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Con el debido respeto, señor Sánchez

Como sugieren algunas encuestas, lo que está en juego para el PSOE no es ya ganar sino quedar segundo, y eso explicaría en buena parte la agresiva segunda parte de su campaña

Foto: El líder del PSOE, Pedro Sánchez, momentos antes de comenzar el debate. (Reuters)
El líder del PSOE, Pedro Sánchez, momentos antes de comenzar el debate. (Reuters)

A muy pocos ejecutivos les gustaría estar en su piel. Recibió una compañía en concurso de acreedores con la exigencia de que evite la suspensión de pagos. Su elección fue saludada (entre ellos quien esto firma) con esperanza, pero los acreedores, los votantes, siguen resistiéndose a seguir confiando en una marca que ofrece escasas garantías de recuperación. Si finalmente Sánchez no consigue evitar la deriva del PSOE hacia la bancarrota no podrá atribuirlo en exclusiva a la herencia recibida. Hay errores que son de su exclusiva responsabilidad

He aquí algunos de los que se le ocurren a un antiguo acreedor que guarda algún afecto, y mucho respeto, por la marca.

1. El enemigo no es Rajoy

En el pasado, la zona de fricción entre PSOE y PP era bastante densa. Los expertos calculaban en más dos millones el número de votantes que oscilaban de uno a otro y aseguraban las mayorías electorales. Kaputt. Finito. El último CIS es concluyente: hay un gran número de indecisos entre PP y Ciudadanos, entre estos y el PSOE y entre los socialistas y Podemos. Muchos menos entre PP y PSOE. Y no parece que vayan a ser tan decisivos como en el pasado. Pero si lo que Sánchez pretende con su estrategia de guerra total contra Rajoy y el PP es sacar pecho frente otros aspirantes que le han ido comiendo el terreno durante la campaña, y resaltar así sus perfiles como “única” alternativa, puede que lo esté haciendo –especialmente después del debate del lunes- al precio de perder definitivamente el voto moderado sin recibir a cambio los que podría recuperar a su izquierda, donde Podemos –lo señalan también las encuestas—parece haberse asegurado un suelo bastante sólido y sigue creciendo. “Viejuno” es un adjetivo que ha hecho fortuna después de ese debate. Si hubo victoria, habrá sido pírrica.

Como sugieren algunas encuestas, lo que está en juego para el PSOE no es ya ganar sino quedar segundo (o incluso tercero en algunas circunscripciones importantes), y eso explicaría en buena parte la agresiva segunda parte de su campaña. Pero la impresión que transmite en estos días el PSOE es que se encuentra dramáticamente sólo, y eso sí que puede contar el 20-D.

2. El pasado lo carga el diablo

Invocar el pasado como argumento de autoridad puede reventar la culata del arma de quien dispara. El PSOE, como todo partido centenario, tiene una historia de la que enorgullecerse, pero también muchos episodios vergonzosos, algunos de ellos aún frescos en la memoria. Apelar de manera obsesiva a un pretérito imperfecto como aval para el futuro te convierte en vulnerable frente a quien no lo tienen, ni bueno ni malo (Ciudadanos y Podemos).

En 1982, año en que se inicia la edad de oro del socialismo español, no habían nacido ocho millones de quienes pueden votar el próximo día 15, es decir casi una cuarta parte del total. Y alcanzaron la mayoría de edad cuando el PSOE iniciaba un declive al que el espejismo Zapatero sólo dio una tregua momentánea. Nacieron, pues, y se hicieron mayores dando por descontado aquello con lo que se encontraron y van a ser decisivos, según todos los expertos, en estas elecciones. Y les preocupa mucho más el cuarenta y tantos por ciento de paro que se registra en su franja de edad que el matrimonio homosexual.

3. Apropiación indebida

Esa invocación al pasado en términos épico-triunfalistas no dice gran cosa a los electores más jóvenes, como queda dicho, pero puede provocar irritación entre los veteranos, los que sí guardan memoria de las cosas, si lo que se pretende es incorporar a la hoja de servicios propia lo que pertenece también a muchos otros.

El discurso de la semana pasada de Pedro Sánchez en Galicia, después de ser vapuleado en el debate de El País, fue especialmente mezquino en este sentido: según él, los socialistas han acabado ellos solitos con ETA, creado el Estado de bienestar, garantizado las pensiones y sancionado derechos civiles en cuya consecución no siempre estuvieron en primera línea. Acongojante.

4. Conjugar en singular

De la pretensión anterior deriva una cierta soberbia en su discurso sobre el futuro. A diferencia de otros partidos (incluido Podemos), que apelan a los demás a la hora de proponer sus cambios, Pedro Sánchez suele conjugarlos con demasiada frecuencia en primera y tercera persona del singular, lo que le aleja, por cierto, de una realidad constitucional que exige en casi todo lo importante el uso del plural. Su partido, dice, modificará la Constitución en sentido federal, trasladará el Senado a Barcelona, derogará la reforma laboral o subirá las pensiones, nada de lo cual podrá emprender en solitario, incluso si llegara a gobernar.

Puede que las apelaciones de Rivera -y en algunos casos de Iglesias y del propio Rajoy-, al concurso de los otros constituya un recurso retórico a sabiendas de que muchas de esas coyundas resultan altamente improbables, pero suenan menos arrogantes en unos tiempos en los que gran mayoría de los españoles consideran inevitable, y muy deseable, una nueva época de pactos.

5. Viejas categorías para realidades nuevas

Resultaría absurdo negar la importancia que la polaridad izquierda-derecha sigue teniendo para muchos ciudadanos a la hora de decidir su voto. Pero también lo es negarse a admitir que para un número creciente de españoles lo que está en juego el 20-D trasciende las viejas categorías. Lo ha visto con mucha astucia, como muchas otras cosas, Pablo Iglesias, que habla mucho más de renovación/resistencia que de izquierda/derecha, aunque no rehúya tal clasificación, mientras que Sánchez habla de cambios sólo en los términos convencionales de la vieja fractura ideológica.

En muchas disyuntivas, entre ellas algunas de las que se ventilan el próximo domingo, el término conservador puede que no se asocie, a ojos de muchos votanes, únicamente con la derecha política mientras que una parte de la izquierda empieza a ser contemplada como refractaria a ideas de progreso que pongan en riesgo el satus quo. No es por capricho que, en asuntos que importan, muchos electores pongan en el mismo campo a PP y PSOE, a quienes responsabilizan de forma mancomunada de muchas de nuestras actuales miserias. Los partidos que se han adaptado mejor a esa nueva polaridad, desde distintas posiciones ideológicas, son los que han crecido exponencialmente en los últimos meses.

Todo ello, dicho con el debido respeto, que es lo último, señor Sánchez, que debe perderse en la las justas políticas.

A muy pocos ejecutivos les gustaría estar en su piel. Recibió una compañía en concurso de acreedores con la exigencia de que evite la suspensión de pagos. Su elección fue saludada (entre ellos quien esto firma) con esperanza, pero los acreedores, los votantes, siguen resistiéndose a seguir confiando en una marca que ofrece escasas garantías de recuperación. Si finalmente Sánchez no consigue evitar la deriva del PSOE hacia la bancarrota no podrá atribuirlo en exclusiva a la herencia recibida. Hay errores que son de su exclusiva responsabilidad

Pedro Sánchez Mariano Rajoy