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La particular forma de entender la vida de Alfonso Escámez
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La particular forma de entender la vida de Alfonso Escámez

Alfonso Escámez fue mi jefe, también fue un gran maestro y sobre todo fue un gran hombre capaz de interpretar su tiempo. Conviví directamente con él

Alfonso Escámez fue mi jefe, también fue un gran maestro y sobre todo fue un gran hombre capaz de interpretar su tiempo. Conviví directamente con él en una continuidad diaria durante cuarenta y dos años bajo la mirada de las cariátides, que hoy lloran su ausencia, en la sede del Central que edificó años antes en la C/ Barquillo de Madrid el Banco Español del Río de la Plata.

Solo hubo dos Presidentes del Banco Central entre 1939 y 1992, Ignacio Villalonga, y el que fuera su auténtico hijo profesional y espiritual, Alfonso Escámez, y de allí nació una amplia constelación de profesionales, prácticamente en su totalidad nacidos del seno de la propia casa, que fue capaz de llevar el Banco a la primera posición del ranking nacional con una presencia internacional relevante, entonces insólita, y crear y desarrollar el grupo industrial privado más importante del país.

Alfonso Escámez no solo creó un grupo de profesionales bancarios, estimuló y dio pista para su desarrollo a numerosos profesionales, entre ellos grandes figuras, como Antón Durán, Juan Antonio Lliso, Luis Magaña, Carlos Pérez Bricio, Julián Trincado, y otros muchos de quien en su momento será fácil hacer memoria. Alfonso Escámez creía en el desarrollo de la empresa, creía en la generación de empleo como una aportación tan principal como los resultados, y quizás en este momento final conviene poner de manifiesto para las generaciones actuales que ese grupo que lideraba Escámez en lo bancario y en lo industrial, bajo conceptos de emprendimiento y de lo que hoy llamamos excelencia, puede presumir de que en esos más de 40 años nunca llevó a cabo alguna regulación de empleo ni cerró ninguna empresa. Cuando venían problemas el objetivo era la transformación y profundizar en el esfuerzo. Quizás por el origen de Escámez y de la mayoría de miembros de su equipo, el mantenimiento del empleo en las empresas que se crearon en España y fuera de España tuvo una prioridad total.

Biografía de toda una época

La figura de Escámez, ennoblecido por el Rey con título de Marqués, respetado por los mercados y los creadores de opinión como refleja su presencia pública en los años de vida que Dios le concedió con gran generosidad, debe merecer un reconocimiento muy especial por su aportación singular y comprometida con la instauración de la democracia, de la monarquía parlamentaria y del más importante acuerdo que se hizo por la convivencia, que fueron los Pactos de la Moncloa. Escámez, que no era un hombre afín con lo político, quizás por su procedencia de la costa de Águilas, que siempre tuvo influencias internacionales, en lo comercial y en lo sociológico, comprendió el futuro de España en base a la fortaleza de las instituciones, en particular la Corona, y el nivel cultural del pueblo español.

Soy testigo de excepción del papel que jugó cuando, en el año 59, España entró en la OCDE, y el Banco contrató a economistas del exilio. Del apoyo respetuoso y delicado que en todo momento desarrolló hacia el entonces Príncipe, hoy felizmente Rey, en los años 60, de su apuesta decidida por la Universidad -él que no había podido por sus circunstancias personales ser universitario, sin merma de su gran cultura personal-, y por su decisión comprometida de apoyo a la democracia en tres momentos claves, la Ley de Reforma Política y las Cortes Constituyentes de las que formó parte, por un lado, los Pactos de La Moncloa, en frase casi textual “una letra a diez años que la sociedad debe pagar por la democracia y la convivencia”, por otro, y su rotunda actitud cuando el intento fallido de golpe de estado que abortó su Majestad el Rey.

La biografía de Escámez es la biografía de toda una época, aquélla en que se construyó un país que, partiendo de una economía autárquica, se abrió al exterior

La biografía de Escámez es la biografía de toda una época, aquélla en que se construyó un país que, partiendo de una economía autárquica, se abrió al exterior -le recuerdo buscando fondos en Nueva York para fundar la Compañía Española de Zinc en los 60, o, más recientemente, en los 80, cuando se logró que el Banco Central fuera la primera compañía financiera europea que cotizara en el primer mercado de la Bolsa neoyorquina, BCM eran las siglas-. Otras empresas pudieron seguir luego ese camino que modernizaba nuestras finanzas y nuestra economía, y que captaba inversiones y tecnologías fundamentales para el desarrollo.

Termino con una nota que es de justicia, el gran amor personal por lo iberoamericano. Hubo luces y sombras porque aquellas décadas fueron las de “Iberoamérica en la incertidumbre”, así se denominaba la convocatoria de la Universidad Menéndez Pelayo que inauguró el Rey, creo que en 1982. Cuando veo ahora la Banca española y muchas de nuestras grandes empresas volcarse sobre el mundo iberoamericano con sus inversiones y con su calidad profesional, supongo que Escámez habrá sentido la punzada del pionero, el sentimiento que vale más para uno mismo que para los demás de que algo importante se va a hacer o se está haciendo siguiendo la pequeña estela que queda en el recuerdo de cada actuación.

Descanse en paz Alfonso Escámez, que vivirá en nosotros mientras estemos aquí los que somos capaces de recordarle, pero que quizás, sin que seamos siempre conscientes, forma parte de ese tipo de líderes o de carismas capaces de transmitir una forma particular de entender la vida.

Alfonso Escámez fue mi jefe, también fue un gran maestro y sobre todo fue un gran hombre capaz de interpretar su tiempo. Conviví directamente con él en una continuidad diaria durante cuarenta y dos años bajo la mirada de las cariátides, que hoy lloran su ausencia, en la sede del Central que edificó años antes en la C/ Barquillo de Madrid el Banco Español del Río de la Plata.

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