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Estados Unidos vuelve a mostrar a Europa la senda de la competitividad
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Estados Unidos vuelve a mostrar a Europa la senda de la competitividad

La primera potencia mundial acaba de hacer un elogiable ejercicio de autocrítica. Washington reconoce que Estados Unidos debe acelerar el diseño de una estrategia encaminada a

La primera potencia mundial acaba de hacer un elogiable ejercicio de autocrítica. Washington reconoce que Estados Unidos debe acelerar el diseño de una estrategia encaminada a generar mayores dosis de competitividad. Un desafío que Barack Obama describió, en su discurso sobre el Estado de la Unión, de manera muy gráfica: “Si queremos ganar el futuro, si queremos innovación para generar empleo en América y fuera de nuestras fronteras, necesitamos innovar, educar y fabricar más que el resto del mundo”. En apenas un mes desde el discurso anual del actual inquilino de la Casa Blanca, el reto de la competitividad ya tiene pertrechadas las líneas maestras de una táctica llamada a consolidar el liderazgo tecnológico del que ha hecho gala Estados Unidos en las últimas dos décadas.

Esta iniciativa, denominada Arranca América y que ha sido capaz de tender puentes inmediatos entre los fondos públicos y los recursos privados, coincide con un nuevo intento de Europa de desempolvar la loable declaración de intenciones de la Agenda de Lisboa (año 2000) de convertir al Viejo Continente en la vanguardia tecnológica global y en un espacio de crecimiento sostenible, con pleno empleo y economía verde. La diferencia es que, en esta ocasión, la Administración Obama ni siquiera ha mirado a la cumbre extraordinaria de jefes de Estado y de Gobierno del pasado 11 de marzo en Bruselas en la que el Pacto por la Competitividad, cincelado por el eje franco-alemán (cuyo punto más candente es la vinculación de los salarios a la productividad en vez de a la inflación), dio paso al denominado Pacto por el Euro; nueva muestra de que las urgencias de la crisis de la deuda en la zona monetaria deja relegada sine die la plasmación de una auténtica agenda competitiva europea.     

China desplaza a Europa como rival de Estados Unidos

En consecuencia, la década perdida en busca de El Dorado tecnológico para gran parte de los socios de la UE -con la clara excepción de Alemania y los países nórdicos-, ha certificado que el rival de Estados Unidos también en este terreno sea… China. Obama no tuvo reparos en apuntar en esta dirección desde el atril del Congreso americano: “China está educando a sus chicos desde una edad más temprana y durante más tiempo, poniendo un énfasis especial en las matemáticas y la ciencia; ellos -admitió- están invirtiendo en nuevas tecnologías y están construyendo trenes más rápidos y aeropuertos más modernos”. Las palabras del presidente estadounidense dejan entrever una nueva realpolitik. Así lo explica Sean Pool, analista de Center for American Progress, think-tank próximo al Partido Demócrata. “Los días de China como economía de bajo coste, fabricante de tecnología de escasa calidad y suministrador de componentes de las potencias industrializadas han pasado a la historia”, afirma. Ahora, matiza Pool, la Gran Factoría Mundial no sólo lidera la producción de bienes de consumo manufacturados con estándares mínimos de calidad, sino también las entregas de alta tecnología, desarrolladas de forma masiva en Estados Unidos y otros centros de innovación, y sus empresas punto.com generan puestos de trabajo en el gigante asiático y empiezan a competir con soltura en el lucrativo mercado exterior.

Pero, ¿sobre qué cimientos se asienta Startup America, la estrategia lanzada el último día de enero pasado por la Casa Blanca y sus agencias oficiales de innovación junto a las firmas tecnológicas en uno de los proyectos público-privados más ambiciosos? Pool aclara que Arranca América combina la campaña presidencial Educa para Innovar, con otro proyecto de la Casa Blanca, denominado Cambia la Ecuación, “organización sin ánimo de lucro dedicada a movilizar a la comunidad empresarial en el objetivo de mejorar la calidad de la ciencia, la tecnología, la educación en matemáticas e ingenierías en Estados Unidos”, y compromisos concretos de empresas e instituciones para “liberar capital privado hacia la consecución de estas metas sociales y tecnológicas”.

Objetivos de la estrategia americana

Los días de China como economía de bajo coste, fabricante de tecnología de escasa calidad y suministrador de componentes de las potencias industrializadas han pasado a la historia

Esta iniciativa tiene un triple punto de mira. En primer lugar, en materia educativa, para ampliar el impacto del sector privado en los programas educativos, institutos universidades y otras entidades docentes y abarcar, con su cobertura financiera, a miles de nuevos estudiantes. En segundo lugar, en el ámbito comercial, para clarificar los caminos de tránsito hacia el mercado de investigadores desde un mayor número de universidades, centros de innovación y programas estatales y municipales de desarrollo tecnológico. Y, en tercer término, apretar el acelerador de programas de éxito impulsados desde las empresas para captar mentores con experiencia y donantes a favor de la innovación.

