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El asesino silencioso de la Universidad
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El asesino silencioso de la Universidad

El asesino silencioso. Así llaman los cardiólogos a la hipertensión. La hipertensión no duele, no avisa. Simplemente un buen día uno se muere. Un ataque al

El asesino silencioso. Así llaman los cardiólogos a la hipertensión. La hipertensión no duele, no avisa. Simplemente un buen día uno se muere. Un ataque al corazón y ya está. El difunto se tomaba la tensión regularmente, conocía de sobra los síntomas y escuchaba los consejos del médico; pero siempre decía: ¡bah!, si hoy me encuentro bien. Y no cambiaba sus costumbres. Un día ya fue demasiado tarde.

Los informes internacionales sitúan la Universidad española a la cola del mundo civilizado. Aquí, toda nuestra sabiduría reconcentrada es incapaz de reconocerlo y tomar medidas. El gobierno y los gobiernitos no solo miran para otro lado; en cuanto pueden, la rocían con un salero, a ver si con un poco de suerte acaban con ella antes.

La Universidad española sufre de hipertensión. ¿La acabará matando? Analicémoslo.

Hipertensión burocrática. La ley consagra la autonomía de la Universidad para imponer posteriormente unos rígidos corsés burocráticos denunciados más de una vez desde Europa, que obligan a caminar a todas ellas por la misma senda de la mediocridad. Y unas agencias de calificación que, con criterios fundamentalistas y actuaciones inquisitoriales, realizan una labor contraria a los objetivos para los que fueron creadas.
Hipertensión democrática. Imagínense una empresa, un colegio, o cualquier otra institución, que funcionase en plan asambleario. La Universidad pública española es el ejemplo máximo de democracia perfecta, sistema que funciona únicamente si la calidad democrática de sus votantes es suficiente. Muchos docentes votan en función del clásico “de lo mío, qué”, de los intereses particulares de su propio grupito; para muchos de ellos el estudiante no es más que una molestia. Los alumnos habitualmente votan a aquellos que les hacen la vida más fácil y ponen menos trabas para conseguir rápidamente un título, verdadero objetivo de la Universidad; cosas como el aprendizaje, la calidad de la enseñanza, la investigación o los medios necesarios, habitualmente no interesan a nadie. No se dan cuenta que se puede rebuznar con título universitario o sin él, pero que el rebuzno sigue siendo el mismo. El personal de administración y servicios, por su parte, vota en función de sus propios intereses, que no tienen nada que ver con la docencia.

Hipertensión docente. El sistema de selección del profesorado sigue siendo deficiente, ya se comentó en un artículo anterior. La Universidad lucha contra la endogamia sin darse cuenta que los profesores son personas, y que no se puede calificarlos únicamente en función de puntuaciones, sin tener en cuenta su diversidad de saberes ni otras muchas capacidades que el sistema no contempla, dejando fuera a muchos de los mejores, y desanimando a los que están dentro y valen.

Hipertensión investigadora.
En España se valora preferentemente la investigación mediante la medición de las publicaciones del profesor o del candidato a profesor. Y por lo tanto, España produce gran cantidad de artículos científicos. Sin embargo nuestros responsables políticos no entienden como las patentes o la transferencia tecnológica a las empresas es infinitamente menor. Simplemente porque el dato anterior es fruto de la perversión del método, de la picaresca; en eso sí que somos líderes mundiales. Si realmente fuese verdad, semejante producción científica ya habría producido unos cuantos Premios Nobel. ¿Conocen ustedes alguno? Hemos empezado la casa por el tejado: las publicaciones; pero la casa no tiene cimientos: la investigación aplicada.

Hipertensión de los alumnos.
En esta sociedad de derechos pero no de deberes, llegan a la Universidad alumnos cada día peor preparados. Pobrecillos. Ellos no tienen la culpa. Nadie les ha enseñado a esforzarse, a estudiar, a respetar al profesor ni a los demás. Vienen a la Universidad con unas carencias fruto de una educación previa cada vez más deficiente. Cuando llegaron a la Universidad los primeros alumnos de la LOGSE, cualquier profesor universitario notó un cambio abrupto de las capacidades de esos alumnos respecto a años anteriores, y una la diferencia de madurez abismal. ¿Era culpa de ellos o del sistema docente y de valores que les impusieron?

Hipertensión “titulitaria”. Se trata de que la nena o el nene consigan un título universitario como sea. Un título universitario por sí mismo no da la sabiduría, lo que hace que muchas empresas y empleadores ya se estén quejando de las nuevas remesas de titulados. Muchos no saben ni escribir. Y no es extraño: las presiones sobre el profesorado para otorgar injustos aprobados son cada vez mayores. Nos quejamos de “mileurismo”. Pero muchos de los más recientes titulados no han demostrado merecerse un salario mejor.

Hipertensión tecnológica. Las nuevas tecnologías, por sí mismas, no dan la sabiduría. Son tan solo herramientas que se necesitan, como antiguamente el lápiz y el papel. Poseer el mejor ordenador o el equipo más caro, si no hay un esfuerzo intelectual detrás que permita poder sacar jugo a la herramienta, no sirve para nada. Es un problema de cerebro, no de presupuesto.

Hipertensión pública o hipertensión privada. Al final, el debate se reduce a la dicotomía de siempre. Podría haber Universidades públicas malas, como las hay buenas. Y podría haber Universidades privadas buenas, como las hay malas. Es un problema de calidad de la gestión. Para los fanáticos de lo privado, en España conviven junto con dignas Universidades privadas, otras, sobre todo de las más recientes, en que a cambio de unos buenos dineros y un paripé, al nene le dan el ansiado titulito universitario. ¿Y en muchas públicas? También.

¿Hipertensión mercantilista? Se acusa de querer mercantilizar a la Universidad, pero no se admite nada que provenga de ella. En muchas ramas universitarias, como la ingeniería o las ciencias experimentales, la colaboración con las empresas enriquece a todos. No nos damos cuenta que en los países más avanzados buena parte de la investigación más puntera, y sus aplicaciones, es realizada por empresas; que el trasvase de científicos y la colaboración con la Universidad es habitual.

Como en nuestro país la culpa de todo la tiene el empedrado, estamos haciendo responsable de todos los males al propio proceso de Bolonia, sin darnos cuenta que de que Bolonia no deja ser un marco de actuación del que podrán salir cosas buenas, si se hacen bien, o cosas malas, si se hacen mal. Debería ser un revulsivo pero desgraciadamente se está convirtiendo, si no rectificamos, en la herramienta que dará la puntilla a nuestra Universidad.

De momento tenemos la Universidad que se merece esta sociedad hipertensa. La que venga después dependerá de que dejemos de dar comida salada al enfermo.

Por cierto, ¿es que acaso nuestro idioma es tan pobre que a partir de ahora todos van a ser másteres –del Universo, supongo- en vez de diplomados, licenciados, o ingenieros?

El asesino silencioso. Así llaman los cardiólogos a la hipertensión. La hipertensión no duele, no avisa. Simplemente un buen día uno se muere. Un ataque al corazón y ya está. El difunto se tomaba la tensión regularmente, conocía de sobra los síntomas y escuchaba los consejos del médico; pero siempre decía: ¡bah!, si hoy me encuentro bien. Y no cambiaba sus costumbres. Un día ya fue demasiado tarde.

Universidad de Granada