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Gentilezas griegas y el problema alemán
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Gentilezas griegas y el problema alemán

Quizá no hayan pasado por alto el grado de civilidad y europeísmo de la propuesta de un gobierno griego en manos de la izquierda radical para conciliar

Foto: (REUTERS/Fabrizio Bensch)
(REUTERS/Fabrizio Bensch)

Quizá no hayan pasado por alto el grado de civilidad y europeísmo de la propuesta de un gobierno griego en manos de la izquierda radicalpara conciliar el problema de su ingente deuda, 175% sobre PIB, con un programa electoral que en principio promete hacer borrón y cuenta nueva de los acuerdos alcanzados con los socios europeos en sucesivos planes de rescate y 240.000 millones de eurosen ayudas. Si bien durante los primeros díastras la toma de poder el tono de declaraciones y demandas parecía en exceso conflictivo, el núcleo de la propuesta actual, el canje de deuda, busca romper el círculo vicioso del desapalancamiento, la deflación y ladepresión, que en Grecia ha tenido resultados devastadores. Igual de interesante sin dudaes ese silencio cautelar por parte de Berlín y ese sutil cambio que se percibe en prensa alemana en el foco de incriminaciones sobre el país, desde la población en general a las clases plutócratas, con unos índices de evasión y fraude fiscal absolutamente inusitados en el resto de Occidente -listas con pelos y señales incluidas-. Pareciera que se atisba el cierre de un círculo aparentemente imposible en el que una joven izquierda griega con reivindicaciones propias pero aparente vocación reformistase toca con la más pura ortodoxia alemana. Al fin y al cabo solo un inconsciente daría la espalda a los mercados internacionales.

Efectivamente, la propuesta de un canje de la deuda soberana en dos tramos(uno cuyo pago de intereses se liga al crecimiento nominal de la economía y otro a perpetuidad en manos del Banco Central Europeo), plantea un tipo de reestructuración que pretende conciliar los objetivos de ambas partes. Por un lado se evita la quita oficial-una posibilidad que podría poner del revés el euroy la recuperación de la economía global, en interés de Europa, y particularmente, Alemania y otros socios como España y Portugal que han realizado enormes esfuerzos de ajustes y que han contribuido también al rescate griego (España en particular con 25 billones de euros,un año entero de pensiones). Por otro, se pide que el pago de esa deuda se vincule al crecimiento nominal de tal forma que se facilite una salida del trinomio tóxico deuda-austeridad-deflación que ha dejado a Grecia con unos índices de miseria propios del tercer mundo.De facto, y así parece apuntar el mercado, las negociaciones pasarían de una cuestión sobre la integridad del euroa otra de grado en lo tocante a condicionalidad (superávit primario y distribución de la carga interna) y ejecución de reformas estructurales.

Grecia es la excepción fallida deun esfuerzo de modernización que otros, como España e Irlanda, más que menos, cumplieron con la llegada del euro. Allí, la corrupción política, el clientelismo, la evasión fiscal y el fraudede ley, son algo sistemático. Pero Grecia reflejatambién, en la actual coyuntura de gestión de crisis del euroy tras cinco años de asistencia, las limitaciones prácticas de las políticas auspiciada por Berlíny que en otros países están funcionando. No cabe duda de que, en un primer estadio, esas políticas dirigidas a la consolidación fiscal (Pacto de Estabilidad y Crecimiento)y al fortalecimiento de la competitividadvía devaluaciones internas y reformas estructuralesson meritorias y han plantado la semilla para fortalecer y hacer sostenible el proyecto del euro. ¿De qué otra forma se podría competir con el resto del mundo en 20 años? Pero mientras la cuestión de la pertinencia de esta política en Europa puede ser más de grado y de tiempo, allí es algo cualitativo.

