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De los piolines a la amnistía
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Verónica Fumanal

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De los piolines a la amnistía

Poco más de un lustro después, la política catalana ha dado un vuelco que nadie supo prever en aquel momento: Junts y ERC, reniegan de la unidad y pugnan por el liderazgo del independentismo

Foto: El presidente de ERC, Oriol Junqueras, en el Congreso de los Diputados. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
El presidente de ERC, Oriol Junqueras, en el Congreso de los Diputados. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
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6º aniversario del 1 de octubre, la gran performance política que pretendía ser un referéndum y que fue un éxito para el independentismo por la torpeza absoluta del entonces gobierno de Mariano Rajoy. Ese día, sin la violencia policial, hubiera pasado a la historia como una performance más de un movimiento independentista incapaz de llevar a cabo unas consultas con garantías jurídicas y políticas. Poco más de un lustro después, la política catalana ha dado un vuelco que nadie supo prever en aquel momento: Junts y ERC, reniegan de la unidad y pugnan por el liderazgo del independentismo; el PSC se ha convertido en la fuerza de la concordia; Cs es irrelevante y su espíritu rebelde antinacionalista se lo disputan un Partido Popular descolocado por su incapacidad para gobernar y un Vox que amenaza por aplicar un 155 permanente e ilegalizar a los partidos nacionalistas.

El PSC, de tener que elegir a ganar elecciones

Dijo Miquel Iceta durante el procés, por entonces primer secretario de los socialistas catalanes, que el PSC nació para no tener que elegir entre papá y mamá. Un progenitor era la izquierda más españolista, y la otra, más nacionalista. Esta última durante todo el procés fue abandonando el partido para integrar las filas de, mayoritariamente pero no solo, ERC. El mayor exponente fue Ernest Maragall, uno de los apellidos más idiosincrásicos de los socialistas se pasó al otro bando. Pero fueron más, Marina Geli, Montserrat Tura, Joan Ignasi Elena, Toni Comin y un sin fin de socialistas, que por entonces quisieron decir a quien querían más. Una vez superado el procés y con el posicionamiento político del PSOE, con gestos como los indultos y con Salvador Illa como candidato, el PSC ha despegado electoralmente y en las últimas elecciones del 21, superó en votos y escaños al resto de partidos. Un hito histórico. Ahora su reto es gobernar Cataluña, como ha conseguido hacerlo de nuevo en Barcelona.

Foto: El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez (d), conversa con el líder del PSC, Salvador Illa (i) durante la Fiesta de la Rosa el pasado domingo. (EFE/Toni Albir)

Junts, de la desobediencia a condicionar la Moncloa

Cuentan las crónicas que Puigdemont estuvo a punto de no declarar aquella DUI fugaz aquel 27 de septiembre del 2017. Parece ser que mantuvo largas conversaciones con miembros destacados del PNV, que intentaban intermediar entre Moncloa y el president. Sin embargo, finalmente hizo aquel amago de declaración suspendida, presionado por el tumulto que comenzaba a arremolinarse en los entornos del Palau de la Generalitat, encendidos por tuits como el de Gabriel Rufián "ciento cincuenta y cinco monedas de plata" en el que acusaba de traidor a un govern sin los arrojos para declarar la independencia. La huida a Bruselas y los sucesivos desafíos al sistema judicial español, hicieron de Puigdemont un símbolo de la desobediencia irredenta al estado, en contraposición, con la parte de los responsables que sí aceptaron presentarse delante de la justicia española. Desde entonces, el relato de Junts se ha basado en acusar a ERC de pactistas y sumisos ante el estado español, al que no solo reconocieron presentándose ante la justicia y asumiendo las penas de cárceles, sino al que han ayudado a su preservación mediante pactos con el gobierno español. Sin embargo, ahora las urnas les han situado en el centro de todas las miradas. Sin Junts no hay gobierno posible (sin gran coalición) y eso les obliga a jugar en España, acabando con parte de su relato. Su reto es aceptar embridar a sus bases y ser parte de la gobernabilidad o continuar con la estrategia del free rider.

ERC y el "peix al cove"

Después del 1 de octubre, los republicanos hicieron el camino contrario al de Junts. La mayoría de sus líderes decidieron acatar la justicia y fueron los artífices de la nueva vía de entendimiento entre los gobiernos de España y Cataluña. Asumieron con valentía alguno de los errores que se cometieron en el procés y decidieron apostar por determinar la política española a cambio de políticas para Cataluña y de gestos, antes impensables, como los indultos. Si antes del procés, ERC había sido el partido independentista antiespañol por antonomasia, después del procés asumieron el papel del "peix al cove", expresión con la que antiguamente castigaban a CiU, partido al que acusaban de sucumbir ante España a cambio de migajas competenciales. Ahora, que Junts parece dispuesto de volver al redil de los del "peix" andan en busca de una nueva narrativa que los diferencie de los de Puigdemont, que son vistos como más combativos, más indepes y sobre todo, más duros con el estado español; vamos, como antes se les veía a ellos. El reto de ERC es mantener el gobierno de la Generalitat, siendo la primera fuerza del independentismo o de la izquierda, aceptando el apoyo de los subalternos.

