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Más allá del 2020
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Más allá del 2020

A partir de entonces, nuestros hijos serán quienes decidan como quieren vivir. Pero... más allá del 2020, España tendrá el problema de una estructura demográfica inconveniente,

A partir de entonces, nuestros hijos serán quienes decidan como quieren vivir. Pero... más allá del 2020, España tendrá el problema de una estructura demográfica inconveniente, con enormes clases pasivas, sostenidas por inmigrantes con trabajos no cualificados, de escaso valor añadido. Tendremos un Estado empobrecido que apenas ha podido salir del endeudamiento con el que se llegó a principios de esa década, sin apenas inversiones públicas y escaso potencial de gasto, debilitado por años de corrupción, nepotismo y estériles contiendas partidistas.

 

Más allá del 2020, estaremos pagando ya nuestra división lingüística y la descomunal carencia de oportunidades para quienes optaron por una educación pegada al terruño, para quienes antepusieron lenguas de poco alcance a la practicidad universal del inglés y del español en un mundo globalizado, que deglute provincianos soberbios y rebeldes sin posible marcha atrás. En el 2020 sufriremos los resultados de nuestra falta de planificación y criterio, de los dislates legislativos y presupuestarios autonómicos, con la consiguiente fragmentación de mercados y una atomización empresarial irreversible. Se habrá consolidado la insolidaridad interregional, con unas diferencias enormes entre regiones pobres, regiones empobrecidas y regiones parásitas, no para beneficio de su población, sino de sus clases dirigentes políticas y empresariales.

Más allá del 2020, estaremos pagando las consecuencias de un plan energético (e hidrográfico) electoralista y demagógico, que nos separa de los costes de los demás ciudadanos europeos y secuestra una parte creciente de nuestra renta, impidiendo nuestra diversificación. Circularemos en vehículos eléctricos cuyo coste por kilómetro, fruto de nuestra carencia de energía y de su oligopolio gestor, será varias veces más caro que el actual. Y nuestra factura energética, para hogares y empresas, será superior a la factura media europea, detrayendo enormes recursos del ahorro y el consumo privados y afectando severamente la competitividad de nuestra industria.

Más allá del 2020, seguiremos pagando un coste bancario muy superior a la media europea, a unas entidades propiedad de recónditos fondos de inversión y unas Cajas de ahorro deterioradas por su colusión con una vida política local depredadora y autoindulgente. Y seguiremos identificando el futuro de una inversión con la solvencia anterior de sus promotores.

Más allá del 2020, la población residente no alcanzará los actuales 45 millones de habitantes. Aumentará la proporción de emigrantes sin formación mientras la fuga de cerebros y de simples titulados, será imparable por la falta de oportunidades y las injustas y ridículas condiciones laborales que se ofrecen a los mejor preparados. Y los más emprendedores emigrarán, ahogados por una Hacienda voraz y unas Administraciones Públicas desproporcionadas e inquisitoriales.

Más allá de 2020, habremos ensayado toda clase de reformas fiscales, pero ninguna conseguiría detener el creciente éxodo empresarial en busca de capital y mercados con mayor masa crítica. Las rentas salariales participarán aún menos en la riqueza nacional, la clase media será cada vez menor y el ciudadano medio significativamente más pobre.

Más allá del 2020, habremos dejado de creer en la justicia que, dependiente del poder político, no será más que una acumulación de contradicciones. La hipertrofia normativa hará las leyes irreconocibles y los ciudadanos vivirán al margen de ellas, componiendo sus diferencias como mejor sepan y evitando el trato con los poderes públicos: unos ciudadanos permanentemente maltratados e indefensos ante los abusos de los oligopolios distribuidores de energía, telefonía, banca o seguros.

Más allá del 2020, habremos dejado de participar en las sucesivas elecciones, porque tendremos la sensación de que ninguno de los partidos alternantes quiere modificar las leyes electorales ni favorecer el acceso de nuevos movimientos al poder. Habremos aceptado pasivamente que una casta nos parasite, sin exigirle nada porque de ella nada se espera, ni tan siquiera para atajar con eficacia el negocio del terrorismo y sus entornos.

Y si no hacemos nada hoy, más allá de 2020, seguiremos lamentándonos de no haber empezado antes a hacer entrar en razón a nuestros actuales gobernantes, a exigirles resultados en su gestión y a no tolerar su indiferencia ante los abusos de sus propias huestes.

Proyecto Cívico, como no habría de ser de otra manera, se niega a aceptar la deriva y se propone pasar a la acción. Nuestros próximos posts irán planteando reivindicaciones concretas, partiendo del pluralismo político pero con la mayor racionalidad y sin olvidarnos de que estamos en Europa, desde donde contemplan con estupor y asombro lo que ocurre en España.

Y bucearemos en nuevas historias empresariales capaces de poner en cuestión nuestras aptitudes y actitudes patrias. Ante el inexorable avance de la globalización, solo podemos oponer un mejor capitalismo que el vivido, reivindicando los principios morales que nos hicieron crecer en la Historia.

Y como siempre con sus comentarios compondremos nuestro Manifiesto Cívico. Pero esta vez, nos gustaría oír también sus sugerencias. Muchas gracias.

A partir de entonces, nuestros hijos serán quienes decidan como quieren vivir. Pero... más allá del 2020, España tendrá el problema de una estructura demográfica inconveniente, con enormes clases pasivas, sostenidas por inmigrantes con trabajos no cualificados, de escaso valor añadido. Tendremos un Estado empobrecido que apenas ha podido salir del endeudamiento con el que se llegó a principios de esa década, sin apenas inversiones públicas y escaso potencial de gasto, debilitado por años de corrupción, nepotismo y estériles contiendas partidistas.

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