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Alfons Quintà

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Alfons Quintà

Política contra políticas

Como mínimo una vez por semana habló con una fuente amiga de la Comisión Europea para intentar averiguar qué medidas políticas y jurídicas, no sólo financieras,

Como mínimo una vez por semana habló con una fuente amiga de la Comisión Europea para intentar averiguar qué medidas políticas y jurídicas, no sólo financieras, tomarán respecto a la crisis. Siempre me contesta que están al caer. Es el “vuelva usted mañana” de Mariano José de Larra. He aquí un vicio español europeizado. Desde que en septiembre saltó a la palestra la actual crisis, uno de los fenómenos más alucinantes ha sido la debilidad genérica de los análisis económicos y políticos, así como la incapacidad política para iniciar un mínimo cambio de tendencia. Ha habido medidas económicas mínimas, pero ninguna visión que enfronte males perfectamente identificados, como productos financieros letales, emparados en confusos montajes jurídicos; falta de transparencia; ausencia de alarmas; pasotismo de los poderes políticos y más dramas.

Dicen que el Titanic se hundió con la orquesta sin parar de tocar. Ahora lo estamos reviviendo, después del histórico hundimiento de hace cuatro meses. Antes de septiembre nadie se hubiese podido imaginar el actual espectáculo. Deja claro que no se sabe hacia donde vamos y, por lo tanto, tampoco a donde llegaremos, excepto que probablemente será el lugar al que no quisiéramos ir.

Por si todo ello fuese poco, una de las pocas certezas que hoy se puede tener en este país -debido al monstruoso endeudamiento que asume el gobierno- es que las futuras generaciones podrán parafrasear a Machado diciendo “españolito que vienes al mundo, te guarde Dios, que la España que dejó Zapatero te helará el corazón”.Antes y después de septiembre, en España nos domina una política politiquera que se lo come todo e impide que tan sólo se planteen políticas concretas, destinadas a resolver problemas reales. Pese a la gravedad de la situación, el debate político mantiene el nivel espeleológico de siempre.

Aquí, como en cualquier parte de mundo, los ciudadanos quieren que haya una política económica. Desean que exista una política de equipamientos públicos. Otra de vivienda. Una cuarta de enseñanza, y muchas cosas más, como una administración de justicia institucionalmente impermeabilizada respecto a la política y con medios para efectuar su labor. Todo ello debería estar destinado a solucionar necesidades reales y existentes, que son cambiantes y no fruto de prejuicios ideológicos de los tiempos de la Guerra Fría. O, para ser más precisos, propios de los malditos enfrentamientos radicales del período de entre las dos guerras mundiales. Añorarlo es una psicopatológica.

En cambio, entre nosotros predomina una politiquería ideológica de enfoque negativo (en concreto antiliberal), con todas las connotaciones propias de un ultraizquierdismo trasnochado y fracasado.

Su principal puntal es un airado debate entre medios de comunicación y la existencia de unos profesionales de la subvención cultural que, como ellos saben muy bien, irán cayendo por el peso de la realidad, como ha sucedido en toda Europa. Incidirán en el tema altibajos, de sentido diverso, que están al caer respecto el mundo políticomediático, por decirlo en expresión acuñada por Mitterrand. Precisamente es gracias a un medio francés muy serio que confirmo los malos momentos del segundo grupo editorial galo, Editis, propiedad del español Grupo Planeta, es decir de José Manuel Lara, también propietario de medios de comunicación españoles. La información cita a un banquero francés diciendo: “Los españoles han comprado caro un grupo (Editis) hinchado con helio, justo antes de que diese la vuelta la coyuntura”. Destacan que en la compra se usó la delicada figura del LBO (Leveraged Buy Out), es decir comprada con endeudamiento bancario garantizado con los recursos de la propia empresa adquirida.

Hasta la llegada de la crisis nos podía consolar el hecho que, a pesar de la izquierda radical, el papel de la economía iba al alza y el de la política seguiría a la racionalización que -¡Ay Dios mío!- se creía que impondría la economía. Aquella ingenuidad, o aquel delirio ha concluido Una cosa fue la autorregulación y otra su degeneración en acracia financiera. Sea como sea, estamos en otro paradigma.

Hace siglos, el insigne científico (o precientífico) Paracelso (1491-1541) afirmó: “Todas las cosas son venenosas y no hay nada que no tenga veneno. Sólo la dosis permite que algo no sea venenoso”. Si alguien lo duda puede aclararlo comiéndose veinte kilos de pan y bebiendo veinte litros de agua. Mejor que lo haga ante un hospital.

El pasado septiembre, hubo un empacho en el mundo se habían impuesto fuertes dosis de liberalismo económico aliñadas con una dejadez político-administrativa, en particular, en el ordenamiento financiero. Si miramos hacia atrás, parece increíble. Las dosis resultaron venenosas. Hubo exceso de unas y defecto de otras. Ahora hay que temer, entre otras cosas, que no haya una reacción excesiva, como acaeció en Estados Unidos después del escándalo Enron.

La política y la economía nunca serán independientes la una de la otra, ni tampoco los elementos constitutivos de cada una ellas lo son respecto al conjunto. Es una verdad que aquí induce a temblar, si se tiene en cuenta que estamos lejos de muchas modernidades inevitables y a la merced de un mundo político de niveles espeleológicos, incluso en cuanto a mero debate.

En el debate que debería existir, y no existe, tendría que figurar, al fin, la necesidad de elaborar políticas sectoriales como aquellas a las que aludí (económicas, educativas, de vivienda, de racionalización y modernización del Estado, etcétera). Deberían dejar de ser tributarias de visiones ideológicas más propias del siglo XIX que de unos tiempos en que la complejidad de los temas, y de las propias sociedades, obliga a consideraciones sólo inductivas y pragmáticas, no ideológicas. El hecho que la exposición de unas banalidades tan obvias pueda resultar, en el marco de los actuales griteríos políticos, algo original me produce vergüenza. Pero de momento la cosa es así. A ver si mañana llega algo de nuevo. El gran Larra se murió esperándolo.

Como mínimo una vez por semana habló con una fuente amiga de la Comisión Europea para intentar averiguar qué medidas políticas y jurídicas, no sólo financieras, tomarán respecto a la crisis. Siempre me contesta que están al caer. Es el “vuelva usted mañana” de Mariano José de Larra. He aquí un vicio español europeizado. Desde que en septiembre saltó a la palestra la actual crisis, uno de los fenómenos más alucinantes ha sido la debilidad genérica de los análisis económicos y políticos, así como la incapacidad política para iniciar un mínimo cambio de tendencia. Ha habido medidas económicas mínimas, pero ninguna visión que enfronte males perfectamente identificados, como productos financieros letales, emparados en confusos montajes jurídicos; falta de transparencia; ausencia de alarmas; pasotismo de los poderes políticos y más dramas.

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