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El socialismo andaluz no se agota; se descompone
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Juan Carlos Escudier

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El socialismo andaluz no se agota; se descompone

Puede que 20 años no sean nada, pero 30 sí que son una autentica eternidad. Más de tres décadas lleva el PSOE gobernando Andalucía y nunca

Puede que 20 años no sean nada, pero 30 sí que son una autentica eternidad. Más de tres décadas lleva el PSOE gobernando Andalucía y nunca como ahora se ha estado tan cerca de una alternancia que muchos juzgan necesaria por simple higiene democrática. Es cierto que puede haber democracia sin alternancia, de la misma forma que es posible la alternancia sin democracia. Pero también es verdad que lo natural es que, transcurrido un tiempo razonable, los partidos cierren su ciclo y pasen el testigo. Lo contrario debe entender como una anomalía, que, en mayor o menor grado, ha afectado a todas las comunidades autónomas. Por mucho menos, al enterarse de que el presidente francés François Mitterrand había sido reelegido para un segundo mandato de siete años, el filósofo Norberto Bobbio no pudo dejar de exclamar lo siguiente: “¿Catorce años? Eso no es una presidencia; es un reinado”.

Pues bien, el reinado socialista en Andalucía no sólo da señales de agotamiento; también de descomposición. A la crisis política en la que vive sumida la Junta, se ha sumado el episodio de corrupción de los ERE y para aderezar el pastel ha irrumpido en escena el cuando menos antiestético asunto de las andanzas del hijo de Manuel Chaves, que puede acabar resultando un clon de Juan Guerra pero con estudios. Nada de ello, sin embargo, sería tan amenazador para el PSOE como la sonrojante cifra de paro, que alcanza al 28,35% de la población activa o, lo que es lo mismo, a más de 1.127.000 personas.

La crisis política estaba anunciada desde que el actual presidente andaluz, José Antonio Griñán, decidió sacudirse las tutelas y hacerse elegir líder de la organización en un congreso extraordinario en contra de la opinión de su mentor, Manuel Chaves, que pretendía reservarse este puesto hasta 2012. Es fácil suponer las tensiones entre ambos, que presumían de ser íntimos amigos y lo demostraban en la liturgia semanal de ir juntos al cine con sus respectivas esposas. Gracias a ellas, la costumbre subsistió a los avatares de la política hasta fechas muy cercanas.

Ese fue el origen del conflicto, y la continuación tuvo lugar cuando Griñán quiso limpiar su gobierno de adherencias y removió de sus puestos a los consejeros de Empleo, Antonio Fernández -imputado en el fraude de los ERE-, Medio Ambiente, Cinta Soler, e Innovación, Martín Soler, que pudo continuar en el Gobierno pero declinó aceptar alguna de las consejerías vacantes y perdió también la suya. La guerra estaba planteada.

Temerosos de perder poder ante quienes pensaban un presidente débil y manejable, los clanes del socialismo andaluz se aprestaron a la batalla. La rebelión contra Griñán prendió en Almería y, sobre todo, en Cádiz, la plaza de quien fue escudero de Chaves en el partido y que ocupaba en la Junta la consejería de Gobernación y Justicia. El error de Griñán fue no responder a la primera de sus escaramuzas, que fue liquidar como candidato a la reelección al alcalde de Algeciras, Tomás Herrera. El edil habría rozado la mayoría absoluta en 2007 y gozaba de expectativas de revalidar el triunfo. Defenestrado, abandonó la alcaldía el pasado mes de septiembre, y tuvo que ser repescado por Griñán como subdelegado del Gobierno para el Campo de Gibraltar.

El segundo objetivo fue la alcaldesa de Jerez, Pilar Sánchez, contra la que no valieron las presiones y maniobras para que dejara el sillón ya que, a diferencia de Herrera, controlaba la estructura local del partido. Ello no impidió que Pizarro, su hombre en Cádiz, el presidente de la Diputación y secretario provincial, Francisco González Cabaña, y el propio Chaves ofrecieran al calor de un pollo con tomate en Benalup encabezar la candidatura al urbanista Manuel González Fusteguera, ex mano derecha del archiconocido Pedro Pacheco. Griñán no tardó en enterarse y decidió quitarse de en medio a Pizarro.

