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Juan Carlos Escudier

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De reducir los salarios y otras memeces

De la mano del Nobel Paul Krugman, que ha llegado en business y ha cobrado un riñón para decirle a Zapatero que o bajamos los precios

De la mano del Nobel Paul Krugman, que ha llegado en business y ha cobrado un riñón para decirle a Zapatero que o bajamos los precios y los sueldos o la crisis en vez de muy mala será horripilante, algunos gurús de la cosa y amplios sectores del empresariado han empezado a defender el recorte de salarios para frenar el incremento del desempleo y aumentar la competitividad. Del asunto de los precios se han olvidado porque no se puede estar a todo. Es comprensible.

De hecho, se cita como un ejemplo de responsabilidad de los trabajadores -que debería ser imitado por el conjunto del proletariado patrio- el caso de SEAT, donde sindicatos como UGT han apoyado la congelación de las nóminas a cambio de asegurar la fabricación de un nuevo modelo de vehículo y evitar despidos en la plantilla. El gesto, a tenor de lo anterior, tendría además un valor patriótico porque coadyuvaría en el empeño colectivo de alejarnos cuanto antes del abismo.

Si es preciso recortar los sueldos para aumentar la competitividad de las empresas que, según se nos dice, es muy baja en comparación con las de los países de nuestro entorno, hay que deducir que en España se nos ha ido la mano con los salarios y retribuimos mejor a los trabajadores que en el resto de los países con los que nos comparamos. En definitiva, que somos la envidia de la clase obrera porque, además, tenemos sol para pillar moreno y lucirlo con el mono abierto.

Algo tiene que fallar en este esquema porque ni los salarios son altos ni han crecido en los últimos tiempos, sino todo lo contrario -el sueldo medio cayó en 2006 un 0,7%- y su impacto en la productividad es similar al de otras economías. Lo certificaba recientemente el catedrático de Economía Aplicada, Vincenç Navarro: “El nivel de productividad de los trabajadores de la manufactura en España es el 75% de sus homólogos estadounidenses (año 2007), el mismo porcentaje prácticamente que los salarios de tales trabajadores representan de los estadounidenses (79%). Los trabajadores españoles no están sobrepagados. En realidad, en comparación con sus homólogos en la UE-15, están subpagados”. Duda despejada.

Aún así, pudiera ocurrir que la masa salarial de esa empresa llamada España fuera uno de los agravantes de la crisis y, en consecuencia, se hiciera necesario emplearse a fondo con las tijeras. Para ello habría que determinar cuál ha sido la causa del marasmo actual, que algunos autores -como el ya citado Navarro- atribuyen a una desigualdad de rentas de asombrosa similitud con la que dio pie a la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado.

 Según este análisis, las rentas del capital habrían crecido vertiginosamente en los últimos años y en su comportamiento especulativo estaría la causa de la crisis financiera actual; por el contrario, las rentas del trabajo habrían perdido peso en la renta nacional, provocando un descenso de la capacidad adquisitiva de las clases medias y populares y, en definitiva, del consumo, lo que explicaría la crisis económica.

Los datos avalan la teoría

Los datos parecen avalar esta teoría. Por poner el ejemplo de España, entre 1993 y 2005 las rentas del trabajo pasaron del 72% al 61%. Igual proceso se vivió en la Eurozona (del 70 al 62%) y en Estados Unidos (del 68 al 62%). Paralelamente, los beneficios empresariales crecieron en España entre 1999 y 2005 un 73% -en la Eurozona lo hicieron un 36%-, mientras que los costes laborales sólo aumentaron un 3,7%, una quinta parte del aumento que registraron en la Europa del euro.

En consecuencia, cabe colegir que la merma en la capacidad adquisitiva de los salarios hizo menos rentables las inversiones productivas, porque los consumidores tuvimos menos dinero para adquirir bienes y servicios, mientras que florecían las inversiones financieras y especulativas, centradas éstas en la vivienda, que disparó sus precios y endeudó brutalmente a las familias. “Cuando la burbuja estalló -sostiene Navarro- tal complejo ‘banca-agencias inmobiliarias-empresas constructoras’ tenía 1,6 millones de casas sin vender, con una demanda de sólo 225.000. Es decir, que aquel complejo había construido nada menos que siete veces más casas de lo que el país necesitaba, drenando recursos que se necesitaban en otros sectores”.

A partir de aquí, ¿cuál es la receta para salir del agujero? ¿Bajar los salarios y contener el gasto público? Krugman tendrá fama de socialdemócrata pero lo que defienden quienes verdaderamente lo son es, justamente, lo contrario. Es decir, impulsar la economía aumentando decididamente el gasto público en infraestructuras, y también en servicios públicos de carácter social, que es lo que está haciendo Obama en Estados Unidos con sus inversiones en la sanidad pública.

En el caso español, el aumento de las inversiones en el denominado Estado del Bienestar, ya sea en sanidad, educación, dependencia o en escuelas infantiles, permitiría corregir el enorme desfase del país en relación con la Europa de los 15, donde ocupa la penúltima posición tras Portugal en un gasto social por habitante que representa apenas el 70% de la media. No es ninguna tontería afirmar que existe una relación directa entre la baja productividad y el subdesarrollo del Estado del bienestar, que sólo desde una reducida visión neoliberal puede ser contemplado como un gasto y no como una inversión. ¿Qué cómo se paga todo esto? Endeudándonos, sí, pero también subiendo los impuestos a los que más ganan -es lo que se está haciendo en Estados Unidos- y combatiendo el colosal fraude fiscal con el que convivimos.

Volviendo al principio, el recorte de los salarios se antoja una manera segura de prolongar la crisis. Hay quien se han burlado del líder de UGT, Cándido Méndez, por mantener que los sueldos han de subir razonablemente para mejorar la capacidad de consumo de las familias y contribuir a la recuperación. Es justamente lo que propicio Roosevelt en su combate contra la Gran Depresión. ¿Hizo alguna tontería?

De la mano del Nobel Paul Krugman, que ha llegado en business y ha cobrado un riñón para decirle a Zapatero que o bajamos los precios y los sueldos o la crisis en vez de muy mala será horripilante, algunos gurús de la cosa y amplios sectores del empresariado han empezado a defender el recorte de salarios para frenar el incremento del desempleo y aumentar la competitividad. Del asunto de los precios se han olvidado porque no se puede estar a todo. Es comprensible.