Sin embargo, a diferencia de Europa y, especialmente, de España, este componente teórico se ha plasmado, casi de inmediato, en compromisos específicos por parte de las grandes corporaciones estadounidenses. Así, Intel Capital, el brazo del capital riesgo de la multinacional tecnológica, ha liberado de inmediato un cheque de 200 millones de dólares que invertirá en firmas americanas, además de trasladar al programa Startup America su know-how sobre buenas prácticas de inversión. IBM destinará 150 millones este año a un fondo para promover nuevas sociedades y oportunidades de negocio en Estados Unidos. La lista es extensa: Hewlett Packard engordará su línea de aprendizaje a empresas por la que traslada sus conocimientos tecnológicos y educativos a propietarios de pymes con objeto de elevar sus nichos comerciales; Facebook organizará  entre 12 y 15 eventos este año a lo largo y ancho del país, dentro de la iniciativa federal, en los que ingenieros, informáticos y académicos de prestigio trasladarán fórmulas para ganar tamaño empresarial; y Blackstone amplía a 55 millones sus programas a firmas en alta educación.

Respaldo institucional y público a las pymes

El apoyo decidido a Startup America no sólo parte de las empresas. La Red de Empresas Tecnológicas (NFTE, según sus siglas en inglés) facilitará educación empresarial a estudiantes de hogares de baja renta. Además de implicar a varios de sus asociados en planes concretos. Por ejemplo, la Fundación Pearson se encargará de construir una plataforma digital para profesores que pretende ser una comunidad online de intercambio de ideas, colaboraciones y de perfeccionamiento de métodos de enseñanza, a la que no sólo podrán acceder los 5.000 profesores asociados a la NFTE sino cualquier docente interesado en el mundo de la empresa. Google, por su parte, esponsorizará dos programas de esta red: uno, que aclara, en tiempo real, cualquier duda planteada por profesores locales a un grupo de expertos de esta asociación y, otro, por el que esta institución empresarial se compromete a mejorar, con cursos de ingeniería e innovación, el currículum de los candidatos que así lo soliciten.

En paralelo, la Administración Obama ha empezado a actuar en varios frentes. En el terreno presupuestario, con una propuesta para hacer permanente las exenciones en el Impuesto sobre Sociedades para inversiones estratégicas en pequeñas empresas, en vigor, con carácter provisional, desde septiembre de 2010, o creando nuevas desgravaciones fiscales y financieras sobre los flujos de capital privado dirigido a pymes en comunidades de bajos niveles de renta.

Del mismo modo, la SBA, organismo federal para las pequeñas empresas, dispondrá, para los próximos cinco años, de una línea de crédito de 2.000 millones de dólares para inversiones en el sector privado; de otra de 1.000 millones para proyectos que contribuyan a equilibrar las desigualdades de ciertos territorios y de una tercera, también de 1.000 millones, en apoyo de firmas tecnológicas que se decidan a atravesar el denominado valle de la muerte hasta alcanzar el grado comercial. Además de recursos procedentes de los departamentos de Energía -para crear un centenar de nuevas compañías tecnológicas-; Comercio -para acelerar la puesta en el mercado de instrumental tecnológico, crear nuevos clusters de innovación y potenciar fusiones, proyecto en el que están involucradas seis agencias federales- y del compromiso del Tesoro de aligerar las exigencias normativas sobre desgravaciones a pymes que, en conjunto, alcanzan los 5.000 millones de dólares.

Contraste con España  

En EEUU, la población inmigrante fue responsable del 25% de las nuevas compañías con perfil tecnológico y de las patentes made in US entre 1995 y 2005. USA acoge en sus universidades al 57% de los estudiantes foráneos que logran el grado de post-doctorado en todo el mundo

Esta batería de planes concretos -a los que hay que unir bocetos que están sobre la mesa de negociación entre la Casa Blanca y el Congreso sobre calidad tecnológica en Educación; energías renovables; nuevos fondos y normas federales para espolear los niveles de innovación; captación de inmigrantes altamente cualificados o el establecimiento de indicadores sintéticos que midan con fiabilidad la competitividad en todos los Estados de la Unión- contrasta con la ausencia de medidas concretas del recién engendrado Consejo Empresarial para la Competitividad español. El G-17 de las grandes empresas españolas, presentado en sociedad el mes pasado, acaba de enviar a Moncloa su primera aportación a la recuperación de España: su recetario para añadir flexibilidad al mercado laboral, el sempiterno Talón de Aquiles que obstruye la productividad.

