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Los líderes de los partidos deben dar un paso al lado para abrir una nueva etapa de entendimiento con la dirección de un presidente aceptable para la mayoría: Nicolás Redondo Terreros

Foto: El exsecretario general del PSE-EE, Nicolás Redondo Terreros. (EFE)
El exsecretario general del PSE-EE, Nicolás Redondo Terreros. (EFE)

El panorama político surgido de las elecciones del 20 de diciembre es complicado y, para nuestra democracia, un escenario inédito. Pero eso no significa, o no debe significar, que no existan vías de solución para la gobernabilidad de España.

Parece evidente que Mariano Rajoy no está en condiciones de repetir su investidura como presidente de Gobierno, y que Pedro Sánchez tendría que hacer unos equilibrios impensables, que aunque pudieran permitirle la investidura a corto plazo, supondrían un coste para España, política y económicamente, insoportable.

Ante esta situación tan aparentemente compleja, la salida -que no la solución- más fácil -que no la mejor- sería volver a convocar elecciones. Lo más probable, no obstante, es que los resultados fueran muy similares y volviéramos a estancarnos en la parálisis actual.

En el pasado hemos vivido situaciones mucho más difíciles. La salida de la dictadura de Franco era, evidentemente, un escenario extraordinariamente más complejo: política, social y económicamente. En aquél entonces, la clase política española fue capaz de sentarse a dialogar y poner las bases de la conveniencia política en forma de Constitución, y más aún, también las bases de un acuerdo económico-social (los Pactos de la Moncloa), en el que participaron todos: los partidos políticos (AP, UCD, PSOE, PCE) más la patronal CEOE y los sindicatos UGT y CCOO. Todo eso a pocos meses de la muerte de Franco. Y pudimos ver, por ejemplo, cómo Fraga presentaba a Carrillo en una Conferencia en el Club Siglo XXI, en un ejercicio de concordia y generosidad política de todos que dio unos frutos que han perdurado hasta hoy.

Los intereses partidistas o personales se dejaron a un lado y se puso por delante la 'raison d´Etat', la razón de Estado, el bien de todos, el interés de España, ante una situación crítica.

No estamos hoy, afortunadamente, en 1976: tenemos una democracia consolidada, una economía más moderna, estamos integrados en la Unión Europea y nuestro Estado de bienestar es homologable al de los países más avanzados.

Los daños que se han infringido mutuamente los grandes partidos con sus ataques recíprocos aconsejan buscar una persona de consenso

En ese contexto, no debería ser tan difícil entablar unas bases para una renovación del pacto constitucional-para el que el escollo nunca deben ser las personas o los personalismos-, en el que deben participar todas las fuerzas políticas, sin exclusiones, ni apriorismos.

La clase política actual, lamentablemente, carece de la grandeza y la altitud de miras de aquéllos prohombres de la transición. Y los daños que se han infringido mutuamente los grandes partidos con sus ataques recíprocos en estos últimos años aconsejan buscar una persona de consenso que permita unir voluntades y restañar heridas. Alguien que, desde el sentido común y el sentido de Estado, pueda conducir la nave sin complejos y, al mismo tiempo, con los conceptos claros.

Ello exige que los partidos actuales se esfuercen en encontrar sus puntos en común, pero también que sus líderes respectivos sean capaces de dar un paso al lado para abrir una nueva etapa de entendimiento, bajo un gobierno de concentración, con la dirección de un presidente que pueda ser aceptable para la inmensa mayoría. Un tercer hombre.

A mi juicio, la persona capaz de aglutinar a los grandes partidos, desde una visión centrista, con acceso fácil al diálogo, con sentido de Estado y con experiencia política existe y se llama Nicolás Redondo Terreros.

Nicolás Redondo ejemplifica las mejores virtudes de la política, tan olvidadas en estos tiempos. Hombre dialogante, profundo conocedor de los entresijos de la realidad española, pudo vivir la transición desde la primera fila, en la cercanía de su padre, lo que le llevó incluso, de niño, a pasar por el penoso destierro familiar. También ha vivido en primera persona el drama del terrorismo, como dirigente del PSE. En su trayectoria en la política vasca buscó siempre el entendimiento y la concordia, guiado por una honestidad intelectual que le deparó alguna incomprensión, sobre todo en su propio partido. Tiene el Estado en la cabeza, y el talante -valga por un momento la denostada palabra- necesario para buscar acuerdos y entendimientos, ahora que son imprescindibles. Y siempre con una idea de España nítida, muy lejos de las ambigüedades y torpezas que han caracterizado la actuación de su partido en los últimos años.

¿Y si nos diéramos esta oportunidad? Les aseguro que no nos arrepentiríamos.

*José Ignacio Jiménez-Blancoes socio de JBMF

El panorama político surgido de las elecciones del 20 de diciembre es complicado y, para nuestra democracia, un escenario inédito. Pero eso no significa, o no debe significar, que no existan vías de solución para la gobernabilidad de España.

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