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¿Primarias o partidos?

Las primarias conllevan con su existencia la muerte natural del partido político clásico

Foto: Los candidatos a la secretaría general del PSOE, Susana Díaz (i), Patxi López (c) y Pedro Sánchez (d), se saludan en la sede del partido. (EFE)
Los candidatos a la secretaría general del PSOE, Susana Díaz (i), Patxi López (c) y Pedro Sánchez (d), se saludan en la sede del partido. (EFE)

Acabados los partidos de masas que, no ha mucho, vertebraban la vida política en la mayor parte de los países europeos, y cuestionados en su legitimidad y funciones los partidos de cuadros que los sucedieron, las primarias se extienden como el mecanismo capaz de relegitimar y vigorizar las deterioradas vigas maestras que, en democracia, son los partidos políticos.

Semejante hipótesis no parece levantar acta de una constatación bien simple: las primarias conllevan con su existencia la muerte natural del partido político clásico. Con primarias, los partidos políticos dejan de ser el contenedor donde se articulan el poder y los mensajes que aspiran a ser refrendados por el cuerpo electoral para convertirse en plataformas o clubes de debate para la promoción de candidatos.

El partido demócrata americano y el SPD alemán se llaman ambos 'partido' y guardan semejanzas en su orientación ideológica, pero estructuralmente son dos cosas diferentes.

La deriva de los partidos hacia la partitocracia con sus secuelas de corruptelas (o corrupción) existe. Que las primarias sean la solución es dudoso

Ante un cambio de tal naturaleza, resulta obligado 'desacralizar', cuando menos, lo que parece imparable tendencia. En el sistema de primarias se mezclan algunas ventajas y bastantes inconvenientes que conviene analizar:

1.- Como ya ocurriera en 1905 en EEUU, cuna del sistema, las primarias surgen como el antídoto para acabar con la endogamia de unos partidos políticos en los que, en terminología de Panebianco, “los arribistas” habrían ahuyentado a "los creyentes”. La deriva de los partidos políticos hacia la partitocracia con sus secuelas de corruptelas (a veces de corrupción) existe. Que las primarias sean la solución es dudoso. Fillon barrió en unas amplias primarias de la derecha francesa, en nombre de una ejemplaridad ética que para nada es tal, como quedó de manifiesto apenas unas semanas después. El truculento personaje que es Donald Trump ha emergido de unas primarias y en Podemos las luchas de poder del centralismo democrático leninista se difuminan en las redes sociales, con votantes inscritos por internet.

Corregir los usos del poder abusivos a los que tienden a menudo los partidos políticos depende más de un buen sistema de contrapesos internos e institucionales que de la existencia o no de primarias.

2.- La segunda virtualidad que se concede a las primarias es la de ser el mecanismo más apropiado para la selección de candidatos electorales. Es una presunción más que discutible. Si se trata de primarias cerradas, en realidad semiprimarias acotadas a los afiliados, los ejemplos abundan más bien en lo contrario. El PSOE las ha utilizado dos veces con consecuencias negativas. En la UMP francesa fueron un fiasco. No pinta nada bien para Corbyn en Reino Unido, aunque estas fueron más abiertas.

Tampoco las primarias abiertas garantizan en el electorado europeo, habituado al voto ideológico, el acierto

Tampoco las primarias abiertas garantizan en el electorado europeo, habituado al voto ideológico, el acierto. Las que acaban de celebrarse en Francia dieron como candidato de la derecha a Fillon y a Hamon por el partido socialista. Ambos eran candidatos escorados hacia el núcleo de votantes más adictos, pero no los mejores para atraer los votos indecisos de los caladeros del centro de donde ha emergido el presidente: Macron. Por contra, la dirección colegiada del SPD ha sustituido al anterior candidato Sigmar Gabriel por Martin Schulz, el cambio ha supuesto de entrada un repunte en los sondeos a favor del SPD. Quizá no para ganar.

3.- Se concede igualmente a las primarias la virtualidad de ser un sistema más democrático que la elección en cascada de representantes en quienes se delega la toma de decisiones en los congresos.

Elegir por primarias al líder partidario o al candidato electoral no supone ni garantiza una mayor calidad democrática en la vida de un partido político

La discusión en este punto nos llevaría a la histórica disputa entre democracia representativa y plebiscitaria. Elegir al líder por voto de todos los afiliados puede parecer más democrático el día de la votación. En los pasos siguientes, el líder elegido puede tratar de concentrar en su persona y su equipo directo todo el poder, anulando los sistemas intermedios de contrapeso, que no tendrían la misma teórica legitimidad. El acto democrático de un día puede así socavar el funcionamiento democrático del partido durante años. Si las primarias son abiertas para elegir candidato, más de lo mismo. El poder lo ostenta el ganador de las primarias.

Elegir por primarias al líder partidario o al candidato electoral no supone ni garantiza una mayor calidad democrática en la vida de un partido político. Dicha democracia depende más del entramado organizativo e institucional y de cómo se toman las decisiones.

4.- Finalmente, las primarias suscitan no pocos interrogantes sobre los efectos colaterales que conllevan:

- En primer lugar, introducen una fuerte personalización de la política que se da por hecha en regímenes presidenciales, pero no tanto en sistemas parlamentarios. Las primarias son mucho más adecuadas para aquellos que para estos.

Por otra parte, cuando la lógica inherente a los actuales medios de comunicación, donde lo visual-gestual predomina sobre lo discursivo y lleva de por sí a la personalización de la política, cabe preguntarse si lo correcto es incidir en ese círculo —no tan virtuoso— fortaleciendo el fenómeno.

- En segundo lugar, situar el factor supremo de legitimidad de la opción partidaria extramuros de la organización significa rebajar o anular la autonomía del partido político como organización. El partido pasa de liderar la propuesta política a convertirse en espejo de la demanda social (cierta o supuesta). En esa dinámica, una serie de actores exteriores se convierten en muy decisivos. Desde los medios de comunicación hasta los financiadores de las campañas.

La endogamia es un grave problema. Pero la incidencia de agentes mercantiles externos en la toma de decisión de los partidos no lo es menos

Ciertamente, la endogamia y jerarquización intrapartidaria es un grave problema para la democracia. Pero la incidencia de agentes mercantiles externos en la toma de decisión de los partidos no lo es menos. Esta también es una vía de desvalorización del quehacer partidario.

- Por último, las primarias inducen la fragmentación orgánica e ideológica de los partidos políticos, ya que los candidatos en liza tenderán a acentuar los perfiles que los diferencian (PSOE, hoy). Ocurre, sin embargo, que los electorados no siempre valoran positivamente la polifonía, cuando no cacofonía, en el seno de los propios partidos. Este hecho es especialmente notable cuando de regímenes parlamentarios se trata. En ellos se vota sobre todo al partido. Y en ellos se aprecia sobre todo la coherencia.

Resumiendo: me sumo a quienes dicen que uno de los problemas de nuestros días es la velocidad. Y la velocidad no solo es la causa central en los accidentes de tráfico, sino en otros accidentes. Con las primarias, un debate sosegado parece más que necesario. Entre otras cosas porque, en los partidos políticos, la mayoría de cuadros y afiliados defienden limpiamente sus ideales.

*Justo Zambrana, exdiputado y antiguo secretario de Estado del PSOE.

Acabados los partidos de masas que, no ha mucho, vertebraban la vida política en la mayor parte de los países europeos, y cuestionados en su legitimidad y funciones los partidos de cuadros que los sucedieron, las primarias se extienden como el mecanismo capaz de relegitimar y vigorizar las deterioradas vigas maestras que, en democracia, son los partidos políticos.

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