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El voto de sus señorías y el poder del perro
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Melchor Miralles

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El voto de sus señorías y el poder del perro

El Parlamento va a aprobar una reforma constitucional para garantizar el principio de estabilidad presupuestaria, apadrinada por Merkel, Sarkozy y Trichet, que reclamaba el PP desde

El Parlamento va a aprobar una reforma constitucional para garantizar el principio de estabilidad presupuestaria, apadrinada por Merkel, Sarkozy y Trichet, que reclamaba el PP desde hace más de un año. Una reforma que el presidente Zapatero le ha encalomado al candidato Rubalcaba, que los dos partidos mayoritarios han pactado con nocturnidad veraniega en plenas vacaciones, a la que por ahora se suma UPN (tal vez la apoye algún grupo más a última hora con más o menos reparos), y que deja aún más en pañales democráticos a nuestra clase política y la aleja de quienes reclaman -reclamamos- más democracia, más transparencia, más debate, más participación y menos oscuridad y mentiras.

Alguna cosa sí quiero añadir a lo ya escrito en El Confidencial por Zarzalejos y S. McCoy, et al que suscribo de la A a la Z. He reído, por no llorar, al escuchar en público y en conversaciones privadas off the record  a diputados del PSOE, y, ojo, también del PP, comentar que están en desacuerdo bien con el fondo de la reforma constitucional, bien con la forma; incluso algunos consideran, como varios sindicatos y otros colectivos, que la modificación de la Carta Magna debiera hacerse previo referéndum.

La inconstitucional disciplina de voto

Inevitablemente, salvando todas las más que evidentes distancias, me ha venido a la cabeza una relectura de este verano, la joya de Don Winslow El poder del perro. He sentido que nuestro Parlamento es una suerte de sede de la desolación; me da la sensación de que nuestras señorías acuden al ridículo en un autobús abarrotado como uno de los capos dice que acudirá al infierno. El poder del perro en nuestra democracia es también el poder de quienes tienen la llave para acceder a las listas electorales. Me parece una indignidad que no haya habido hasta ahora una rebelión de nuestros políticos frente a la inconstitucional disciplina de voto que obliga a sus señorías a votar en contra de su voluntad. Si en la novela-realidad uno solo libra su cuello de la espada y su vida de las garras del perro desapareciendo para siempre, en nuestra realidad política solo libra su cabeza de la mano que maneja las listas y su vida de las garras del perro quien toma la decisión de abandonar, y le trae al pairo la amenaza de quedarse sin la bicoca.

El PSOE, como el PP, trata a los ricos con cariño, cortesía, amistad, pleitesía y sumisión, porque, entre otras cosas, esos ricos de verdad son los que les han sacado las castañas del fuego cuando lo han necesitado por tener las arcas secas de tanto gastar.

Son diferentes locuras morales, pero, lamento decirlo, creo que hay muchos paralelismos, más de los que parece. En ambas la incompetencia, la corrupción económica, ética y moral y la conveniencia política dibujan un escenario pavoroso que terminará por hacer creer a demasiados que democracia constitucional es un oxímoron, como policía secreta. Ya sé que lo más difícil del mundo no es reprimirse de cometer maldades, sino plantarles cara y frenarlas, pero aceptar como inevitable una decisión de este calado en pleno verano, con las Cámaras de vacaciones, con los cuarteles generales sacando del desván a los negociadores más viejos del lugar, trujamanes de transacciones vergonzantes y diálogos en los que la moral no existe, sólo los intereses de unos pocos, precisamente los que nos han llevado a la ruina en la que estamos.

Es cierto que el PP de Rajoy tiene mejor coartada, porque llevaba meses reclamando la modificación constitucional para garantizar la estabilidad presupuestaria, pero podía haber actuado más democráticamente buscando un acuerdo para incluir el asunto en los compromisos electorales para formalizarlo en enero de 2012, y entre tanto haber negociado una ley, y haber exigido una lucha en serio, a saco, con consecuencias graves, contra el fraude y la corrupción, si no universalizada, sí generalizada. Los populares han obtenido un éxito indiscutible a corto plazo, pero la victoria nos va a costar mucho política y económicamente.