Un bagaje demasiado escaso y anecdótico en comparación con el arsenal de medidas para el impulso de la competitividad -apellido que lleva este selecto club español- que Estados Unidos ha planteado al unísono desde sus instancias públicas y privadas, y que tienen a la tecnología como bandera. A pesar de que España sólo tiene dos empresas -Telefónica y Amadeus- entre las cien europeas (y 15 entre las 1.000) con mayores gastos en I+D; de que ya en 2007, último ejercicio de los quince ininterrumpidos de bonanza, acumulaba un retraso de dos años en el cumplimiento de su objetivo de la Agenda de Lisboa de dedicar el 2% del PIB a I+D+i (un punto menos que a los socios más avanzados) en 2010; o de que no haya sido capaz de incluir a ninguna empresa en las clasificaciones anuales del World Economic Forum (WEF) que establecen las cien firmas tecnológicas con potencial para adquirir, a medio plazo, el estatus de multinacional, y que dominan empresas americanas, europeas y de los grandes mercados emergentes.       

Futuro económico americano

Estados Unidos, en cambio, ha iniciado su itinerario hacia la nueva economía, en su versión 2.0, después de realizar un exhaustivo examen de conciencia pese a mantener inalterado la supremacía mundial en productividad laboral. Así lo atestigua sendos informes, uno de McKinsey Global Institute, publicado en Foreign Policy, y otro de The Conference Board, institución de análisis económico vinculada a la Reserva Federal. Este último constata que este parámetro creció un 2,8% el pasado año, frente al 1,6% de Europa, y que logró restablecer el pulso, incluso, durante los dos ejercicios de recesión y a pesar del marcado descenso del número de horas trabajadas por la masiva expulsión de activos del mercado laboral. Sin embargo, las señales de alerta del estudio son nítidas y apuntan a las tasas de productividad del 8,7% en China, del 5,4% en India, del 4% en Brasil y del 3,1% en Rusia. Por su parte, la consultora McKinsey reclama reformas estructurales no sólo para las pymes, sino también para las grandes empresas. En particular, recortes fiscales en Sociedades, mayor libertad de contratación de talento extranjero y reducción de las trabas burocráticas. No en vano -recuerda este estudio-, las multinacionales americanas totalizan el 23% del PIB del sector privado y han contribuido con el 31% al crecimiento de la economía y con el 41% a las ganancias de productividad desde 1990. 

Sharmin Mossavar-Rahmani, jefa de inversiones del inversiones de fondos privados de Goldman Sachs, llama la atención, en un informe titulado Mantén el rumbo sobre las ventajas competitivas de Estados Unidos respecto a Europa y otras latitudes del planeta. Y, en particular, dos. De un lado, su unidad de mercado, que facilita la disciplina presupuestaria frente a los problemas que Alemania tiene para inculcar rigor fiscal a las economías periféricas de la zona monetaria y la política de la Reserva Federal, que ya al inicio de 2008 inició rebajas de tipos frente a la decisión del BCE de encarecer el precio del dinero un mes antes de la quiebra de Lehman Brothers. De otro, su tejido social y su cultura, de los que extrae varios datos: la población inmigrante fue responsable del 25% de las nuevas compañías con perfil tecnológico y de las patentes made in US entre 1995 y 2005; acoge en sus universidades al 57% de los estudiantes foráneos que logran el grado de post-doctorado en todo el mundo y sus desembolsos en I+D+i, estimados en 396.000 millones de dólares, suponen el 34,4% del total global, sólo tres décimas menos que los gastos de Asia, incluidos Japón, China e India.

Sin duda por todo ello cobran más sentido las palabras de Obama en su discurso sobre el Estado de la Unión, cuando aseguró, al reclamar un mayor competitividad, mejores infraestructuras tecnológicas, un nuevo salto en innovación y trabajadores de alta cualificación procedentes de un sistema educativo aún más eficiente para mantener su hegemonía mundial que, en el fondo, “esta propuesta es la misma que los americanos hemos venido haciendo los últimos 200 años, reinventarnos a nosotros mismos”.   

*Ignacio J. Domingo es periodista.

La primera potencia mundial acaba de hacer un elogiable ejercicio de autocrítica. Washington reconoce que Estados Unidos debe acelerar el diseño de una estrategia encaminada a generar mayores dosis de competitividad. Un desafío que Barack Obama describió, en su discurso sobre el Estado de la Unión, de manera muy gráfica: “Si queremos ganar el futuro, si queremos innovación para generar empleo en América y fuera de nuestras fronteras, necesitamos innovar, educar y fabricar más que el resto del mundo”. En apenas un mes desde el discurso anual del actual inquilino de la Casa Blanca, el reto de la competitividad ya tiene pertrechadas las líneas maestras de una táctica llamada a consolidar el liderazgo tecnológico del que ha hecho gala Estados Unidos en las últimas dos décadas.

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