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La moto del pintor Robert Redford en la bohemia Mijas
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Agustín Rivera

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La moto del pintor Robert Redford en la bohemia Mijas

Mucho antes que Robert Redford se convirtiera en Robert Redford, el joven de Santa Mónica (Los Ángeles) circulaba en moto por el pueblo más pintoresco de

Mucho antes que Robert Redford se convirtiera en Robert Redford, el joven de Santa Mónica (Los Ángeles) circulaba en moto por el pueblo más pintoresco de la Costa del Sol. Corría 1966. En el paraíso del burro-taxi todavía se conserva su vehículo. El incipiente actor no acudió a la provincia malagueña para interpretar una película de la época. Quería cumplir un sueño: dedicarse a la pintura. Podría haber optado por otros escenarios, localidades vecinas del turismo de masas, pero acogedoras repúblicas independientes del arte: Deià en Mallorca o Cadaqués en la Costa Brava. Eligió Mijas.

Con la mitad de la población extranjera y plagada actualmente de residentes japoneses hippies que abominan del tópico de sus compatriotas que viajan de un lado a otro del planeta sin enterarse de nada, acudimos a la experiencia artística del intérprete de Todos los hombres del presidente para mostrar cómo un subsector de Hollywood miraba más allá de Torremolinos y Marbella, las grandes marcas turísticas del Mediterráneo sureño.

Tres muestras: Sofía Loren en una casa de campo mijeña. Mario Moreno (Cantinflas) dando capotazos en la plaza de toros del pueblo. Y Lady Di, acaso aspirante frustrada a una Grace Kelly crepuscular (si no lo hubiera impedido su muerte en el túnel del Alma), ‘cazada’ en topless en 1994 en la piscina del recientemente fallecido hotel Byblos, uno de los damnificados de la Operación Malaya.

Las fotos de Diana, que se vendían por 200 millones de pesetas, las compró ¡Hola! para guardarlas en una caja fuerte. Jamás se publicaron. Mi amigo Jesús Domínguez disparó 12 fotos. Domínguez, que en ese momento trabajaba para Diario 16 y Efe, hoy en El Mundo, recibió el chivatazo. Fue el primero en retratarla, aunque en bikini. “Ella no hizo topless, la pillaron desnuda cuando se dio la vuelta para ajustarse el bañador”, cuenta el fotógrafo.

Regreso a los sesenta mijeños. “El Robert Redford que residió en la Costa no era el de la sonrisa de cartel y revista. Su trayectoria estaba perforada por las dudas. Arrastraba dolor, la muerte de su madre, de su hijo recién nacido. No sabía si la interpretación representaba la respuesta. Fue su segundo intento de renuncia”, escribió el periodista Lucas Martín el 20 de febrero de este año en La Opinión de Málaga.

Sin electricidad ni agua corriente

Tras practicar con talento la bohemia en París como pintor callejero retrataturistas, vivió seis meses en Mijas, con Lola, su primera mujer, sin electricidad y agua corriente. Se desconoce si Redford ha leído (y puede corroborar si cree en la siguiente frase entrecomillada) el aforismo que James Michener intercala en Hijos de Torremolinos. Lo recoge Juan Bonilla en la muy recomendable La Costa del Sol en la hora pop: “En una semana encontrarás más ideas que en Yale en todo un año; me refiero a las mejores ideas, las irrelevantes”.

Un documental de la ETB emitido el pasado 16 de junio y titulado Verdades y mentiras sobre Robert Refordse adentra en su vida posMijas: “Se permitió algunos lujos: compró un barco y con él recorrió toda la costa mediterránea española”. Quizá alcanzara más éxito que el escritor Chris Stewart en su periplo por las islas griegas. Lo escribo por el título de su hit literario: Tres maneras de hundir un barco

Redford se trasladó más tarde a Nueva York. Le contrataron (el jefe fue un lince) como obrero de la construcción. “Era bastante torpe, le echaron del trabajo por perder su caja de herramientas”, cuenta el documental de la televisión pública vasca. Su primer éxito llegó con Descalzos por el parque, al lado de Jane Fonda. Luego Dos hombres y un destino junto aPaul Newman. Hasta que en los ochenta también se bautizó como director de cine. E incluso fundó el Festival de cine independiente de Sundance (Utah).

Redford, tremendamente celoso de su vida privada, no ha querido desvelar muchos detalles del retiro pictórico donde vivió justo diez años antes que triunfara con la interpretación de Bob Woodward, el reportero que desveló junto a Carl Bernstein el caso Watergate en The Washington Post.

La moto que utilizó en el pueblo blanco y custodia los secretos de sus cilindradas de pincel, cuando adelantaba sin intermitente a los burros-taxis, sería la percha argumental que le ayudaría (porque esto no es África) en la escritura de sus Memorias de Mijas. Aunque él ya no sea un sex-symbol, ni actúe en Kenia con el físico del personaje Denys. Ni lave el cabello de Karen Dinesen (Meryl Streep) mientras “el agua jabonosa se desliza por el suelo”, como informa la maltratada Wikipedia.

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Mucho antes que Robert Redford se convirtiera en Robert Redford, el joven de Santa Mónica (Los Ángeles) circulaba en moto por el pueblo más pintoresco de la Costa del Sol. Corría 1966. En el paraíso del burro-taxi todavía se conserva su vehículo. El incipiente actor no acudió a la provincia malagueña para interpretar una película de la época. Quería cumplir un sueño: dedicarse a la pintura. Podría haber optado por otros escenarios, localidades vecinas del turismo de masas, pero acogedoras repúblicas independientes del arte: Deià en Mallorca o Cadaqués en la Costa Brava. Eligió Mijas.