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Las otras víctimas de Errejón
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Verónica Fumanal

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Las otras víctimas de Errejón

En este caso tenemos tres tipos: las colaboracionistas, las encubridoras y las aprovechadas. Todas ellas criminalizadas, bajo la lupa de la sospecha, culpables por acción u omisión de unas supuestas agresiones sexuales

Foto: Íñigo Errejón. (Europa Press/Fernando Sánchez)
Íñigo Errejón. (Europa Press/Fernando Sánchez)
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Desde que Íñigo Errejón se autoinculpara delante de la dirección de Sumar por un caso anónimo que lo retrataba como un monstruo en las relaciones sexuales y afectivas solo hemos visto mujeres en el punto de mira de la opinión pública. Desde las actuales dirigentes de Sumar, Más Madrid, expolíticas como Tania Sánchez, hasta la propia periodista que lo publicó, Cristina Fallarás, pasando por otras periodistas como Ana Pardo de Vera o la primera víctima que lo ha denunciado ante la Policía, Elisa Mouliaá. Todas ellas criticadas, expuestas, sometidas a la presión pública. La vergüenza habrá podido cambiar de bando, el punto de mira no.

Errejón desapareció de la escena pública con un comunicado que lejos de asumir los hechos y pedir disculpas a todas las víctimas de sus comportamientos machistas, todavía no sabemos si delictivos, intentaba presentarse como una víctima más. Y desde entonces, un carrusel de mujeres ha tenido que dar muchas más explicaciones de él. En este caso tenemos tres tipos: las colaboracionistas, las encubridoras y las aprovechadas. Todas ellas criminalizadas, bajo la lupa de la sospecha, culpables por acción u omisión de unas supuestas agresiones sexuales que un hombre propinó a varias mujeres.

Las colaboracionistas

Son las mujeres que compartieron militancia y partidos con Íñigo Errejón. A todas se les acusa de saberlo todo y callarse para proteger al expolítico. Lo cierto es que todas las mujeres que acusan a Errejón de comportamientos machistas aluden que cuando actuaba su personaje era un tipo cariñoso, atento, feminista, intelectual, algunas de ellas, incluso, estaban ilusionadas con tener una relación con él. El problema era cuando cerraba la puerta de las habitaciones o cuando les escribía en ese canal que autodestruía los mensajes para no dejar pruebas escritas. Yolanda Díaz, Mónica García, Rita Maestre, Tania Sánchez, Manuela Carmena, Manuela Bergerot se relacionaron todas con el “personaje”, en ningún momento tuvieron por qué ver un episodio de la “persona”. El único caso que parece ser se conocía, el de la agresión en un concierto en Castellón, no medió denuncia alguna y cargan las tintas contra Loreto Arenillas, sin que ella, denuncia, haya podido tener un juicio justo.

Desde que todo este escándalo saltó el jueves, no ha habido un solo hombre del entorno de Errejón, asesores, amigos, compañeros de partido, que haya sido señalado, preguntado o se haya dado por aludido. Solo ha habido mujeres puestas en la picota de la opinión pública sin saber cómo gestionar la presión de “teníais que saberlo”, y yo, me pregunto: ¿por qué el feminismo político ha copiado los juicios sumarísimos impuestos por el patriarcado? Esa manera testosterónica de asumir el poder y dar culpables, da igual que lo sean o no. Ellas han caído en lo mismo que todos, buscar una cabeza de turco, mientras Errejón espera los tiempos judiciales.

Las encubridoras

Son las mujeres que son reputadas periodistas, feministas que desde un inicio hablaron de determinados runrunes en la capital madrileña. Algunas de ellas, en un ejercicio de honestidad periodística, se hicieron eco, durante las primeras horas en los primeros programas de actualidad, de rumores que habían escuchado del político. Bajo el paradigma de “ya se sabía” quisieron dar credibilidad a las denuncias de las víctimas de violencias machistas supuestamente perpetradas por Íñigo Errejón, evidenciando que no era la primera vez que se escuchaba algo sobre la conducta disoluta y “donjuanesca” del personaje. En algunas redacciones, como la del diario Público, se llevaba tiempo investigando algunos de los testimonios que le llegaban a Fallarás. A esas mujeres se les ha acusado de encubrir a un agresor, cuando lo cierto, es que han podido aclarar a quien les ha querido escuchar, que ninguna de ellas tuvo nunca ningún hecho verificable, ninguna denuncia de alguna víctima con nombres y apellidos. Ahora, estas mujeres feministas han sido condenadas como traidoras por quienes nunca militaron en la lucha de la igualdad.

Las aprovechadas

Cuando existe una acusación a un hombre como presunto agresor sexual, incluso después de haber sido condenado por la Justicia, todas las tribunas desde donde se defiende la supremacía del hombre sobre la mujer imputan a la víctima el tener una doble intención, un lucro escondido que hace que denuncie a un pobre señor. En este caso no ha sido diferente. Tanto Cristina Fallarás como Elisa Mouliaá han sido acusadas de tener dobles intenciones en sus acciones. A Fallarás se le acusa ahora de orquestar una gran campaña de marketing para vender su libro, cuando lo cierto es que ella es una famosísima periodista que no necesitaba saltar a la popularidad gracias a crear una artimaña para destapar un escándalo precocinado. Es como si los periodistas que históricamente han destapado casos de corrupción y luego los han contado, no lo hubieran hecho por deontología profesional, sino por escribir luego el bestseller. Mouliaá es una actriz y presentadora que ha decidido dar un paso muy importante, hacer una denuncia policial para ayudar a que otras den el paso. Este tema no la va a ayudar, todo lo contrario, sitúa ya su nombre al lado del de su presunto agresor. ¿No les parece suficiente calvario público?

Foto: Íñigo Errejón entrando en el Congreso de los Diputados. (EFE)

Las víctimas del depredador sexual Íñigo Errejón no las podemos cuantificar, de momento, las otras víctimas ya se cuentan por decenas. Sumar y Más Madrid son dos organizaciones dirigidas por mujeres que ya se cuentan entre las víctimas de este caso como supuestas colaboracionistas. Las encubridoras y las aprovechadas forman parte ya también del caso. Todas ellas, mujeres situadas en acantilados de cristal imposibles de gestionar, todas en la picota por un señor.

Desde que Íñigo Errejón se autoinculpara delante de la dirección de Sumar por un caso anónimo que lo retrataba como un monstruo en las relaciones sexuales y afectivas solo hemos visto mujeres en el punto de mira de la opinión pública. Desde las actuales dirigentes de Sumar, Más Madrid, expolíticas como Tania Sánchez, hasta la propia periodista que lo publicó, Cristina Fallarás, pasando por otras periodistas como Ana Pardo de Vera o la primera víctima que lo ha denunciado ante la Policía, Elisa Mouliaá. Todas ellas criticadas, expuestas, sometidas a la presión pública. La vergüenza habrá podido cambiar de bando, el punto de mira no.

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