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Una comisión independiente para averiguar qué falló el 17-A
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Ignacio Cembrero

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Una comisión independiente para averiguar qué falló el 17-A

Una serie de descuidos policiales ha permitido que durante meses los terroristas se preparen para perpetrar atentados en Cataluña. Urge investigarlos para evitar que el ISIS vuelva a golpear

Foto: El chalé de Alcanar, después de la explosión. (EFE)
El chalé de Alcanar, después de la explosión. (EFE)

Cada vez que le han puesto un micrófono a su alcance, Ali Yassine, presidente de la comunidad islámica de Ripoll, ha repetido que ninguna autoridad le contactó antes o después de contratar a Abdelbaki es Satty como imán de la pequeña mezquita. “No hemos recibido ningún mensaje explicándonos que había estado en la cárcel”, insistía.

Foto: Habitación de la casa del imán registrada. (Reuters)

Esa ausencia de información es uno de tantos fallos policiales que han permitido a los terroristas seguir adelante con sus planes. No se trató esta vez de lo que se suele llamar 'un lobo solitario', muy difícil de detectar, sino de toda una célula compuesta por al menos 10 individuos y encabezada por Es Satty. De no haber sido por la explosión accidental, el 16 de agosto por la noche en el chalé de Alcanar, el atentado hubiese tenido otra magnitud. Hay datos que apuntan a que el verdadero objetivo era volar el monumento más visitado de España: la Sagrada Familia.

Hubo fallos en Ripoll porque no se informó a Ali Yassine y no se siguió la pista a un supuesto clérigo con antecedentes penales por tráfico de drogas, sospechas de radicalización que llevaron a pinchar su teléfono y un misterioso viaje a Vilvoorde, la pequeña ciudad belga de donde más yihadistas salieron rumbo a Siria e Irak. Las fuerzas de seguridad del Estado y el Centro Nacional de Inteligencia conocían mejor la trayectoria de Es Saty y quizá les hubiera correspondido prevenir a los musulmanes de Ripoll de la peligrosidad de su imán antes que a los Mossos d’Esquadra.

Foto: Los Mossos se incautaron de más de un centenar de bombonas de butano del chalé de Alcanar, que sirvió de base de operaciones de los terroristas. (EFE)

Hubo también fallos en Alcanar porque, primero, un grupo de okupas aspirantes a yihadistas estuvo poniendo a punto durante al menos nueve meses artefactos explosivos en un chalé de una urbanización. Acumularon más de 100 bombonas, algunas con TATP, un explosivo artesanal muy volátil, otras con butano. Los vecinos se percataron de ese trajín —el francés Patrick Vinaros lo comentó 'a posteriori' ante las cámaras— y no lo denunciaron. La policía local de esa ciudad de 10.000 habitantes tampoco cayó en la cuenta.

Alcanar, por segunda vez, el miércoles 16 por la noche: el chalé saltó por los aires dos veces seguidas. Ni los bomberos ni los Mossos supieron detectar la vertiente terrorista de las deflagraciones. La policía autonómica vetó además el acceso a los escombros de los artificieros (Tedax) de la Guardia Civil, según un comunicado conjunto de un sindicato policial y de una asociación de guardias. Fue uno de tantos desajustes de la coordinación entre fuerzas policiales.

Después de que la furgoneta conducida por Younes Abouyaaqoub sembrase de sangre la Rambla, hay también actuaciones policiales que merecen algunas aclaraciones. ¿Por qué los Mossos que dieron el alto, en un control en la Diagonal, al coche conducido por Abouyaaqoub no disponían de una cadena de pinchos que hubiese reventado sus neumáticos? Su precio no llega a los 300 euros. ¿Por qué informaron en un primer momento de que el conductor había fallecido a causa de los disparos efectuados en el control cuando el difunto era, en realidad, Pau Pérez y este murió acuchillado por Abouyaaqoub?

