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Juegos de ruleta rusa en la cubierta del ‘Alakrana’
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Juan Carlos Escudier

Sin Enmienda

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Juegos de ruleta rusa en la cubierta del ‘Alakrana’

Si los errores son los mejores maestros, alguien tendría que tomar nota de que meter en la cárcel a dos piratas mientras se negocia con sus

Justamente esto es lo que ha conseguido la intervención de Garzón en el secuestro del ‘Alakrana’ y su orden de prisión para los dos somalíes detenidos por la Armada en el Índico. Sabemos que queda muy bonito aquello de que la ley es dura, pero es la ley –sobre todo en latín-, y también que la Justicia no es una ciencia exacta y admite, por tanto, las interpretaciones que dicta el sentido común. ¿Para qué existe un convenio de la Unión Europea con Kenia para que sea este país quien asuma la competencia en casos como el presente? ¿Por qué ningún país salvo el nuestro ha llevado ante sus tribunales a estos piratas? Pues, sencillamente, por sentido común.


Si las actuaciones de Garzón viajan de las luces a las sombras, su breve incursión en el secuestro del atunero puede calificarse de eclipse total. Actuó precipitadamente sin medir las consecuencias y lo hizo, además con la imprecisión en la que suelen incurrir sus resoluciones. En una tribuna publicada el 21 de octubre en El Mundo, el especialista en Derecho Marítimo Manuel Trigo destacaba algunas de las lagunas de su auto, en especial la referida a la indefinición sobre las coordenadas en las que, ya cerca de la costa de Somalia, fueron apresados los piratas tras ser perseguidos por la fragata Canarias. “Si hubiesen entrado en el mar territorial de Somalia, en principio sería la jurisdicción de este país la competente y se tendría que pedir la extradición”, afirmaba. Hubiera sido una buena forma de deshacer el entuerto.


La situación actual es por todos conocida. Los piratas no se han contentado con los dólares y han exigido la excarcelación de sus jóvenes barbarrojas. Y para disuadir del empleo de la fuerza a lo Perejil, con viento duro de Levante, han demostrado que pueden llevar a tierra a varios rehenes por si les conviniese guardarse en la manga la carta de sus vidas. En esa encrucijada se encuentra el Gobierno, a quien comprensiblemente presionan los familiares y también el PP, en su caso con manifiesta obscenidad.


Somalia, el peor de todos los escenarios


Ocurre esto en las costas de un Estado fallido como es Somalia, en la que desde hace dos décadas pugnan clanes rivales, señores de la guerra y, más recientemente, facciones vinculadas a Al Qaeda, y cuya población se debate entre los campos de refugiados o la huida a países vecinos como Yemen o Kenia, dos formas distintas de sobrevivir en la miseria. El país es un enclave estratégico porque es la entrada al golfo de Adén. Por sus aguas navegan anualmente camino del Mar Rojo más de 30.000 barcos, en cuyas bodegas se almacena un tercio de la producción mundial de petróleo.


La anarquía en la que se debate Somalia, a la que ahora se atribuye el florecimiento de la piratería, es la misma que desde hace años permite a las flotas pesqueras más importantes del mundo, entre ellas la española, faenar sin ningún tipo de control hasta límites de sobreexplotación, sin que les sea exigida a cambio ningún tipo de contraprestación económica. Para el país y otros estados africanos ribereños es una entelequia ejercer su soberanía en sus 200 millas de zona económica exclusiva, ya sea en lo referido a la pesca o las prospecciones petrolíferas, ni determinar en las aguas adyacentes, tal y como establece la Convención de Naciones Unidas sobre Derecho del Mar, el número de capturas cuando la sobreexplotación pone especies en peligro, como es el caso.


Además de esquilmar los recursos pesqueros, barcos de estos mismos países desarrollados son los que vacían sus sentinas en estas aguas o los que arrojan al mar cargas tóxicas y desechos de todo tipo, tal y como ha certificado la propia ONU en su Programa Medioambiental. Privados de sus fuentes de subsistencia, muchos de los pescadores somalíes se han transformado en piratas. Y como combatir la pobreza y la violencia a la que se somete a la población somalí no revierte inmediatamente en latas de conserva, la única solución que se ha puesto en práctica es la de enviar a la Marina a patrullar un mar tres veces más grande que el Mediterráneo, ya que la anarquía sigue siendo rentable a pesar de los secuestros.


Volviendo al ‘Alakrana’, la encrucijada ofrece pocas salidas. Es cierto que la estrategia de los piratas es similar a la que siguieron con el alemán Hansa Stavenger, cuyo secuestro se prolongó durante cuatro meses y se resolvió tras dos intentos fallidos de asalto y con el pago de casi dos millones de euros. Como lo es que los secuestradores acostumbran a respetar la vida de sus rehenes, porque, de lo contrario, ningún Gobierno dudaría en dar una respuesta militar a cualquier nuevo intento de extorsión. En esta ocasión, sin embargo, el traslado a España de los dos piratas detenidos complica extraordinariamente las cosas porque su excarcelación es una exigencia inasumible.


Sólo queda confiar en que la amenaza de los asaltantes de matar a varios tripulantes sea un farol, como se deduce de la devolución al buque este viernes de los marineros que habían sido trasladados a tierra, y proseguir las negociaciones. La otra alternativa es encomendar su liberación a fuerzas especiales de la Armada o de la Policía, que es de suponer que hayan trabajado en algún plan a lo largo de estas semanas. Sería la peor de las opciones: un final feliz siempre es preferible a un final de película.

Justamente esto es lo que ha conseguido la intervención de Garzón en el secuestro del ‘Alakrana’ y su orden de prisión para los dos somalíes detenidos por la Armada en el Índico. Sabemos que queda muy bonito aquello de que la ley es dura, pero es la ley –sobre todo en latín-, y también que la Justicia no es una ciencia exacta y admite, por tanto, las interpretaciones que dicta el sentido común. ¿Para qué existe un convenio de la Unión Europea con Kenia para que sea este país quien asuma la competencia en casos como el presente? ¿Por qué ningún país salvo el nuestro ha llevado ante sus tribunales a estos piratas? Pues, sencillamente, por sentido común.

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