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'The dead are still dead'
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'The dead are still dead'

“It doesn't matter what I think. It doesn't matter what I feel. The dead are still dead.” (Hanna, The Reader, Stephen Daldry, 2008) En lo que considero

“It doesn't matter what I think. It doesn't matter what I feel. The dead are still dead.” (Hanna, The Reader, Stephen Daldry, 2008)

En lo que considero la escena clímax de la película The Reader, ganadora del Oscar a la Mejor Actriz de este año (Kate Winslet), película dura donde las haya, un Catedrático de Derecho en la universidad de Berlín diserta con sus alumnos sobre el por qué del nazismo. El profesor explica a sus alumnos cómo las personas consideran complacientemente que sus vidas y la sociedad en general están gobernadas por unos principios morales o éticos, pero que en realidad no es así, porque la vida de los hombres está simplemente regida por las leyes. Esa es su explicación del por qué y cómo todo un pueblo culto como el alemán se vio atrapado por el nazismo. Todos sabían que había algo terrible en lo que pasaba, pero nadie reaccionó. Simplemente, cumplieron las leyes.

La película es entre otras cosas la historia de Hanna, una mujer que había sido miembro de las SS y es acusada años mas tarde de crímenes de guerra. Es una historia no sobre las víctimas, sino sobre por qué hicieron lo que hicieron los que perpetraron los crímenes. Aunque en la película se traslucen claramente sus remordimientos, en el proceso legal contra ella Hanna se defiende con el único argumento de que cumplía con su deber. Cumplía la ley. Pero el magistral guión muestra cómo todos los personajes son conscientes, desde el profesor de Derecho hasta Hanna misma, de que aquello que los nazis habían hecho estaba mal, extremadamente mal, aunque toda la nación alemana actuara en aquél momento conforme a derecho.

La crisis actual y la ley

En varios escritos sobre esta crisis he argumentado que la sociedad no es la principal culpable de la crisis, sino los gobiernos y los reguladores. Pero seamos sinceros. Desde hace años todos éramos conscientes de que antes o después llegaría una crisis como ésta. Todos éramos conscientes de que vivíamos extremadamente endeudados o, en cualquier caso, por encima de nuestras posibilidades. Pero nadie hicimos nada efectivo para cambiar las cosas. Simplemente nos dejamos llevar. Jugábamos al mismo juego que jugaban los demás, de acuerdo con la regulación. Cumplíamos la ley.

Ahora, podríamos decir como Hanna: da igual lo que pensemos, da igual lo que sintamos. Las empresas que están quebrando seguirán quebradas, generando millones de desempleados. Y los que esta crisis matará de hambre o por falta de recursos en el mundo entero, seguirán muertos.

El aborto y la ley

La ley tiene un enorme poder formador o deformador de las conciencias. Por ello, es fundamental que en aquellos aspectos esenciales de la vida la ley se ajuste a la naturaleza de las cosas.

Ocurre en todos los ámbitos: pasó con el nazismo, ha pasado ahora con la regulación bancaria y de los mercados financieros, y pasa con otros asuntos transcendentales, como el aborto. Respecto a este último, es sorprendente ver cómo la ley del aborto legisla sobre un objeto, el embrión, que la propia ley considera que no es objeto de derecho, que no es persona jurídica hasta las 24 horas después de nacer. Si creen que no es objeto de derecho, ¿por qué legislan sobre él?

La vida es un extraordinario invento termodinámico del universo para huir de la entropía, de la uniformidad, de la muerte. Es un invento para generar individualidad a partir de partículas elementales que no tienen individualidad. Pero para funcionar la biosfera requiere diversidad. Sin diversidad, sin variación, cualquier ecosistema colapsa (hasta la sociedad humana necesita la diversidad, la individualidad. Una sociedad sin diversidad está muerta. Por eso hay que evitar cualquier globalización que tienda a la homogeneidad, a la falta de diversidad cultural). El objetivo primordial de la vida es generar diversidad, diferenciación, individualidad como forma para auto-perpetuarse.

Este maravilloso universo creado cabalga sobre la materia persiguiendo la eternidad, o al menos reflejándola como en una bella fotografía del mejor de los fotógrafos. Y la vida es la expresión más sublime de esa persecución. Podéis o no estar de acuerdo con esto, pero en lo que todos podemos estar de acuerdo es que este maravilloso universo genera constantemente individualidad a partir de partículas que esencialmente no tienen individualidad.

Todo, desde los átomos hasta las galaxias, pasando por las formas de vida más extravagantes, no son más que combinaciones progresivamente complejas de partículas elementales que no tienen individualidad, con el fin de generar individualidad (los quarks, las partículas subatómicas más elementales, no tienen individualidad, por ser esencialmente intercambiables, en opinión de su descubridor, el Premio Nobel de Física Murria Gell-Mann, un brillante científico y escritor agnóstico. Os recomiendo su libro: El quark y el Jaguar. Aventuras en lo simple y lo complejo).

Precisamente el sexo aparece en la biosfera no como forma de reproducción (hay muchas formas de reproducción asexual), sinoespecíficamente como forma de obtener una mayor diversidad, una mayor individualidad. El sexo, además de una forma de unión y compenetración de los progenitores, es un medio para producir dotaciones genéticas diferentes, individuales, únicas. Es una forma de producir variación. La naturaleza profunda del la vida es la generación de variación, de individualidad, la generación de dotaciones genéticas diferentes y únicas.

Al igual que en la nación alemana nazi todos eran conscientes de que algo fallaba en su esencia; al igual que en la sociedad moderna consumista e hiper-endeudada todos éramos conscientes de que no podíamos seguir así, también todos somos conscientes de que cualquier embrión generado por la vida es una nueva individualidad, un nuevo individuo. Pero al igual que en el nazismo y en el capitalismo salvaje la sociedad se dejó llevar por la regulación, por la ley, la sociedad también actúa como si aceptara, no sin remordimientos, que el embrión no es un individuo porque lo dice la ley.

Sé que no es fácil la discusión, porque los que proponen el aborto aíslan el debate de cualquier discusión ética o moral (o social, porque no entran tampoco en la discusión de cómo ayudar a las mujeres) y se ciñen a hablar de penalización o despenalización, restringiendo la discusión a si hay que meter en la cárcel a las mujeres que abortan.

De nuevo un ejemplo del efecto deformador de las conciencias que puede llegar a ser una ley. Tal y como parecen gritarle a Hitler los personajes del profesor de Derecho y la propia Hanna en The Reader, todos somos culpables pero tú legislador, tú regulador, eres el principal. “It doesn't matter what I or you think. It doesn't matter what I or you feel. The dead are still dead.”

“It doesn't matter what I think. It doesn't matter what I feel. The dead are still dead.” (Hanna, The Reader, Stephen Daldry, 2008)

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