas que pagan los propios consumidores que se benefician de la teórica rebaja del precio de la electricidad, tenía dos riesgos y una contraindicación clara: el primer riesgo era disponer de menos viento —algo normal en verano— y el segundo que los precios del gas se dispararan, hipótesis también probable en medio del conflicto en Ucrania y visto que Rusia ya había cortado el suministro a Bulgaria, Polonia, Finlandia, Dinamarca y Países Bajos. La contraindicación era clara: si subvencionas el precio de un bien en un mercado abierto, vas a incrementar tus exportaciones, con lo que subvencionas a los países adquirentes. Los dos riesgos citados se han materializado: una ola de calor y la reducción de los suministros rusos de gas a Italia y Alemania han hecho que la generación de electricidad con gas alcance sus máximos históricos con unos precios de gas también inusitadamente altos. Como la realidad es implacable y no se atiene a nuestra voluntad, esa cantidad de gas a esos precios ha servido para que en la semana que llevamos de vigencia de la excepción ibérica hayamos batido todos los récords de exportación de electricidad a Francia y Portugal. El Gobierno español ha forzado a los que considera “consumidores vulnerables” a subvencionar los consumos de electricidad de nuestros vecinos.

Foto: El ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá Congreso, conversa con el secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, Rafael Simancas, este jueves en el Congreso. (EFE/Mariscal)

Hemos cerrado la primera parte de la reforma de nuestro sistema de pensiones con la decisión de revalorizar las pensiones anualmente en función del IPC. Estamos a vueltas con los autónomos y sus cotizaciones, y con un cierre del sistema que asegure su sostenibilidad en el tiempo, lo cual, con una inflación del 8,7% y la jubilación progresiva de los nacidos en el 'baby boom' de finales de los cincuenta y principios de los sesenta, se antoja imposible.

La mayoría absoluta del PP en las elecciones andaluzas, con casi el doble de escaños que el PSOE, se debe, entre otras razones, a que muchos españoles no entienden que el partido socialista gobierne de la mano de ERC y de Bildu, dos partidos que, cada uno a su manera y en su momento, han tratado de subvertir el orden constitucional y de imponer, por la fuerza de las armas o de los hechos, su voluntad al resto de los españoles.

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, durante el congreso regional. (EFE/Mariscal)
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La moraleja de estas historias es que la terca realidad no se modifica a nuestro antojo. Es una variable exógena, un dato del problema con el que hay que contar para tratar de encontrar una posible solución. No se trata de que tus intenciones sean loables, ni de que tus decisiones de gobierno eviten un mal mayor. Se trata de que tus decisiones, para que sean efectivas, requieren contar con la realidad del mundo circundante. Con un mundo en el que se mueven actores que tienen sus propias convicciones y que velan por sus propios intereses, por definición no necesariamente coincidentes con los tuyos. Un mundo y una sociedad que funcionan de acuerdo con unos parámetros que no tienen por qué ceñirse ni a tu concepción ni a tus deseos.

Cuando la terca realidad impone sus restricciones, suele recurrirse a la aparición de nuevas circunstancias que invalidan el cálculo inicial del Gobierno o simplemente nos hacen comulgar con una realidad paralela: la aduana en Ceuta es cuestión de días, el enfado argelino se debe a la influencia rusa, el fracaso de la excepción ibérica tiene su origen en la confabulación de las eléctricas, la revalorización de las pensiones no tensiona el sistema y las elecciones andaluzas se pierden por una extemporánea convocatoria que ha desmovilizado a la izquierda. Pueden vendernos la creciente influencia de Pedro Sánchez en la escena europea, pero la realidad es que la candidatura de Ucrania a la Unión Europea se materializa en un viaje a Kiev del presidente francés y de los primeros ministros de Alemania e Italia.

Foto: (iStock)

La reciente reunión del Banco Central Europeo ha puesto punto final a la barra libre de emisión de deuda. Aunque el banco diseñará un mecanismo de soporte de la deuda de los países más endeudados a partir de los vencimientos de la deuda que tiene en su poder, ha sonado la primera llamada a la vuelta a una cierta disciplina financiera, que nos pilla con un déficit público estructural del 4% y con una deuda pública del 118% de nuestro PIB. No es un problema estrictamente español, pero a nosotros nos corresponde solucionar el nuestro. Es indispensable alcanzar un gran acuerdo entre fuerzas políticas y agentes sociales que nos permita sanear, en un plazo de tiempo no excesivo, nuestras finanzas públicas. Del mismo modo, necesitamos un pacto de rentas que nos permita lidiar con una inflación del 8,7% y del que no puede excluirse a los pensionistas.

Es cierto que nuestra economía no se desenvuelve mal. De la misma manera que fuimos el país más afectado por la pandemia por nuestra dependencia del turismo, somos el país que más rápido crece cuando desaparecen las restricciones a los viajes. Dejando al margen la polémica entre temporales y fijos discontinuos, nuestro mercado de trabajo crece a buen ritmo. El riesgo es que sobre estos datos positivos intentemos construir una realidad paralela que pretenda hacernos olvidar la terca realidad de nuestros desequilibrios macroeconómicos básicos, que solo se pueden atajar a partir de amplios consensos, difíciles, pero no necesariamente imposibles de construir, en la España de 2022.

No hace falta seguir un curso de negociación avanzada para saber que entregar tu baza más preciada, y por escrito, al inicio de las conversaciones constituye la mejor manera de no conseguir ninguno de tus objetivos. Marruecos tiene nuestra conformidad a su control permanente sobre el Sáhara. Nosotros no tenemos el reconocimiento —aunque fuera tácito a través del establecimiento de aduanas— de nuestra soberanía sobre Ceuta y Melilla, ni la delimitación de aguas territoriales con Canarias. No hace falta ser un avezado experto en relaciones exteriores para saber que, si has decidido adoptar una postura contraria a los intereses del país que te suministra el 40% del gas natural que consumes, conviene hacerla patente en un momento de abundancia de gas en los mercados internacionales y no en medio de la mayor crisis energética de las últimas décadas.

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