Es noticia
El final de ETA y de algunos tópicos
  1. España
  2. Sin Enmienda
Juan Carlos Escudier

Sin Enmienda

Por

El final de ETA y de algunos tópicos

Con todas sus insuficiencias y su enorme caudal de hipocresía, el alto del fuego que ETA asegura haber iniciado hace meses y al que no pone

Con todas sus insuficiencias y su enorme caudal de hipocresía, el alto del fuego que ETA asegura haber iniciado hace meses y al que no pone fecha de caducidad debería ser una buena noticia para cualquiera, salvo que uno sea Mayor Oreja y esté capacitado para atisbar una negociación con los terroristas en la cola de una pescadería. Con la excepción del ex ministro y su teoría de la conspiración permanente, existe relativa unanimidad en que ha sido la presión externa, ejercida por la Policía y la cooperación internacional, y la interna, a cargo de sectores de la propia izquierda abertzale a los que la violencia ya no les seduce o, simplemente, no sirve a sus objetivos, lo que permite explicar la tregua que ETA se ha impuesto sin esperanza de contrapartidas.

A cuenta del fenómeno terrorista se mantiene un discurso salpicado de tópicos que, si alguna vez fueron verdad, dejaron de serlo, lo cual no impide que se repitan con cierta machaconería. Uno de ellos es que ETA aprovecha las treguas para rearmarse y fortalecerse, cuando debiera decirse que una cosa es que lo intente y otra muy distinta que lo consiga. Asociada a esta afirmación, comenzó a circular otro axioma según el cual, gracias a la negociación con la banda, el PSOE había dado alas a los terroristas o, peor aún, se había rendido a ellos.

Los datos contradicen ambas afirmaciones. En los seis años y medio que los socialistas llevan en el poder, con el llamado proceso de paz y la declaración de alto el fuego permanente de marzo de 2006 de por medio, ETA ha asesinado a 11 personas en España. Es un balance dramático, pero muy alejado de la cifra de 68 muertos con el que los terroristas sembraron la etapa del PP en el Gobierno, que, como se recordará, también tuvo su tregua, o su tregua-trampa si se prefiere usar la denominación acuñada por Mayor Oreja. En los dos últimos años, los golpes policiales han permitido que la cúpula de la banda quedara descabezada hasta en seis ocasiones. Existe amplio consenso sobre la extrema debilidad de ETA, circunstancia en la que algo habrá tenido que ver el Ministerio del Interior y la nueva política pactada con el PP de impedir que Batasuna resucite en las urnas con otras siglas.

Es en este contexto donde se han ido sucediendo pequeños pasos que han culminado con el comunicado de ETA del pasado domingo y que invitan a un moderado optimismo sobre el futuro. No era el comunicado que se esperaba –dicho sea con otro de los tópicos habituales-, pero todo el mundo esperaba un comunicado. Los terroristas no se rinden, pero enseñan la punta de la bandera blanca. Se saben al final de trayecto, aunque para quienes se han creído durante 50 años la vanguardia del pueblo vasco ha de resultarles difícil contemplarse en el espejo como un anacronismo, sobre todo a esos veinteañeros que componen su avanzadilla y acaban de estrenar la pistola.

Asistimos en los últimos meses a la escenificación por capítulos del abandono de la violencia a cargo de la izquierda abertzale. Quizás la motivación de algunos sea simplemente estratégica y su único objetivo el de burlar la ley de partidos para volver a las instituciones, pero la idea de que el terrorismo ha dejado de tener sentido parece haber calado en una mayoría, a la que hoy se adscriben muchos de los dirigentes históricos de ETA. Por lo tanto, si aceptamos como válida esa otra verdad inmutable de que tan etarra es quien porta las armas como quienes les apoyan, será necesario reconocer que una parte importante de la banda ha comenzado a renegar de los tiros y de las bombas.

Si una nueva marca blanca electoral lo tendría muy complicado para atravesar el cerco legal que Gobierno y PP han establecido sobre Batasuna, la posibilidad de reeditar un proceso de paz como el abortado en 2006 sólo cabe en la imaginación de un loco y en la del eurodiputado Oreja. Por convencimiento propio o para asegurar su propia supervivencia política, la izquierda abertzale está obligada a convencer a ETA de que deje las armas o a romper amarras con ella. Esta situación permite albergar la esperanza de que, arrastrada por su propio entorno, ETA siga avanzando en un camino que, difícilmente, podrá desandar. A buen seguro, los próximos meses serán el escenario de nuevos movimientos de la banda en esta dirección.

Existen, por supuesto, peligros latentes. ¿El principal? Que los partidarios de proseguir con la lucha armada traten de sabotear el proceso o que persistan en reclamar para sí las siglas de ETA con una escisión. Reducida a un grupúsculo de recalcitrantes y asediada internacionalmente, la esperanza de vida de esta nueva organización sería similar a la de los Grapo.

Éste es el desenlace esperado, lo cual no implica que haya de ser rápido. Nunca como ahora hemos estado tan cerca de ver el final de ETA. A medida que nos acerquemos a él habrá que desterrar ese otro tópico de que con los terroristas no se negocia. Los finales negociados ahorran muchos sufrimientos. Será el momento, como alguna vez se ha dicho aquí, de poner en práctica eso que se ha dado en llamar la generosidad de la democracia. Habrá que dar a ETA alguna carta ganadora en lo relativo a los presos con la complicidad de Gobierno y oposición, sean del signo que sean. Un Gobierno de centro-derecha, como el de la UCD, amnistió a los polimilis y hasta les concedió subsidios para que rehicieran su vida si colgaban las capuchas. No se acabó el mundo; tan sólo dejaron de escucharse sus disparos.

Con todas sus insuficiencias y su enorme caudal de hipocresía, el alto del fuego que ETA asegura haber iniciado hace meses y al que no pone fecha de caducidad debería ser una buena noticia para cualquiera, salvo que uno sea Mayor Oreja y esté capacitado para atisbar una negociación con los terroristas en la cola de una pescadería. Con la excepción del ex ministro y su teoría de la conspiración permanente, existe relativa unanimidad en que ha sido la presión externa, ejercida por la Policía y la cooperación internacional, y la interna, a cargo de sectores de la propia izquierda abertzale a los que la violencia ya no les seduce o, simplemente, no sirve a sus objetivos, lo que permite explicar la tregua que ETA se ha impuesto sin esperanza de contrapartidas.