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Cajas de ahorros: ‘To be or not to be’
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Cajas de ahorros: ‘To be or not to be’

"To be or not to be”. Esta es la cuestión. O las cajas de ahorros se transforman de forma radical o tienen muy complicado sobrevivir como

"To be or not to be”. Esta es la cuestión. O las cajas de ahorros se transforman de forma radical o tienen muy complicado sobrevivir como hasta ahora. Mejoras en el buen gobierno vía la profesionalización de sus órganos de gestión y mayores dosis de transparencia con el mercado son las dos condiciones necesarias. Pero además, es preciso un cambio cultural en la estrategia de comunicación de las entidades para ganarse el crédito de los inversores. Y todo ello sin necesidad de acabar con la obra social. La Caixa ha enseñado el camino y el resto de entidades están en la carrera para renovarse o morir.

La reestructuración del sistema financiero español  y, más específicamente, de las cajas de ahorros, es uno de los asuntos que ha generado más idas y venidas desde que, en 2007, estalló la burbuja financiera e inmobiliaria en Estados Unidos que dio paso a la mayor recesión mundial desde la crisis del 29. Ha llovido a cántaros desde entonces, y no ha sido hasta ahora -más de 3 años después-, cuando las autoridades han empezado a tomar decisiones conminatorias para entrar de lleno en los problemas del sector. Unos problemas que, de cara al futuro inmediato, precisan soluciones que se resumen en una única palabra: credibilidad.

La ministra de Economía, Elena Salgado, anunció recientemente una mayor exigencia de capital para las entidades de crédito, con especial hincapié en las cajas de ahorros con mayor déficit, que podrían necesitar cotas de hasta el 10% si quieren mantener su capacidad de decisión y autonomía. Esta especie de golpe encima de  la mesa llega tarde, porque ha sido sólo después del rescate de Irlanda –con muchas diferencias respecto a España, pero también con algunas coincidencias en cuanto a la burbuja inmobiliaria y su efecto en los balances de las cajas- cuando el Gobierno ha visto las orejas al lobo. Mientras, en Estados Unidos, Reino Unido y el resto de grandes socios europeos, las autoridades tomaron cartas en el asunto con  bastante mayor presteza y hoy sufren una menor rémora por sus respectivos sistemas financieros.

A la espera de conocer los detalles de la nueva regulación, una de las noticias positivas que  cabe esperar es que, por fin, va a permitir discriminar entre las buenas y las malas entidades, frente a la posición mantenida hasta ahora de tratar a todo el sector como un todo. Las entidades malas tenderán a desaparecer, vía su integración en otro grupo, su nacionalización y/o su posterior venta a inversores privados. En la práctica, pasaremos de una especie de epidemia -el problema de las cajas de ahorro entendido como un todo- al tratamiento individualizado de cada caso.

El mercado, de hecho, ya había empezado a discriminar: los grandes bancos Santander y BBVA estaban en otra liga, sobre todo por su diversificación geográfica; el resto de bancos privados, como el Popular y el Sabadell,  también estaban pertrechados, pese a su exposición al riesgo inmobiliario español, e incluso algunas cajas de ahorros, como La Caixa, vivían en una posición cómoda por su ortodoxia en la gestión, poco o nada influida por los políticos.  Pero, pese a  esta discriminación de facto, se había instalado entre los inversores el pensamiento de que España tenía un problema con las cajas - así, en general-, y que ello podía llevarse por delante al resto del sector financiero y afectar seriamente a las finanzas públicas.

¿Y qué pueden hacer las cajas a partir de ahora?

Lo primero: interiorizar que nada va a ser igual desde ahora y que sólo aquellas entidades y gestores que entiendan que ya no es tiempo de contemporizar sino de acometer una profunda transformación interna van a sobrevivir.

La Caixa ha dado muestras claras de entender muy bien que lo que el mercado demanda no son sólo paños calientes, sino cambios radicales. Y ha logrado cambiar lo que tenía que cambiar para poder apelar a los mercados y, al mismo tiempo,  mantener lo que le diferencia de los bancos, la obra social, sin que ambas decisiones entren en conflicto. Da la impresión de que, esta vez sí, el resto de cajas también han captado el mensaje.

Hay dos grandes apartados –buen gobierno y transparencia- en los que sigue siendo absolutamente perentorio un cambio radical en el sector, pese a los pasos impulsados por la reforma legal aprobada el pasado verano.

La Caixa ha dado muestras claras de entender muy bien que lo que el mercado demanda no son sólo paños calientes, sino cambios radicales

El sector de las cajas sigue teniendo un exceso de aroma político. Eso es así de forma palmaria en algunas de las entidades con mayor resonancia y aunque ese influjo se haya desterrado en otras, el sentimiento sigue siendo que los políticos todavía cortan el bacalao. El sector adolece, pues, de falta de credibilidad en materia de buen gobierno  y, en consecuencia, es necesario dar un paso al frente con un compromiso firme y radical de profesionalización de los consejos.

El segundo aspecto relevante es la transparencia. Seguramente, es el más urgente, porque  estamos en tiempo de descuento. De hecho, los grandes bancos y cajas están estos días presentando sus resultados anuales, una excelente oportunidad que cada entidad tiene para diferenciarse en positivo del resto del sector.

Las cajas deberían afrontar su presentación de cuentas públicas como un strip tease definitivo. Es decir, enseñar todo lo que tengan que enseñar de una vez por todas para, sin mayor demora,  convencer al mercado de su viabilidad a partir de un plan realista de futuro.

Se abre, en suma, un nuevo escenario para el sector, en el que, en primer  lugar, va a producirse una discriminación entre las entidades, que abocará a una mayor consolidación y, en consecuencia, a instituciones más fuertes y la desaparición de los proyectos no viables.

En segundo lugar, el nuevo escenario va a exigir muchas mayores dosis de buen gobierno y de transparencia a cada caja de ahorros, lo que requiere una transformación cultural interna en cada institución.

Por último, una vez cumplidas esas dos condiciones previas, el nuevo terreno de juego requerirá de las cajas el desarrollo de una nueva estrategia de comunicación con el objetivo de vender de manera diferencial su propia equity story.

A partir de ahí, vendrá la verdadera prueba de fuego para cada entidad: acudir al mercado en competencia con otros bancos nacionales y extranjeros. Pero eso ya será otra historia.

 

*Pablo Fernandez es socio consultor de Viewpoint Communication y periodista

"To be or not to be”. Esta es la cuestión. O las cajas de ahorros se transforman de forma radical o tienen muy complicado sobrevivir como hasta ahora. Mejoras en el buen gobierno vía la profesionalización de sus órganos de gestión y mayores dosis de transparencia con el mercado son las dos condiciones necesarias. Pero además, es preciso un cambio cultural en la estrategia de comunicación de las entidades para ganarse el crédito de los inversores. Y todo ello sin necesidad de acabar con la obra social. La Caixa ha enseñado el camino y el resto de entidades están en la carrera para renovarse o morir.

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