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Zapatero: utopismo y paternalismo televisivos
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Alfons Quintà

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Alfons Quintà

Zapatero: utopismo y paternalismo televisivos

Nunca ha existido ni nunca existirá un Estado que aporte a la colectividad más dinero del que obtiene de la misma, mediante impuestos. Puede haber mitos,

Nunca ha existido ni nunca existirá un Estado que aporte a la colectividad más dinero del que obtiene de la misma, mediante impuestos. Puede haber mitos, desde Robin Hood al comunismo. De hecho, son timos o delirios que se suelen pagar muy caro. Si la sociedad no trabaja, o no puede trabajar, no hay impuestos que recaudar. En consecuencia, no aparece milagrosamente ningún puente, ni escuela, ni hospital. Añadamos que cuando el Estado da algo puede ser a cambio de la libertad personal y porque le ha cogido más a otro. Los anglosajones dicen que la comida gratis no existe.  

Pese a que trata de verdades dignas de Don Pero Grullo, lamentablemente hay que recordarlo. En particular, desde que el gobierno decidió optar por un discurso asistencialista indignante. Fue la idea dominante en el reciente programa de televisión de Zapatero.

Ciertamente, hay personas que deben ser asistidas. Pero somos muchos más los que preferimos vivir de nuestro trabajo. Es el medio que mejor ampara nuestra libertad, una de las pocas grandes cosas por las que vale la pena vivir y luchar. También asumimos que todos paguemos la asistencia de quienes la precisen, pero sin olvidar que los bienes colectivos sólo pueden proceder de nuestro trabajo. Para ello se requiere una economía productiva abierta, no dominada por el Estado.  

Los criterios expuesto por Zapatero en aquel programa dejaban claro que hoy la economía productiva española es menor que ayer y mayor de lo que será mañana. Como dijo Solbes en un ataque de veracidad “ya no tenemos margen de actuación”. Tampoco lo intentan. Algo muy simple consistiría en proponer retomar, adoptados al presente, los acuerdos de Basilea de 1988 y de 2004 de reforma del sistema bancario, que son muy claros. Si se hubiesen aplicado no estaríamos como estamos. Pero, en caso de que el gobierno fuese por ésta vía, técnicamente prudente y ponderada, ¿los bancos serían tan generosos en las vigilias de las elecciones? De los productos financieros justamente llamados tóxicos, que también nos han afectado, si bien menos que en otras partes, no se dice nada. ¿No seria mejor liquidarlos, impedir su reproducción, incrementar la transparencia y establecer buenas alarmas para las crisis, antes de recapitalizar los bancos con dinero público?

 Zapatero mostró que no es capaz de ni tan sólo concebir soluciones intelectualmente presentables para relanzar la economía real.  O sea que hablar de actuaciones prácticas y realistas, no puede estar en su agenda.

Ello no obstante, el programa televisivo aportó alguna novedad importante. Por ejemplo, los asistentes no siguieron a Zapatero cuando intentó echar las culpas a los demás, en primer término, obviamente, al PP. Ya no funciona el discurso de criminalización de lo que convenga, para poder, por contraposición, encarnar el único paraíso posible. El maniqueísmo político fue aquí la gran maldad atávica de todo el siglo XIX y una parte enorme del XX. Tras la ponderación de los años de la Transición, vuelve a diferenciarnos de la Europa equilibrada. Lo de la memoria histórica no fue banal ni un azar. Se quería hacer lo que efectivamente se hizo. 

En el terreno económico, la ausencia de alguna explicación técnicamente digna, ha hecho que, en la práctica, se hayan enterrado, a día de hoy, las políticas centradas en la oferta. Se resucita el viejo keynesianismo, es decir favorecer la demanda mediante la inversión pública. Pero tampoco costaría argumentar lo contrario, porque abundan los tanteos, los retractos y las idas y venidas en función de la última encuesta del día. En todo caso, no hay que ser general para afirmar que la suma de tácticas inconexas no genera una estrategia.

Tampoco basta con citar a J. M. Keynes o a Franklin D. Roosevelt para efectuar una intervención económica ambiciosa y elevada de miras. Una cosa fue la Tennessee Valley Authority, que era economía productiva al estado puro. Otra muy diferente es regalar 400 euros a quince millones de españoles, totalizando seis mil millones de euros, excluidos los parados y los jubilados. O dar ocho mil millones de euros para 31.000 obras municipales, muchas de ellas del todo inútiles. Eso si, incluyen treinta millones de euros en carteles de propaganda. De economía productiva ni un gramo. Remozar la fachada de un ayuntamiento no generará inversión privada, que es la que cuenta. 

Ahora bien, pese a la gran venta de humo efectuada por Zapatero en la televisión, hubo una mayoría de telespectadores satisfechos por sus banalidades paternales y estatistas. O sea que el PSOE puede estar tranquilo. Churchill afirmó que las oposiciones jamás ganan las elecciones, pero que a veces los gobiernos las pierden. De momento, está claro que el PP no está en el proceso de ganarlas y, pese a su ridículo inmanente, el PSOE no está perdiéndolas.  

Preferir un partido u otro debería ser función de cual de ellos puede conducir a España por el camino, hoy virgen, de la modernidad. Es la misma pregunta que me hice respecto a Francia, desde la llegada a la presidencia del nefasto Chirac (1995) hasta su feliz substitución por Sarkozy (2007). Escribí cientos y cientos de artículos que intentaban esclarecer aquella incógnita. Tenía dudas, entre otras cosas porque en Europa el cambio copernicano precedente había sido desde la izquierda, en Gran Bretaña, con Tony Blair (1997).

Ahora la duda consiste en saber cuando España se cansará del griterío como substituto del debate real y de la propaganda paternal y colectivista, casi al estilo de los socialistas utópicos del siglo XIX (Cabet, Owen, Fourier).  De momento, aquí quizás lo que más ha cambiado es el medio usado, la televisión.

Nunca ha existido ni nunca existirá un Estado que aporte a la colectividad más dinero del que obtiene de la misma, mediante impuestos. Puede haber mitos, desde Robin Hood al comunismo. De hecho, son timos o delirios que se suelen pagar muy caro. Si la sociedad no trabaja, o no puede trabajar, no hay impuestos que recaudar. En consecuencia, no aparece milagrosamente ningún puente, ni escuela, ni hospital. Añadamos que cuando el Estado da algo puede ser a cambio de la libertad personal y porque le ha cogido más a otro. Los anglosajones dicen que la comida gratis no existe.  

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