Pero el PSOE no tiene un pase, con el teatrillo de Rubalcaba, el ofendido, que acepta por sentido de la responsabilidad y se apunta el tanto de haber afinado el texto para contentar a los nacionalistas en los que aún confía, el poder del perro, para poder gobernar si un milagro evita la mayoría absoluta popular. Pero no, no cuela, y el candidato ha quedado con el culo al aire por más que se haya adelantado a responsabilizar al presidente de la debacle que se temen él y los suyos. Y de una tacada ha abierto una crisis interna apabullante, se ha cargado esas buenas relaciones con los nacionalistas y separatistas a los que creyó pillar en pelotas veraniegas y ha abierto una sima con IU probablemente irrecuperable.

El poder del perro, el miedo al jefe que lo puede todo en la elaboración de las listas electorales, con las que se marca el destino de unos seres que, en muchos casos, no han hecho otra cosa en la vida que aprovecharse de la mamandurria, vivir del erario público, obedientes, sin vida propia, apretando la tecla del sí o el no en función de las órdenes superiores, no obedeciendo a su conciencia o a sus compromisos adquiridos con los ciudadanos.

Los ricos de verdad tienen la pasta y el patrimonio fuera

Y en medio del debate sobre la reforma constitucional, el debate insolente sobre los ricos. Los socialistas, desesperados, después de cargarse, acertadamente, el impuesto sobre el patrimonio, recurre en este permanente período pre electoral a la amenaza de restituirlo. Qué miedo. Veo a los ricos, a los de verdad, a los Botín, Abelló, Isidoro, Koplowitz, Florentino, Ortega y compañía temblando como espaldas mojadas a punto de caer en manos de la Policía de fronteras. Qué risa. Como si con ese impuesto se fuera a arreglar la crisis. Ese impuesto, como casi todos los que son, no despluma a los ricos, jode a muchos de los que conforman una clase media que con su esfuerzo, su trabajo y su talento, ha sido capaz de crear un patrimonio que le ayude a garantizar su futuro.

El PSOE, como el PP, trata a los ricos con cariño, cortesía, amistad, pleitesía y sumisión, porque, entre otras cosas, esos ricos de verdad son los que les han sacado las castañas del fuego cuando lo han necesitado por tener las arcas secas de tanto gastar. Y como los ricos de verdad tienen la pasta y el grueso del patrimonio fuera, el felipismo se inventó las sicav para que los casi ricos dejaran aquí la tela en condiciones ventajosas. Y esos aspirantes a entrar en el club al que solo se accede a partir de muchos ceros las constituyeron a mansalva, mientras los ricos se descojonaban de ellos y creaban alguna para parecer menos ricos. El poder del perro.

Ahora que no es que las vacas sean flacas, sino que nos quedamos sin vacas, los ricos siguen siendo ricos y lo serán más, se están hartando de comprar oro, aseguran la pasta en sus paraísos, comentan la jugada en sus yates surcando mares de olas de indignidad y los políticos nos la meten doblada mientras sangran a los autónomos, a los que viven de su nómina, a los pequeños y medianos empresarios que no han cerrado… Y los medios de comunicación más ricos jalean a los políticos y a los ricos porque de ellos dependen para seguir influyendo en sus decisiones. El poder del perro. Salvando todas las distancias, pero el poder del perro. Sí, Art, sí, "libra mi cuello de la espada, y mi vida de las garras del perro".

El Parlamento va a aprobar una reforma constitucional para garantizar el principio de estabilidad presupuestaria, apadrinada por Merkel, Sarkozy y Trichet, que reclamaba el PP desde hace más de un año. Una reforma que el presidente Zapatero le ha encalomado al candidato Rubalcaba, que los dos partidos mayoritarios han pactado con nocturnidad veraniega en plenas vacaciones, a la que por ahora se suma UPN (tal vez la apoye algún grupo más a última hora con más o menos reparos), y que deja aún más en pañales democráticos a nuestra clase política y la aleja de quienes reclaman -reclamamos- más democracia, más transparencia, más debate, más participación y menos oscuridad y mentiras.

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