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La superviviencia de los periódicos
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Juan Carlos Escudier

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La superviviencia de los periódicos

“La crisis de la prensa española es de tal calibre en estos momentos que, si no se toman medidas inmediatas, muchas empresas informativas tendrán que cerrar

“La crisis de la prensa española es de tal calibre en estos momentos que, si no se toman medidas inmediatas, muchas empresas informativas tendrán que cerrar sus puertas” Esta afirmación (...) sintetiza la gravedad del panorama informativo español actual. El espectacular descenso de tiradas, y la disminución de publicidad -principal elemento financiero de un periódico- son algunos de los indicadores de esta crisis, que en último término es una crisis del lector”. Esta actualísima radiografía de los medios impresos fue publicada en El País el 12 de enero de 1978. Como se ve, a la prensa le pasa lo que al teatro: siempre ha estado en crisis.

 

Quizás porque ha sonado demasiadas veces la alarma procedente de este redil sin que el rebaño resultase herido, nunca se ha hecho mucho caso a los gritos de auxilio del sector. El último pastorcillo mentiroso en anunciar la llegada del lobo ha sido Pedro J. Ramírez aunque en esta ocasión y, sin que sirva de precedente, al director de El Mundo se le han escapado algunas verdades, la fundamental que los editores de este país han antepuesto la venta de edredones a la de información, incluido él mismo. Por cierto que, tras el fracaso de la enésima historia de la Transición, a la que Vicky Prego se ha dedicado en cuerpo y alma durante casi dos años, el último ‘edredón’ de Ramírez ve la luz este domingo: un millón de menús de la Escuela de Cocina Telva, en DVD y fichas.

Pues bien, las promociones han facilitado ingresos y han permitido ganar compradores de diarios (lo de lectores es más discutible) o, al menos no perderlos. De su importancia en la cuenta de resultados de los grandes medios daba cuenta hace un par de años el entonces consejero delegado de Prisa, Juan Luis Cebrián, reconociendo que El País ya facturaba más por este concepto que por las ventas de ejemplares. Pero el panorama ha cambiado radicalmente.

Lo que está ocurriendo ahora es bastante simple de explicar. Las promociones están fracasando porque las estanterías de los lectores no admiten más cacerolas ni coleccionables repes, y ello ha redundado un sensible descenso de las ventas que no admite más maquillajes. Simultáneamente, la crisis y la pérdida de lectores han provocado una vertiginosa caída de la publicidad, que según el Libro Blanco de la Prensa Diaria de 2009 se situará en el 16% como media, pero que será mayor en algunos grupos. Según cifras del propio Ramírez, la factura publicitara de El Mundo, El País y el ABC se ha reducido en más de un 30% respecto al último año.

Por si fuera poco, a esta vía de agua hay que añadir los boquetes de las alocadas políticas empresariales, que confiaban en que la gallina de los huevos de oro fuera además inmortal y capaz de mantener adquisiciones disparatadas como la de Recoletos por parte de Unidad Editorial o pesos muertos y muy caros como la televisión digital de Polanco. De momento, los periódicos siguen ganando dinero pero no pueden pagar a los bancos. Esa es la situación al día de hoy.

Se trata tan solo de los aspectos locales de una crisis global de los medios impresos tradicionales, golpeados duramente por Internet y, en muchos países, por la irrupción de una prensa gratuita que ha satisfecho las necesidades básicas de información de buena parte de la población. Por volver al caso de España, mientras el crecimiento en número de lectores de los periódicos de pago ha sido más bien discreto en la última década, los cuatro grandes diarios gratuitos acumulan ya nueve millones de asiduos, según la última oleada de la Encuesta General de Medios. Es decir, hay más gente dispuesta a leer pero muy poca dispuesta a pagar por una información que puede encontrarse en otros canales a coste cero.

El presidente de la Washington Post Company, Donald Graham, no ha tenido reparos en afirmar recientemente que “el modelo económico de la prensa escrita ya no funciona” ni en añadir después que el Post y Newsweek perderán dinero en 2008 y que “sería un desafío para nosotros demostrar algún progreso en un clima muy difícil para la publicidad en 2009”. En los últimos seis meses, la caída de tirada de los 507 diarios estadounidenses ha sido del 4,6% mientras que la publicidad se contraía en el último trimestre más del 18%. Por rematar el cuadro sirvan estas pinceladas: el grupo del Tribune se ha acogido a la ley de quiebras; The New York Times ha hipotecado su sede de Manhattan para obtener liquidez; más de 15.000 empleados de medios de comunicación se han ido a la calle; y el prestigioso Christian Science Monitor ha anunciado que en abril dejaría de imprimirse en papel y sólo será accesible a través de Internet.

La situación en Francia no es mucho mejor, tal y como se puso de manifiesto en un reciente congreso de editores celebrado el pasado mes de octubre en Lyon. La irrupción de Internet ha metido a los diarios en un callejón sin salida aparente: las ediciones digitales no compensan la crisis porque un lector en línea reporta diez veces menos ingresos que un lector de papel. Los asistentes al congreso apelaron a la creatividad en los contenidos, a la reorganización de las redacciones y la creación de nuevos productos para despejar la incógnita de una ecuación aparentemente irresoluble: los ingresos no dan para cubrir los costes fijos pero los lectores buscan informaciones diferenciadas, y por tanto más caras, para seguir comprando el diario.

Esta es, sin duda, una de las claves de la supervivencia. La nueva lucha de los medios impresos ha de ser por la calidad y no por la cantidad. Y para ello hay que limpiar las estructuras y los propios periódicos que, como señala la periodista Irene Lozano en un denso artículo publicado en enero de este año en la Revista de Occidente, son lo más parecido al departamento de souvenirs de El Corte Inglés, donde se amontona información relevante junto a noticias intrascendentes, castañuelas y tortilla de patatas junto a la guía del Museo del Prado.

En este mismo trabajo se da cuenta de los resultados de un estudio del Pew Reserch Center sobre la evolución del interés ciudadano por determinado tipo de noticias. El autor, Michael J. Robinson, observó que entre 1986 y 2006 no había habido ningún cambio en dicho interés, sino que habían sido los medios los que habían cambiado. En definitiva, que los lectores seguían muy de cerca las noticias de catástrofes y las económicas (empleo y precios) y que la información política y de conflictos (guerras terrorismo y violencia social) interesaba mucho más que los cotilleos, de los que ahora campan a sus anchas en las páginas de los denominados medios serios.

“La crisis de la prensa española es de tal calibre en estos momentos que, si no se toman medidas inmediatas, muchas empresas informativas tendrán que cerrar sus puertas” Esta afirmación (...) sintetiza la gravedad del panorama informativo español actual. El espectacular descenso de tiradas, y la disminución de publicidad -principal elemento financiero de un periódico- son algunos de los indicadores de esta crisis, que en último término es una crisis del lector”. Esta actualísima radiografía de los medios impresos fue publicada en El País el 12 de enero de 1978. Como se ve, a la prensa le pasa lo que al teatro: siempre ha estado en crisis.