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En el 23-F estaban muchos, no sólo el loco de Tejero
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Melchor Miralles

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En el 23-F estaban muchos, no sólo el loco de Tejero

Treinta años después, uno lee y lee artículos, libros, reportajes, entrevistas y todo lo demás y, si no lo hubiera vivido, lo creería.  Todos estaban contra

Treinta años después, uno lee y lee artículos, libros, reportajes, entrevistas y todo lo demás y, si no lo hubiera vivido, lo creería. Todos estaban contra el golpe, todos se cuelgan la medalla de haber contribuido a salvar la democracia, nadie sabía nada de lo que iba a suceder, todo el mundo es bueno, cuando en realidad, en el golpe de Estado frustrado del 23 de febrero de 1981, por acción o por omisión, estuvieron muchos de ellos. Sí, evidentemente los que lo organizaron, pero además sus instigadores, también aquellos que lo consintieron, quienes se pusieron de perfil y miraron para otro lado, los que no investigaron, aquellos que activamente ocultaron información a los investigadores, los que lo juzgaron de modo ignominioso, y por supuesto quienes estaban dispuestos a aceptar que no había otra y hasta buscaron su sitio en el apaño. Aunque ahora todos nos cuentan sus batallitas de demócratas de la hora undécima, conviene recordar que en el 23-F estuvieron muchos, no sólo el loco de Tejero.

Ha quedado en nuestra memoria junto a los golpes del XIX, el golpe de Primo de Rivera del 23 o el alzamiento del 36, pero sucedió ayer, en términos históricos y aún está sin esclarecer. Menos Milans, todos están vivos y cada uno ha aprovechado la ocasión, los 30 años, para vendernos su película. Tejero tan lamentable e intrascendente como siempre, Armada insistiendo en que estaba a las ordenes del Rey, San Martín con sus mentiras adornadas de amor a la patria… Pero algunos no estamos por la labor de comprar mercancía tan averiada.

Y todos los diputados, acongojados en el suelo, excepto tres valientes, el presidente Suárez, el vicepresidente Gutiérrez Mellado y Carrillo, que permanecieron sentados y que pasaran a la Historia como símbolos de la dignidad frente a los golpistas

La realidad es que ETA buscaba incesante desestabilizar la incipiente democracia. Los milicos, sí, milicos de los peligrosos, se resistían a vivir con el PCE legalizado y un nuevo Estado de las Autonomías que veían como una amenaza secesionista. El Rey, más que imprudente, ponía a parir a Suárez con todo el que le escuchaba, y llegó a criticarle en presencia de los altos mandos militares, y a la vez recibía a un Armada envalentonado en Zarzuela, dando pábulo a su respaldo a un golpe pactado y alentando los delirios franquistas de los mas conspicuos militares del Régimen. Lideres de la UCD, PSOE, PP, CiU y otros hablaban con los conspiradores aparentemente presentables y pactaban un posible Gobierno de concentración presidido por Armada como mal menor. Algunos periodistas buscaban su sitio en el nuevo escenario, como Emilio Romero, y se llegó a hablar de un Gobierno en el que estuviera Ansón. Y Terence Todman, entonces embajador de los EEUU, se movía entre bambalinas como pez en el agua.

Símbolos de la dignidad

Y como en realidad los conspiradores estaban divididos y se engañaban entre ellos, el más chusco y lanzado, el teniente coronel Tejero, se lía el tricornio a la cabeza y asalta el Congreso esperando a la autoridad competente, militar por supuesto, es decir, a Armada, pero al darse cuenta del engaño, de que no iba a crearse una Junta Militar, sino en realidad un Gobierno presidido por Armada con socialistas y comunistas en su seno, se estropea el plan, y se hace fuerte en el Congreso con sus señorías secuestradas sin saber muy bien qué hacer. Y todos los diputados, acongojados en el suelo, excepto tres valientes, el presidente Suárez, el vicepresidente Gutiérrez Mellado y Carrillo, que permanecieron sentados y que pasaran a la Historia como símbolos de la dignidad frente a los golpistas.

El Rey decide esperar a las gestiones de Armada en el Congreso, opta por no utilizar las radios para abortar inmediatamente el golpe, que es lo que debió haber hecho, trata de que otras capitanías generales no se sumen a la intentona como la de Valencia con Milans a la cabeza y finalmente, a la una de la madrugada, más tarde de lo debido, zanja contundentemente la operación con un discurso en televisión firme en defensa de la Constitución y la democracia.

Y después, la vergüenza, la ignominia. Un pacto del capó extrajudicial que garantiza impunidad para muchos, un Parlamento que no investiga y mira para otro lado, una justicia militar que no quiere hacer Justicia, una sentencia blanda, penas reducidas, unos pocos a prisión y el resto a casa y la vergonzosa absolución del comandante del CESID José Luis Cortina y de la trama civil, que parece que no existió, y los documentos escritos y las cintas más comprometedoras, aún a buen recaudo, quizá hasta dentro de poco.

Pero sí, existió, hubo un golpe de Estado, y en él estaban muchos, no solo el loco de Tejero. La Historia está por escribir.

Treinta años después, uno lee y lee artículos, libros, reportajes, entrevistas y todo lo demás y, si no lo hubiera vivido, lo creería. Todos estaban contra el golpe, todos se cuelgan la medalla de haber contribuido a salvar la democracia, nadie sabía nada de lo que iba a suceder, todo el mundo es bueno, cuando en realidad, en el golpe de Estado frustrado del 23 de febrero de 1981, por acción o por omisión, estuvieron muchos de ellos. Sí, evidentemente los que lo organizaron, pero además sus instigadores, también aquellos que lo consintieron, quienes se pusieron de perfil y miraron para otro lado, los que no investigaron, aquellos que activamente ocultaron información a los investigadores, los que lo juzgaron de modo ignominioso, y por supuesto quienes estaban dispuestos a aceptar que no había otra y hasta buscaron su sitio en el apaño. Aunque ahora todos nos cuentan sus batallitas de demócratas de la hora undécima, conviene recordar que en el 23-F estuvieron muchos, no sólo el loco de Tejero.

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