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La islamización de África
Los terroristas aprovechan cualquier debilidad para hacerse fuertes, tanto sobre el terreno -como ocurrió en Afganistán y ahora pretenden en regiones de África- como en las
Los terroristas aprovechan cualquier debilidad para hacerse fuertes, tanto sobre el terreno -como ocurrió en Afganistán y ahora pretenden en regiones de África- como en las mentes de numerosos jóvenes que transitan entre una falta de identidad propia, aunque su nivel cultural y económico sea normal, y una escasa formación con una situación de pobreza cercana a la miseria.
No se puede afirmar que exista una corriente importante de islamismo en África con millones de personas profesando la religión de Mahoma, pero sí hay que llamar la atención sobre la influencia que pretenden conseguir grupos salafistas aprovechando la precaria situación económica de muchos países, estados que padecen graves diferencias sociales, con una gran mayoría de la población en condiciones de miseria frente a una élite política y empresarial empeñada en no repartir la riqueza y consolidar las bases de una convivencia digna.
Los yihadistas no persiguen convertir al Islam a los africanos; necesitan un Estado como base refugio y de operaciones, como lo tenían en Afganistán, donde imponer la Sharia (ley islámica), como hicieron en el norte de Malí, y a partir de ahí dominar la región y a sus habitantes
El último atentado en Kenia, en un centro comercial de Nairobi con el resultado de 72 muertos, por parte del grupo terrorista Al Sabah, tenía el objetivo de forzar la salida de los soldados kenianos de Somalia y ha provocado una crisis turística que afecta notablemente a la economía del país africano. Los yihadistas no persiguen convencer y convertir al Islam a los africanos; necesitan un Estado como base refugio y de operaciones, como lo tenían en Afganistán, donde imponer la Sharia (ley islámica) como hicieron en el norte de Malí, y a partir de ahí dominar la región y a sus habitantes para alcanzar sus objetivos de desestabilización de diversos países que les permita llegar al poder.
Habría que analizar la posibilidad de acuerdos secretos o discretos entre los grupos terroristas y los partidos islamistas, más o menos moderados, en su estrategia de utilizar el proceso democrático tras los cambios provocados en países como Egipto, Libia o Túnez para hacerse con el poder por métodos democráticos y, después, intentar islamizar el país a golpe de decreto, como pretendía el depuesto presidente egipcio Mohamed Mursi.
Desafío constante en el Sahel
En el caso del Sahel, el desafío más importante al que nos enfrentamos es ser capaces de fortalecer y consolidar las inexistentes estructuras del Estado en Malí y encontrar dirigentes políticos, mínimamente capacitados y escasamente corruptos. La solución a la amenaza terrorista en el Sahel, esa enorme franja de terreno que abarca desde el oeste en Mauritania y el Sáhara Occidental hasta Somalia, incluyendo a 11 países -Mauritania, Senegal, Malí, Burkina Faso, Níger, Chad, Sudán (Norte y Sur), Eritrea, Etiopía y Somalia- no es únicamente militar; es imprescindible que los países afectados puedan desarrollarse para ofrecer a sus ciudadanos una esperanza de vida clara y digna y alcanzar la solidez suficiente que les permita defenderse ellos mismos.
De toda la franja del Sahel, los países más afectados por la influencia de los grupos terroristas islamistas son Mauritania, Senegal, Malí, Burkina Faso, Níger y Chad, mientras que Somalia es un caso aparte. Estos países delimitan la frontera entre el mundo árabe-islámico con el África negra y arrastran desde hace años problemas étnicos, religiosos, políticos y de pobreza extrema. La pobreza y el hambre de la zona resultan determinantes a la hora de poder analizar las causas de todo el problema.
La intervención militar europea
Para tener una visión completa y argumentada de lo que ocurre en el Sahel y la amenaza que supone para todos los países del Mediterráneo, permítanme que les cite, entre las fuentes consultadas, el trabajo de Rafael Calduch en el Panorama Estratégico 2013, que ha publicado hace pocas semanas el Instituto Español de Estudios Estratégicos, coordinado por Felipe Sahagún. En el caso de Malí, la movilización militar europea, con participación española, era imprescindible, como lo es también su inexcusable contribución para que estos países puedan alcanzar el nivel de progreso y desarrollo que antes mencionábamos. Hay que evaluar la geopolítica, las condiciones socioeconómicas, las culturas y religiones, los conflictos armados internos y entre países y la difusión del terrorismo yihadista, como hace el profesor Calduch, para darnos realmente cuenta de la dimensión del problema.
La gran diferencia para España de la emigración clandestina procedentes del Sahel, respecto a la que venía desde los países del Magreb hace años, es que no hay control en sus países de origen. Por eso, es cierto que la gran mayoría huyen de las hambrunas, de la miseria, de los conflictos armados en sus países o de la desesperanza por una vida violenta e injusta; pero ese descontrol también es aprovechado por elementos de los grupos salafistas o del narcotráfico para intentar establecerse en España, Francia e, incluso, en Marruecos, Túnez, Libia o la propia Argelia, donde se incrustan en las instituciones en pleno proceso hacia la democracia. Es evidente que existen diferencias entre algunos países europeos y Argelia o Marruecos a la hora de abordar de manera común la lucha antiterrorista. Todo el tiempo que se pierda será utilizado por los terroristas para implantarse en una región donde la criminalidad se ha extendido al Golfo de Guinea, zona en la que, cada día, es habitual el asalto a buques por parte de piratas y delincuentes. Es esencial evitar que el Sahel caiga en manos yihadistas y erradicar las condiciones políticas, económicas y sociales que son un caldo de cultivo para los intereses islamistas. *Javier Fernández Arribas es analista y director de la revista Atalayar.
Los terroristas aprovechan cualquier debilidad para hacerse fuertes, tanto sobre el terreno -como ocurrió en Afganistán y ahora pretenden en regiones de África- como en las mentes de numerosos jóvenes que transitan entre una falta de identidad propia, aunque su nivel cultural y económico sea normal, y una escasa formación con una situación de pobreza cercana a la miseria.
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