PP, del pacto fiscal a la marginalidad

Desde que Sánchez Camacho y Piqué dejaran la dirección del PP catalán, la derecha nacional española no ha encontrado su lugar. Por un lado, antes de procés, Ciudadanos nació acusándoles de pactar con CiU cesiones nacionalistas inconcebibles para los naranjas, como el pacto del Majestic entre PP y CiU que supuso la mayor transferencia de competencias a Cataluña hasta el momento. Y por otro, después del procés, Vox les acusó de imponer un 155 muy blando que permitió en 2 meses volver a elegir en las urnas a otro gobierno nacionalista. El PP de Rajoy regaló al govern de Catalunya, el 1 de octubre que necesitaban. Un desembarco de policías españoles llegados en un crucero rotulado con un piolín que en la pseudoconsulta se dedicó a intentar cerrar colegios y atizar con porras a familias que querían participar de la performance. El PP de Casado osciló entre una visión "FAES" de acusaciones de supuestos niños castigados en el colegio por hablar castellano y declaraciones en las que se lamentaba por las imágenes de las cargas policiales del 1 de octubre. El PP de Feijóo ha pensado que lo mejor era posicionarse contra una amnistía con manifestaciones en Madrid y en Barcelona. Los resultados electorales son evidentes, desde el 2012 el PP lleva sin levantar cabeza en las urnas catalanas. Su reto es volver a poder entenderse con las derechas periféricas, de lo contrario, tienen muy complicado poder volver a Moncloa.

Vox promete más tensión

Vox es un partido postprocés, que nació para ocupar un vacío demandado por una parte de la derecha española catalana que buscaba la opción de la revancha. Si en el 2017, fue Ciudadanos quien con más de un millón cien mil votos fue percibido por el electorado como el mejor medio para parar el independentismo, la espantada de Inés Arrimadas, que dejó a los naranjas sin un liderazgo reconocible, permitió que Vox con un discurso antiautonomista representara a esos ciudadanos cansados del procés que pedían acabar con las competencias catalanas y darles su merecido (lo cierto es que estos fueron solo algo más de doscientos mil). Desde entonces, Cataluña y su visión recentralizadora de España ha sido una de sus líneas de argumentación en todas las campañas electorales, desde Castilla y León, pasando por Andalucía y siguiendo por las generales. Para Vox, el discurso de "una, grande y libre" es rentable, porque además, como es carente de responsabilidad ni gestión, es gratis. Algunos miembros del PP, aluden que las declaraciones de Abascal prometiendo más tensión en las elecciones del 23J, fueron una palanca de movilización para el PSC en Cataluña. A bien seguro, el próximo 7 de octubre, volverán a Cataluña para rentabilizar su odio a los "separatistas" en el resto de España. Su reto es que el ánimo de venganza no se extinga y siga motivando votos.

Arrimadas, de ganar a estar fuera de la política

Jueves, 21 de diciembre 17. Las primeras elecciones en Cataluña convocadas por un gobierno español. Por primera vez también, un partido no nacionalista gana las elecciones y Ciudadanos se convierte en el partido más votado. Los naranjas vivieron su momento más dulce en la comunidad que lo vio nacer y, por lo tanto, aquel punto álgido, fue también, el inicio de su declive. Arrimadas decidió mudarse a Madrid y el electorado lo interpretó como un abandono de sus votantes. Y el resto de la historia, ya la saben. Hoy, Cs continúa teniendo representación en el Parlament de Cataluña, pero son políticamente irrelevantes y en unas elecciones futuras podrían estar en una vía muerta entre la revancha de los ultras de Vox y un PP reforzado en las comunidades colindantes.

Si el 2017 fue el año álgido del procés, con el 1 de octubre y la DUI fail, el 2023 podría ser el año del fin del procés si los indultos finalmente permiten que Junqueras, Puigdemont e Illa se batan en duelo electoral en las próximas elecciones en Cataluña. La narrativa de los presos acabó con los indultos. La narrativa del exilio acabaría con una ley de borrón y cuenta nueva. Algunos aluden a que esta ley no tiene precedentes, son los mismos que gritaban que el ataque al estado del procés tampoco los tenía. Han pasado 6 años en los que poco a poco el mayor desafío territorial que ha tenido España ha mutado hacia una cierta normalidad institucional. Seguramente, esta es causa y consecuencia a la vez de los siguientes pasos que algunos partidos están dispuestos a dar, haciendo de la necesidad, virtud.

La respuesta del gobierno de España hace 6 años a la cuestión territorial fue la policial y judicial, la estrategia de los piolines. De nada sirve pensar si podría haber sido diferente, pero fue un desastre. Ahora, la contestación por parte del ejecutivo, podría pasar por una amnistía con un objetivo político, pasar página. Nada garantiza el éxito, solo una forma diferente de abordar el problema.

6º aniversario del 1 de octubre, la gran performance política que pretendía ser un referéndum y que fue un éxito para el independentismo por la torpeza absoluta del entonces gobierno de Mariano Rajoy. Ese día, sin la violencia policial, hubiera pasado a la historia como una performance más de un movimiento independentista incapaz de llevar a cabo unas consultas con garantías jurídicas y políticas. Poco más de un lustro después, la política catalana ha dado un vuelco que nadie supo prever en aquel momento: Junts y ERC, reniegan de la unidad y pugnan por el liderazgo del independentismo; el PSC se ha convertido en la fuerza de la concordia; Cs es irrelevante y su espíritu rebelde antinacionalista se lo disputan un Partido Popular descolocado por su incapacidad para gobernar y un Vox que amenaza por aplicar un 155 permanente e ilegalizar a los partidos nacionalistas.

Junts per Catalunya Esquerra Republicana de Catalunya (ERC)
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