El error de Griñán fue no responder a la primera de sus escaramuzas, que fue liquidar como candidato a la reelección al alcalde de Algeciras, Tomás Herrera

Un año atrás, el consejero había amenazado con dimitir si el delegado de la Junta en Cádiz, Gabriel Almagro, era removido. Es fue precisamente la ficha que movió Griñán y el resultado no se hizo esperar. Pendiente queda la lucha por la Diputación gaditana. González Cabaña había convocado para ayer viernes un comité extraordinario no sólo para proclamarse candidato a la presidencia  sino para promover como su vicepresidente al hijo de Pizarro. Alarmado por lo que estaba sucediendo, el vicesecretario general del PSOE, José Blanco, abortó la reunión.

Griñán ha cumplido con el trámite de matar al padre, y éste no deja de comentar entre sus fieles que algo se ha hecho mal en la sucesión y por eso el PP ha crecido más en Andalucía en relación al PSOE que en el resto de territorios. Si Chaves albergaba la tentación de borrarle de los carteles de las autonómicas de 2012, que como es costumbre coincidirán con las generales, el clima generado lo desaconseja. Rosa Aguilar no podrá colmar sus ambiciones, al menos de momento. 

Hasta aquí la crisis política. El asunto de los ERE es otro cantar. Al margen de la investigación judicial, la Administración andaluza ha eludido varias obligaciones. La primera, desarrollar una investigación interna para apartar de sus cargos, si es que aún los conservan, a los que por acción o por omisión hubieran consentido el desfalco; y la segunda aceptar la comisión de investigación que, con insistencia, se le ha reclamado desde la oposición, porque la responsabilidad penal, si existiera, no exime de la política.

En esas se estaba cuando se han conocido las correrías de Iván Chaves y sus contactos e intermediaciones con consejerías y cajas de ahorro, que dejan a su padre en una posición insostenible como vicepresidente del Gobierno pese al fingido apoyo que desde el PSOE se le ha dispensado. La justicia poética ha querido que la imagen del visitador Juan Guerra, la viva imagen del pecado que tuvo que expiar su hermano Alfonso, el gran enemigo íntimo de Chaves, se le aparezca ahora en sueños con la cara de su retoño.

Por primera vez en la historia, el PP aparece en las encuestas con posibilidades de alcanzar por mayoría absoluta el Gobierno andaluz y hace posible que Javier Arenas, el político que más elecciones ha debido de perder en el mundo sin bajarse del machito, pueda romper su racha de derrotas. Si de éstas no gana haría bien en montar una guardería, que es por cierto la gran ilusión de María Dolores de Cospedal. El año que resta para las elecciones es una eternidad y todavía es posible que la subida de IU abra la puerta a una coalición con los socialistas. Sea como fuere, huele a cambio en Andalucía más que a azahar y jazmín en la primavera de Sevilla. Veremos.

Puede que 20 años no sean nada, pero 30 sí que son una autentica eternidad. Más de tres décadas lleva el PSOE gobernando Andalucía y nunca como ahora se ha estado tan cerca de una alternancia que muchos juzgan necesaria por simple higiene democrática. Es cierto que puede haber democracia sin alternancia, de la misma forma que es posible la alternancia sin democracia. Pero también es verdad que lo natural es que, transcurrido un tiempo razonable, los partidos cierren su ciclo y pasen el testigo. Lo contrario debe entender como una anomalía, que, en mayor o menor grado, ha afectado a todas las comunidades autónomas. Por mucho menos, al enterarse de que el presidente francés François Mitterrand había sido reelegido para un segundo mandato de siete años, el filósofo Norberto Bobbio no pudo dejar de exclamar lo siguiente: “¿Catorce años? Eso no es una presidencia; es un reinado”.

Caso ERE José Antonio Griñán