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El Movimiento 15-M, retos y estrategias de futuro
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El Movimiento 15-M, retos y estrategias de futuro

Si hacemos un pequeño repaso sobre la evolución del Movimiento de los Indignados a lo largo del último mes y medio, podemos empezar a extraer algunas

Si hacemos un pequeño repaso sobre la evolución del Movimiento de los Indignados a lo largo del último mes y medio, podemos empezar a extraer algunas conclusiones que también nos sirven de cara a enfrentar futuros escenarios. Me limitaré simplemente a enumerar tres aspectos que considero fundamentales si queremos entender y contextualizar las movilizaciones: El debate sobre la violencia, la profundización del impulso social y las polémicas sobre la estrategia política.

1)    El debate sobre la violencia

Desde el momento en que irrumpen las acampadas a lo largo y ancho del país, todos los ojos están puestos en la manera en que los indignados harán efectivas sus demandas. Su respuesta es clara y contundente, afirmando por activa y por pasiva que el uso de la violencia no tiene cabida en las formas de actuar del movimiento.

Paradójicamente, a los mandatarios que tanto dicen defender la movilización pacífica les resulta tremendamente molesto un uso activo de la no-violencia. De ahí el teatro montado por Artur Mas en el Parlament el 15 de junio, con helicóptero e infiltrados incluidos  y un discurso fabricado ad hoc, en el que hablaba de Kale borroka y extrema violencia. Rubalcaba, siempre jugando a guiñar un ojo al tiempo que golpea con el otro, advierte sin que nada haya sucedido que usarán la “prudencia o la firmeza” si existe un atisbo de violencia. La estrategia de tensión es de manual: creamos un ambiente turbulento, evitamos que la gente se sume masivamente por miedo a la violencia, así se quedan “los de siempre”, los provocamos y abrimos vías legítimas a la represión policial; asunto zanjado, escondemos la porquería debajo de la alfombra y el último que apague la luz. La profecía autocumplida, (¿ven como son violentos?) para la que sólo hacía falta darles un empujoncito. No les ha salido como esperaban, de eso no hay duda.

La estrategia de tensión es de manual: creamos un ambiente turbulento, evitamos que la gente se sume masivamente por miedo a la violencia, así se quedan “los de siempre”, los provocamos y abrimos vías legítimas a la represión policial; asunto zanjado

Ahora bien, la obsesión por el pacifismo, de manera distinta al violentismo, puede dar lugar a patologías identitarias, que actúan como tope y se alejan de la necesaria separación entre política y moral que tan bien nos enseña Maquiavelo. No existe ninguna ley natural que indique una relación de causalidad positiva entre el uso de la violencia y la transformación social, como tampoco la existe de manera inversa; aquí es donde entra en juego el arte de la política.

Desobediencia civil

La desobediencia civil, al evidenciar la ruptura con el soberano -el que manda-, genera el ambiente de incertidumbre necesario para emocionar y animar a la movilización, sin por ello empujar a la gente a una batalla campal. Jugar en ese campo de la ilegalidad-legitimidad es la mejor manera de relucir las miserias de los que gobiernan para los mercados frente a los que defienden el bienestar del común de la población. Lo vimos en el desalojo de la primera acampada en Sol, en la prohibición de la Junta electoral, en el desalojo de Plaza Catalunya, o  en el intento de criminalización en el Parlamento catalán; todos estos casos han reforzado al movimiento, precisamente por clarificar esa ruptura desobediente, ya que,  cuando esta no existe, los movilizados pasan a formar una parte exótica del decorado metropolitano. 

2)    La profundización del impulso social

Los indignados deben reinventar constantemente lo que en los estudios de movimientos sociales se llama “los repertorios de acción colectiva” y así renovar las iniciativas y la emoción colectiva. La organización en los barrios a través de asambleas es el primer paso para expandir sobre el cuerpo social y metropolitano la indignación popular. El profesor de Ciencia Política en la Universidad Pompeu Fabra Raimundo Viejo nos habla de la metáfora de la medusa. Ésta actúa con un centro temporal -las plazas-, pero que sabe moverse colectivamente como un banco, en ausencia de una dirección piramidal donde los tentáculos representan la dispersión barrial del conflicto, organizándose como una red horizontal.  El rotundo éxito de las manifestaciones del 19J tienen mucho que ver con ese arraigo local y cercano que se expresó en la formación de columnas que atravesaron la ciudad, encontrándose en el corazón de la misma, para más tarde volver a disolverse en el trabajo cotidiano y preparar nuevas acciones.

El movimiento ha empezado a escribir su propio relato, sus propias normas colectivas y a delimitar sus espacios físicos y mentales de su propia soberanía; en una palabra, empieza a dar cuerpo a la Autonomía de la “gente común”. Cabe profundizar en esta línea, en perfeccionar los procedimientos de deliberación, decisión, transparencia y rendición de cuentas democráticas. Ganada la batalla simbólica y semiótica, es decir, la batalla mental, el movimiento puede emprender -como ya hace-, la desobediencia civil democrática sobre lo estipulado como antidemocrático e indignante. El ejemplo de salud  democrática que ofrecen los vecinos en el pueblo de Mollet del Vallès sacándole los colores a su alcalde que se subió el sueldo, queda en las antípodas  del razonamiento sobre la higiene que Puig quiso llevar a cabo en el desalojo de la Plaza Catalunya.

