Es noticia
La rebelión de los Mossos, 2017. Un 'remake' de Ortega y Gasset lleno de emociones
  1. España
  2. Tribuna
Tribuna EC8

Tribuna

Por

La rebelión de los Mossos, 2017. Un 'remake' de Ortega y Gasset lleno de emociones

Unas masas y otras, como ahora, habían enarbolado banderas de distinto signo. Pero, quizá, las masas y los Mossos, entonces y ahora, no eran las que manejaban los acontecimientos

Foto: Varios agentes de los Mossos d'Esquadra supervisan una manifestación de ultraderecha en Cataluña. (Reuters)
Varios agentes de los Mossos d'Esquadra supervisan una manifestación de ultraderecha en Cataluña. (Reuters)

Alguien hizo un anuncio-parodia del potente deportivo alemán, 911. 'Who needs a Porsche?', preguntaba. ¿Quién necesita un Porsche? Nadie, realmente. No es práctico, no tiene espacio para el equipaje, no caben más que dos personas y hace ruido. Tiene que hacer ruido porque si no, no sería un deportivo y es duro de suspensión, tiene que ser duro.

Pero se compra por emoción, no por razón.

La tenista número uno del mundo decía esta semana que ella tenía dos Porsches y que venía otro en camino (sic). No indicaba si venía solo porque es un nuevo modelo de conducción autónoma. Y reconocía que apenas rodaba con los deportivos porque está viajando todo el día de continente a continente, pero en avión, claro. Que el que más marca tiene apenas 1.000 kilómetros. Pura emoción, como dice el anuncio de la fábrica de automóviles radicada, por cierto, en Cataluña.

El reciente Nobel de Economía, Richard Thaler, ha analizado el comportamiento de los consumidores en los supermercados y se ha ganado ese reconocimiento por decir que nos mueve la emoción, no la razón, que nos fijamos en lo que está en medio de los lineales, no arriba o abajo, y que no pensamos en ahorrar para la vejez, sino que nos dejamos llevar por el impulso, por el instinto, por la satisfacción inmediata, por lo irracional. Que nos mueven más las tripas que la cabeza.

Foto: Richard H. Thaler, Nobel de Economía de 2017

Thaler afirma, por ejemplo, que el voto a favor del Brexit fue intestinal, no debido a la razón, al análisis en frío de la situación, como recomendaría la economía clásica.

Me encontré un día por tierras del Bierzo a un peregrino que hacía el Camino. Me dijo que lo más importante era el proceso y que le daba vértigo llegar su destino, porque entonces tendría que plantearse qué hacer después. Compramos el Porsche, culminamos nuestros sueños, nuestras emociones, y lo dejamos aparcado en el garaje. Un poderoso empresario de la comunicación audiovisual se compró un Aston Martin y poco después lo vendió porque reconocía que era una tontería.

La objetividad es imposible, no es que seamos mal intencionados. Y tiramos hacia la parte media del lineal del supermercado de la actualidad

Los medios también nos dejamos llevar por las emociones, porque a la gente lo que le gustan son las emociones. No somos objetivos. Primero, la objetividad es imposible, no es que seamos mal intencionados. Segundo, tiramos hacia la parte media del lineal del supermercado de la actualidad.

Si vamos a hacer una historia de una bronca, forzamos la máquina. Cuando íbamos a rodar una manifestación, el reportero gráfico con el que trabajaba me preguntaba siempre: ¿abro el plano o lo cierro? Si lo abro, se van a ver los huecos; si lo cierro, se van a ver las masas prietas y las banderas. Más bonito esto, ¿no?

El análisis, lo serio, no vende.

Los medios extranjeros, incluso los más serios entre los alemanes o británicos, no los sensacionalistas, han comprado las emociones en la crisis catalana. El día 1 de octubre tardaban apenas unos minutos en colocar bien arriba en la portada las fotos de la acción policial "¡Balas de goma en Barcelona!", titulaba a las 11 de la mañana el muy serio y nada sensacionalista 'Frankfurter Allgemeine Zeitung'. Pura emoción en la vieja Europa.

El también muy serio y absolutamente respetable 'The Guardian' lleva días con un corta y pega sobre la votación del 1 de octubre con el que cierra sus crónicas:

placeholder Portada del diario 'The Guardian' el 1 de octubre.
Portada del diario 'The Guardian' el 1 de octubre.

'While 90% of participants in the poll voted in favour of splitting from Spain, only 2.3 million of Catalonia’s 5.3 million registered voters – 43% – took part. However, according to the Catalan government, 770,000 votes were lost after Spanish police stepped in to try to halt the vote'.

Es decir, solo 43% de participación, 90% de votación por el sí a la separación de España. Pero, claro, 770.000, según una de las fuentes, el gobierno catalán, no pudieron votar porque se lo impidió la policía. Sin entrar en que era un referéndum, como sabemos, ilegal, que se saltaba no solo la Constitución, sino el propio Estatuto de autonomía, la Junta electoral, el recuento de votos, etc., etc., etc. