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La marcha de Imaz y por qué para dirigir el PNV hay que ser de Bilbao
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La marcha de Imaz y por qué para dirigir el PNV hay que ser de Bilbao

En el verano de 2005, Josu Jon Imaz dijo que la independencia de Euskadi sólo podría ser virtual y que el encaje del País Vasco en

En el verano de 2005, Josu Jon Imaz dijo que la independencia de Euskadi sólo podría ser virtual y que el encaje del País Vasco en España debería realizarse a través de la “soberanía compartida”.

Aquellas declaraciones acabaron transformándose en una tormenta eléctrica de verano acompañada de truenos. Sin embargo, desde las Encartaciones a los maizales del Duranguesado y desde Urkiola hasta el paso fronterizo de Behovia, nadie, salvo los que se hallaban enfrascados en la historia del país, supo a ciencia cierta lo que significaba “soberanía compartida”. La sola idea de compartir algo con los de fuera, con los maketos de siempre, sonaba, a los oídos de los independentistas, a claudicación. Y así, mientras en la Azkotia de Xabier Arzalluz las palabras de Imaz sonaban a tañido de campana que anuncia fuego en el pueblo, en la Azcoitia de los Caballeritos sabían a gloria y en la Azpeitia de San Ignacio, a misterio e incluso a vía crucis.

Fue a partir de entonces cuando el sector más independentista del PNV comenzó a mirar a Imaz con recelo, y al acercarse a él para comprobar el olor suyo de cada día advertían un aroma a chocolate belga en lugar de a borona de maíz. Luego mascullaban entre dientes: “Josu Jon se nos echó a perder cuando lo enviamos a Bruselas como eurodiputado”.

Egibar fue el secante que el sector soberanista colocó a Imaz en la planta de los pies, el Aznar que vigila a Rajoy desde FAES, la guindilla que todo independentista lleva dentro de su ser y sabe a país reconcentrado, a sociedad impermeable, inmune al exterior.

Imaz sabía muy bien lo que decía cuando declaró que la independencia sólo podría ser virtual y que, de entre todos los sueños nacionalistas, sólo el de la soberanía compartida con el resto del Estado podría llegar a entrelazar su mundo imaginario con el real. Si bien es cierto que el régimen foral vizcaíno de los siglos XV y XVI fue el de la soberanía compartida, es difícilmente demostrable que el País Vasco fuera plenamente independiente antes de su incorporación voluntaria a Castilla -Guipuzcoa en 1200, Alava en 1332 y Vizcaya, por casamiento, en 1371- porque los señores de Vizcaya solían ponerse bajo la protección de los reyes que ellos mismos escogían y, a veces, la sumisión a esos monarcas rayaba la humillación.

Así, por ejemplo, hacia 1280, el señor de Vizcaya Lope Díaz de Haro, el Ambicioso, prometió al rey Sancho de Castilla servirle fielmente, asegurándole que, en caso de incumplir su promesa, uniría a su corona el señorío de Vizcaya, lo que era contrafuero.

El pasado fin de semana, Imaz volvió a insistir sobre lo mismo: “Hay que buscar aliados en el seno de la sociedad española para construir el Estado plurinacional pues debemos abogar por la cooperación y no por la confrontación”.

Los nacionalistas moderados y modernos desean desmarcarse de las actitudes integristas y radicales. Los tiempos en los que el párroco de Elorrio, Juan Izurrátegui Belostiguieta, decía en 1936 que “Jesús Nuestro Señor había sido mendigoizale (mozo de monte)” y se negaba a dar la primera Comunión a los españolistas, ya han pasado.

Lo que, en cambio, aún permanece vigente es lo que escribió Gaetán de Bernoville en La France Catholique, en octubre de 1937: “En España, los representantes del poder central no ejercen influjo serio en la mayor parte de las provincias vascas porque el aldeano, el menestral y el marino solo escuchan y siguen a quienes encarnan su fe y sus tradiciones, pues creen que nunca engañarían a los de su propia sangre”.

Al dejarlo todo e irse a casa, Imaz sale a campo abierto dejando en Sabinetxea el debate sobre la modernización del nacionalismo, otra tormenta eléctrica. Sin embargo, no debemos olvidar que, en momentos de tormenta, la mejor protección se encuentra en campo abierto. Ahí espera sin paraguas ni txapela Iñigo Urkullu, el amigo de Josu Jon, para coger el rayo con la mano y encumbrarse al poder. Pero para eso hay que ser de Bilbao.

*Javier Ybarra Ybarra es abogado y autor de Nosotros los Ybarra.

En el verano de 2005, Josu Jon Imaz dijo que la independencia de Euskadi sólo podría ser virtual y que el encaje del País Vasco en España debería realizarse a través de la “soberanía compartida”.

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