Usar la defensa legítima frente a las provocaciones y cargas policiales, armándose con escudos, no es sinónimo de usar la violencia, es más bien, utilizar el sentido común. No se puede asumir indefinidamente cientos de heridos cuyo delito es alzar los brazos y sentarse en el suelo. Los escudos pintados, por ejemplo, con la cara de Gandhi, Rosa Parks, o Luther King lejos de ser una declaración de guerra, representan un mecanismo idóneo para señalar donde reside la violencia y donde la razón de los agraviados.

Arraigo local, legitimidad y soberanía, tres rasgos fundamentales para ampliar redes a las ya existentes que pueden desembocar en una movilización aún más masiva que la del 19J: la huelga general ciudadana.

3)    Las polémicas sobre la estrategia política

Coincidiendo con mi colega, el politólogo Iñigo Errejón, la coordinación en pos de una huelga general ciudadana motivada por los distintos actores sociales, vecinales y sindicales, y sobre todo el movimiento 15-M, puede ser el siguiente paso en una escalada de crecimiento en la influencia política de los indignados: su  capacidad para marcar la agenda y presionar por unas demandas sociales surgidas en las redes y en las plazas, y que ya cuentan, de acuerdo con la última encuesta de El País[1], con un apoyo social mayoritario: superior al 70% y que roza el 90% en sus contenidos sobre el combate a la corrupción, a los despidos en empresas con beneficios, y por que los bancos devuelvan el dinero público con el que fueron rescatados. El movimiento ha procesado esta nueva legitimidad contra hegemónica con la reveladora consigna “tenemos la razón y lo sabéis”.

Decimos ciudadana y no huelga general a secas, porque en esta huelga los contenidos de recuperación de lo público y la democracia jugarían un papel central, toda vez que se enfrentaría a un establishment unido en la rendición de la soberanía popular a los pies de los poderes económicos no elegidos por nadie.

Los sindicatos mayoritarios, CCOO y UGT, deben estar a la altura de las circunstancias, saber leer las nuevas circunstancias y ofrecerse con valentía y generosidad para este renacer democrático. Algunos gestos en CCOO en los últimos días parecerían apuntar a una posibilidad de corrección de la deriva “entreguista” que tan pobres resultados ha dado.  Su concurrencia es imprescindible para el éxito de la huelga, pero también para su propia supervivencia y legitimidad entre los asalariados del país.

De lo contrario, estos al igual que los partidos, también se verán arrastrados por el tsunami de un movimiento que pone en tela de juicio no a la política en sí misma, sino a una forma muy concreta de entender la política.

 Max Weber nos dice que hablar de política es en definitiva, hablar de poder y de la mecánica de su gestión y distribución. El poder no sólo reside en el ámbito de la Institución pública, existen otras formas de poder, como el social, pero a mi juicio no siempre tienen por qué estar divorciados uno del otro, depende de cómo se entienda. Todo movimiento que quiera ser transformador debe obtener su principal punto de apoyo en el poder social, en la fuerza del movimiento, que es donde realmente reside su soberanía. Dicho esto, se pueden llegar a elaborar formas de utilización del poder institucional sin por ello plegarse a las normas que describe la partitocracia. Siempre que se construya desde abajo, libre de oportunismos narcisistas que buscan capitalizar individualmente el logro colectivo, se puede interferir en las instituciones desbordando su propia lógica.

No se trata de sacralizar o denostar dogmáticamente a las instituciones, al contrario, partir de una normatividad propia es lo que permite poder decidir libre de toda coacción heterónoma –normas externas-, la acción colectiva. Construir candidaturas que propongan una programa inasumible para los partidos, en donde los candidatos no sean más que apéndices y obedezcan al dictado del movimiento, significa democratizar lo político. Acercar los asuntos comunes al derecho a decidir de las personas sobre las cuestiones que le atañen a su vida, crear espacios de discusión libres de los debates comerciales de los medios y profundizar el uso de Internet sobre el control de lo colectivo, no tiene nada que ver con la carta blanca del voto mediatizado cada cuatro años. Tampoco se comenta nada extraño, volvemos otra vez a Maquiavelo, cirujano por excelencia de la política, que ya advertía que el garante de la libertad debe ser siempre el pueblo, pues a diferencia del príncipe, tiene menos motivos para usurparla.

Jorge Moruno Dazi es sociólogo

[1]http://www.elpais.com/articulo/espana/15-M/mantiene/apoyo/ciudadano/elpepunac/20110626elpepinac_9/Tes

 

Si hacemos un pequeño repaso sobre la evolución del Movimiento de los Indignados a lo largo del último mes y medio, podemos empezar a extraer algunas conclusiones que también nos sirven de cara a enfrentar futuros escenarios. Me limitaré simplemente a enumerar tres aspectos que considero fundamentales si queremos entender y contextualizar las movilizaciones: El debate sobre la violencia, la profundización del impulso social y las polémicas sobre la estrategia política.

Movimiento 15M Felip Puig Sindicatos Puerta del Sol