Europa en conjunto está a niveles de producción un 5% por debajo de los niveles del 2007, pero Grecia lo está en -27%, niveles similares de corrección a la Gran Depresión americana.Tras haber empezado a funcionar el ajuste en la periferia, Berlín ha prolongado estas políticas a ultranza, sin distinción y sin complementarlas con políticas dedemanda y de corte más paneuropeo. Y lo ha hecho en contra de las recomendaciones de todos los organismos internacionales, FMI, OCDE, y...el mismísimo BCE, cuya credibilidad para cumplir su solo mandato de inflación ha sido cuestionada (too little, too late). En septiembre del año pasado,cuando Draghi presenta su plan para recuperar la eurozona en Jackson Hole, Alemania se niega a cualquier matización y contextualización del Pacto de Estabilidad. Se niega a utilizar su margen fiscal para fomentar la demanda interna. Se opone frontalmente a conceder más tiempo a Francia e Italia para sus propios ajustes, y por supuesto rechaza soluciones de política monetaria no convencional (QE) con las que finalmente ha tenido que transigir tras el numerito de mercados en Octubre. Como un tren de alta velocidad, imparable, se toma o se deja.

Una oposición tan hermética a aceptar cualquier matiz en su planteamiento dice muchísimo de esa idiosincrasia alemana, para bien y para mal. A pesar de no albergar dudas, no se trata de un conocimiento superior de la coyuntura económica, (¡no existen premios Nobel alemanes en economía!). La razón última es más bien moral, con un repudio visceral a la deuda con independencia de que en mercados no les cuesta nada (tipos negativos hasta los 7 años). Y es que ya estableció en su momento el filosofo de Koningsberg, Kant, como principio formal, el “imperativo categórico”, o la necesidad de obrar de tal forma que se hiciera de esa acción una norma universal. ¿Qué mejor para Schauble que presentar en Davos el único presupuesto equilibrado del mundo desarrollado?

El problema es que en esta coyuntura, la aplicación absoluta, categórica, de esa norma- y por extensión la asunción de un modelo económico alemán de ahorro, competitividad y altísima productividad exportadora, no es matemáticamente factible en la eurozona sin provocar inanición crónica a la economía con colapso cardiaco garantizado. En la servidumbre incondicional a este principio es donde la falta de continuidad política europea evidencia falta de liderazgo. Pero tanto en política y más aún en economía la adscripción religiosa a máximas morales puede ser muy contraproducente. Casi tan responsable de un crédito fallido lo es el deudor como el acreedor negligente, sise trata de calibrar el efecto sistemático de una quiebra.

Ningún ambiente político en Europa está más caldeado por estas inconsistenciasy opera más en detrimento de la cosa pública europeaque en Alemania. Lasimplicidad con la que Merkel ha interpretado la crisis del euroa su electorado (técnicamente como una crisis fiscal/pública y no de flujos de ahorro y cuenta corriente) yha construido un discurso fácil, cuasi demagógico, sobre un Sur de Europa vago, despilfarrador y desmerecedor de toda confianza, le aporta amplios réditos electorales.No es que no haya trazos de verosimilitud en este interpretación, máxime desde una perspectiva comparada, pero hacer de la misma un criterio absoluto para informar la acción política a la manera de Kant, parael todo, síes un error categórico. Destila complacencia y narcisismo. Si al temple de no tirar la casa por la ventana en el fragor de la crisis 2011-12 (en un sentido o en otro)hay que reconocerle incuestionable mérito, el exceso de táctica y la subordinación a la última encuesta popular son improntas demasiado frecuentes en su política.Una vez asumido el reto de la competitividad por parte de la periferiay en su mayor parte superado como sugieren las vueltas en cuenta corriente, ese relato (ese mito)como clave fundacional del relanzamiento del euroy de Europadeja mucho que desear, pues socava de raíz un mínimo reconocimiento, imprescindible entre constituyentes.

