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La guerra contra el terror o cómo enriquecer a Karzai y su pródiga prole
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Juan Carlos Escudier

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La guerra contra el terror o cómo enriquecer a Karzai y su pródiga prole

Ahora que se cumplen nueve años de la invasión de Afganistán empieza a conocerse que su elegante presidente, Hamid Karzai, y su pródiga prole son los

Ahora que se cumplen nueve años de la invasión de Afganistán empieza a conocerse que su elegante presidente, Hamid Karzai, y su pródiga prole son los principales beneficiarios de esta guerra sin cuartel contra el terror. A Karzai se le suponía un poco mago, porque, ayudado de esas capas suyas, era capaz de conseguir que hubiera más votos con su nombre en las urnas que electores censados, pero las últimas revelaciones sobre su patriarcado han rebajado a Houdini a la categoría de simple aficionado. Desde que Estados Unidos  y sus aliados, entre ellos España, combaten a los talibanes, dejó de haber pobres entre los Karzai, entre su familia política y entre los amigos de su familia política, incluyendo algunos conocidos de éstos últimos. La recuperación de Afganistán está resultado un éxito sin precedentes para esta familia tan numerosa.

Los primeros datos sobre la buena estrella del clan los ha aportado The New York Times, que ha elaborado una exhaustiva lista de los familiares y amigos de este genio de Kabul, y ha llegado a la conclusión de que todos y cada uno de ellos, con excepción de un hermano bioquímico de Hamid que da clases en Nueva York y que esperará a heredar, se han montado en el dólar o se han convertido en contratistas de Estados Unidos, que viene a ser lo mismo. Dinero no ha faltado, desde luego para que los Karzai y otras influyentes familias afganas dieran un pelotazo histórico: a 30 de junio de 2010 y desde el año fiscal de 2002, la Administración norteamericana había destinado 51.500 millones de dólares a la reconstrucción afgana, de los que un 73% ya fue desembolsado. De su destino final  la capa del presidente podría dar más de una conferencia.

Muchos de los integrantes de este frondoso árbol genealógico residían en Estados Unidos, pero fue llegar Hamid a la presidencia y regresar a su país, donde es sabido que abunda el trabajo y las oportunidades de negocio. Un somera lista de sus ramificaciones ha de incluir forzosamente a Ahmed Wali, hermano de Hamid, al que la CIA ha tenido en nómina ocho años pese a las sospechas algo más que fundadas de que es uno de los máximos responsables del tráfico de opio, algo que, naturalmente, él niega. Según informaciones periodísticas de hace un año, el caballero en cuestión sería el propietario del antiguo cuartel general del mulá Omar en Kandahar, sede de la CIA en aquella provincia y de los paramilitares que componen su fuerza de choque.

Algunas de las encuestas recientes realizadas sobre el terreno han mostrado que el 70% de la población está convencida de la implicación de los funcionarios del Gobierno con el tráfico de drogas

Ahora que se cumplen nueve años de la invasión de Afganistán empieza a conocerse que su elegante presidente, Hamid Karzai, y su pródiga prole son los principales beneficiarios de esta guerra sin cuartel contra el terror. A Karzai se le suponía un poco mago, porque, ayudado de esas capas suyas, era capaz de conseguir que hubiera más votos con su nombre en las urnas que electores censados, pero las últimas revelaciones sobre su patriarcado han rebajado a Houdini a la categoría de simple aficionado. Desde que Estados Unidos  y sus aliados, entre ellos España, combaten a los talibanes, dejó de haber pobres entre los Karzai, entre su familia política y entre los amigos de su familia política, incluyendo algunos conocidos de éstos últimos. La recuperación de Afganistán está resultado un éxito sin precedentes para esta familia tan numerosa.

Los primeros datos sobre la buena estrella del clan los ha aportado The New York Times, que ha elaborado una exhaustiva lista de los familiares y amigos de este genio de Kabul, y ha llegado a la conclusión de que todos y cada uno de ellos, con excepción de un hermano bioquímico de Hamid que da clases en Nueva York y que esperará a heredar, se han montado en el dólar o se han convertido en contratistas de Estados Unidos, que viene a ser lo mismo. Dinero no ha faltado, desde luego para que los Karzai y otras influyentes familias afganas dieran un pelotazo histórico: a 30 de junio de 2010 y desde el año fiscal de 2002, la Administración norteamericana había destinado 51.500 millones de dólares a la reconstrucción afgana, de los que un 73% ya fue desembolsado. De su destino final  la capa del presidente podría dar más de una conferencia.

Muchos de los integrantes de este frondoso árbol genealógico residían en Estados Unidos, pero fue llegar Hamid a la presidencia y regresar a su país, donde es sabido que abunda el trabajo y las oportunidades de negocio. Un somera lista de sus ramificaciones ha de incluir forzosamente a Ahmed Wali, hermano de Hamid, al que la CIA ha tenido en nómina ocho años pese a las sospechas algo más que fundadas de que es uno de los máximos responsables del tráfico de opio, algo que, naturalmente, él niega. Según informaciones periodísticas de hace un año, el caballero en cuestión sería el propietario del antiguo cuartel general del mulá Omar en Kandahar, sede de la CIA en aquella provincia y de los paramilitares que componen su fuerza de choque.

Algunas de las encuestas recientes realizadas sobre el terreno han mostrado que el 70% de la población está convencida de la implicación de los funcionarios del Gobierno con el tráfico de drogas

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