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¿Por qué me llamas ahora?

El mejor ejercicio que un comunicador puede hacer en determinados momentos es colocarse en la posición de su interlocutor. Incluso en épocas de calma y bonanza,

El mejor ejercicio que un comunicador puede hacer en determinados momentos es colocarse en la posición de su interlocutor. Incluso en épocas de calma y bonanza, las redacciones se ven inundadas por cientos de notas de prensa, llamadas, mensajes y correos electrónicos. En momentos como el que vivimos, esa marea informativa se convierte en un tsunami que ahoga al informador en un caos de proporciones colosales. Cuando nadie sabe qué es lo que realmente ocurre, todo el mundo está dispuesto a poner los puntos y las comas en la historia.

A continuación detallo una serie de comentarios que más de un periodista económico quisiera hacer a sus interlocutores en las empresas.

Confianza: “Tú empresa lo hace bien, pero los rumores dicen que no va tan bien. Quieres que escriba una historia que frene esos rumores. No tienes ni datos ni hechos que lo prueben (hoy en día nadie los tiene), pero de todos modos me pides que confíe en ti. Durante mucho tiempo has estado esquivando mis llamadas o dándome largas. En ese periodo de tiempo podíamos haber construido una relación donde cada uno hubiéramos motivos para confiar en el otro. Eso no ha ocurrido y, francamente, no sé por qué me llamas ahora”.

Filtraciones: “Una fuente de mi confianza me ha filtrado información sobre tu empresa. No quieres confirmar ni desmentir esa información. No me quieres ayudar a entender mejor esa información y a interpretarla. Simplemente quieres levantar la historia y, de paso, que te cuente quién es mi fuente. Piensa en ello seriamente. En los tiempos que corren todo el mundo cuenta y filtra cosas. Ya sea porque la historia es demasiado buena para no contarla o porque alguien saca partido de ello. Piensa en lo que se puede filtrar y cuéntamelo desde tu punto de vista. Llámame y te ayudaré a controlar la historia. No puedo hacer mucho más por ti”.

Pescar: “Tengo una pista sobre un tema que no te va a gustar. De mi mensaje, no sabes sí realmente tengo todo atado para cerrar la historia o si simplemente estoy pescando. Si estás convencido de que tu silencio matará la historia ó la convertirá en un breve de cinco líneas, lo respeto. Eso sí, una vez que estés seguro de que voy adelante con el tema, no te escondas. Asume el asunto en lo que te concierne. De otro modo pondré en marcha el ventilador y acudiré a otra fuente para rellenar los huecos. Debes llamarme”.

Blogs: “Un blog está intoxicando sobre tu empresa. Quieres que lo ignore o, mejor aún, que lo desacredite y menosprecie. Lo siento, pero me encantan los blogs. Son grandes fuentes de información. Tengo el mío y en él escribo sin las limitaciones de mi editor y mi medio. Si no te gustan lo que escriben de ti, quizás lo mejor sea hablarlo.  Conviérteme en tu aliado y dame noticias. Espero tu llamada”.

Momento: “Tienes una idea susceptible de ser una buena historia. El mejor momento para venderla es cuando no haya un tema –como ahora- dominando los titulares. En una crisis solemos estar atentos a aquellos imprevistos que marcan la actualidad. Si sabes algo que puede hacer cambiar el curso de los acontecimientos, cuéntamelo ya. Tal vez entonces haga más caso a tu gran historia, cuando las cosas estén más calmadas. Ahora no es el momento”.

Sé directo: “Tienes un mensaje que quieres se difunda. Sólo hay un problema: no es noticia. Lo que quieres es reforzar la confianza de clientes y empleados. Incluso si todos ellos me leyeran, estoy seguro que no quisieran escucharlo de mí, sino de ti. Díselo a ellos directamente, ya sea por carta, por e-mail o por webcast. Acudir a mí no es la solución a tu problema”.

Consistencia: “Los periodistas nos atenemos más a los precedentes que incluso los abogados. Lo noto cuando empezamos a hablar de algo de lo que no quieres hablar, o cuando te vuelves mudo siendo por costumbre locuaz. La razón de ello es la historia que persigo. Valoro la sinceridad y sospecho cuando te tornas en guardián del discurso corporativo. Si hay razones para ese silencio me gustaría entenderlas, y entender de paso tu cambio de actitud hacia mí”.

Todo lo anterior no es nuevo. Ha recobrado actualidad por las presiones que rodean y marcan el momento actual. Conocemos la existencia y las dinámicas de los blogs y las filtraciones. Sabemos que es muy importante construir relaciones duraderas con los medios y sus redactores, especialmente ahora que nos gusta tanto el correo electrónico. Ahora más que nunca hay que estar pegado al terreno y saber qué pasa por la cabeza de nuestros interlocutores. Si no lo hemos hecho hace tiempo o no lo hacemos, es el momento de hacer esa llamada.

El mejor ejercicio que un comunicador puede hacer en determinados momentos es colocarse en la posición de su interlocutor. Incluso en épocas de calma y bonanza, las redacciones se ven inundadas por cientos de notas de prensa, llamadas, mensajes y correos electrónicos. En momentos como el que vivimos, esa marea informativa se convierte en un tsunami que ahoga al informador en un caos de proporciones colosales. Cuando nadie sabe qué es lo que realmente ocurre, todo el mundo está dispuesto a poner los puntos y las comas en la historia.