¿Necesitan imperiosamente los alemanes un criterio categórico en el que volcar la embriaguez de una voluntad tan fecunda y ejercer un rigor de ley tan férreo? Para Europa ya lo tienen desde su posición de liderazgo: toda acción pública que promueva la integración europea y fortalecimiento de la res publicaes categóricamente preferible a otra que no lo haga. Si seguir abrazando el euroy el proyecto europeo supone necesariamente la mutualización de deudas en algún momento del tiempo -y así está implícito en la naturaleza de las instituciones nacidas al fragor de la crisis (ESM, OMT y QE)-, en algún momento se habrá de publicitar esa realidad.Igual de ilusoria (extend and pretend) es la supuesta solvencia de la periferia como la realidad velada de la mutualización... Y entre tanto a reformar y a crecer. En última instancia, Europa como paradigma de la superación de nacionalismos yde determinismos económicos y financieroses en sí misma un modelo político parala globalización del sigloXXI.

Es bajo esta reinterpretación del imperativo categórico en el bien común europeo donde la propuesta de Syriza, evitando una quita oficial en el canje pero pidiendo una reformulación de la condicionalidad, tiene tintes genuinamente constructivos para Europa. El silencio inicial por parte de Merkel sugiere cierto reconocimiento y pone las bases para el entendimiento. Para la periferia, y para Grecia más que ningún otro país, ese rigor de ley alemán sigue siendo la brújula con la que aspirar a la convergencia. Ciertamente, de la quincena de reformas estructurales que exigía la Troika a Grecia, apenas se ha acometido una terceraparte, y la reconstrucción de un Estado de Derecho moderno tendrá que ser una parte esencial de la condicionalidad. Pero la reformulación de la solidaridad sobre supuestos más realistas puede suponer también un cambio sutil en la postura alemana. Resulta interesante que el propio vicecanciller, Sigmar Gabriel,del SPD, ofrezca su apoyo expreso para conseguir un control real del fraude fiscal de las grandes fortunas griegas -algo sin comparación en el resto de Europa-. Sin miramientos remilgados a la "soberanía nacional". ¿Suena muy de izquierdas? Suena serio.

No les quepa la menor duda.Queeste gobierno griego, formado por una singular alianza de la extrema izquierda con la extrema derecha -un grito desde el infierno-,se hayadispuestodispuesto a seguir tomando dinero con la dignidad masacrada suponeun acto de supino europeismo.Estamos ante la mayor expresión de voluntad política hacia el entendimiento y la integración en Europa. La probabilidad de acuerdo es alta con independencia de tensiones en la concreción de detalles (margen fiscal primario, redistribución interna de la carga, calendario de ejecuciones). Si en esta coyuntura Grecia no ha puesto encima de la mesa la quita, será extraordinariamente raro que Europa consuma hasta el final la congelación definitiva del sistema financiero y el consiguiente “corralito”. La significación política de un nuevo acuerdo entre un gobierno teóricamente de "izquierda radical"y una Europaliderada por la ortodoxia alemanaes enorme y puede hacer pensar que efectivamente entramos en un nuevo capítulo político en la gestión de la crisis y el proceso de integración europea.Ni ha sido, ni será fácil.

Quizá no hayan pasado por alto el grado de civilidad y europeísmo de la propuesta de un gobierno griego en manos de la izquierda radicalpara conciliar el problema de su ingente deuda, 175% sobre PIB, con un programa electoral que en principio promete hacer borrón y cuenta nueva de los acuerdos alcanzados con los socios europeos en sucesivos planes de rescate y 240.000 millones de eurosen ayudas. Si bien durante los primeros díastras la toma de poder el tono de declaraciones y demandas parecía en exceso conflictivo, el núcleo de la propuesta actual, el canje de deuda, busca romper el círculo vicioso del desapalancamiento, la deflación y ladepresión, que en Grecia ha tenido resultados devastadores. Igual de interesante sin dudaes ese silencio cautelar por parte de Berlín y ese sutil cambio que se percibe en prensa alemana en el foco de incriminaciones sobre el país, desde la población en general a las clases plutócratas, con unos índices de evasión y fraude fiscal absolutamente inusitados en el resto de Occidente -listas con pelos y señales incluidas-. Pareciera que se atisba el cierre de un círculo aparentemente imposible en el que una joven izquierda griega con reivindicaciones propias pero aparente vocación reformistase toca con la más pura ortodoxia alemana. Al fin y al cabo solo un inconsciente daría la espalda a los mercados internacionales.

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