El principal interrogante concierne a la muerte de Abouyaaqoub, acribillado el lunes 20 en unos viñedos de Subirats. Los Mossos que le abatieron habrán cumplido a rajatabla el protocolo previsto, pero cabe preguntarse si no hubiesen podido cazarle con vida para interrogarle. ¿No se le podía haber disparado a las piernas antes de hacerlo a matar? Llevaba un cinturón de explosivos, pero ya sabía la policía autonómica que los que portaban sus cinco compatriotas en Cambrils eran falsos, como resultó serlo el suyo. Una vez herido en las piernas y tendido en el suelo se podría, antes de socorrerle, haberle enviado un robot de los que manejan los artificieros para asegurarse de que no representaba ningún peligro.

Cuando a causa de, como mínimo, desaciertos de los cuerpos policiales se han podido perpetrar sendos atentados con 16 muertos y 120 heridos, condecorar a los Mossos, como lo acordó el 22 de agosto la Mesa del Parlament de Cataluña, parece una broma de mal gusto. Es una tomadura de pelo a las víctimas. Los servicios de emergencia que les atendieron y las policías locales de Barcelona y Cambrils sí son más merecedoras de la medalla de honor del Parlament.

Foto: La casa de Alcanar, tras la explosión. (EFE)

Los ciudadanos españoles y, sobre todo, los familiares de las víctimas nos quedaremos con las ganas de saber qué falló y por qué, a menos que no se constituya una auténtica comisión de investigación independiente. EEUU lo hizo después del 11-S y sus conclusiones fueron publicadas casi íntegramente dos años después, en agosto de 2004; Francia lo hizo después de los atentados de París de enero y noviembre de 2015, y el informe final fue desvelado por la televisión belga (RTBF) en julio de 2016 antes de su difusión oficial; Bélgica lo hizo tras los bombazos de marzo de 2016 en Bruselas, y fue el mes pasado cuando se dio a conocer.

EEUU lo hizo después del 11-S y sus conclusiones fueron publicadas íntegramente dos años después; Francia lo hizo después de los atentados de París

Es verdad que todas esas comisiones estuvieron compuestas por parlamentarios. Cuando abordaron asuntos graves como el terrorismo, estos fueron, sin embargo, capaces de actuar con cierta independencia con relación a los partidos a los que pertenecen. En España eso es imposible. Las comisiones de investigación parlamentarias son sinónimo de ruido, ajuste de cuentas y petición de asunción de responsabilidades políticas. La que se puso en pie después del 11-M, que concluyó sus trabajos en marzo de 2005, no fue una excepción.

Existe una alternativa, algo menos politizada, que es la comisión de estudios de las Cortes, como la que está ahora en vigor para analizar y proponer soluciones al consumo de drogas. Más eficiente sería sin duda una comisión totalmente independiente compuesta por magistrados, policías jubilados, académicos, etcétera, que desentrañara los fallos y propusiera remedios. Lamentablemente, iniciativas de esta índole no forman parte de las tradiciones de un país que rehúye las catarsis, aunque el jueves 17 haya sufrido el peor golpe terrorista desde hace 13 años.

Los expertos en terrorismo temen que con Barcelona y Cambrils se haya abierto la veda terrorista en España tras un largo paréntesis de sosiego. El vídeo del Estado Islámico en español ensalzando los atentados y glorificando a sus protagonistas revela que la organización terrorista ha puesto, esta vez sí, a España en su diana. Jóvenes musulmanes radicalizados querrán probablemente emular a los 'mártires' de la célula del imán, como ha sucedido en otros países europeos. ¿Cuántas más víctimas serán necesarias para que se diluciden los fallos del 17-A?

Cada vez que le han puesto un micrófono a su alcance, Ali Yassine, presidente de la comunidad islámica de Ripoll, ha repetido que ninguna autoridad le contactó antes o después de contratar a Abdelbaki es Satty como imán de la pequeña mezquita. “No hemos recibido ningún mensaje explicándonos que había estado en la cárcel”, insistía.

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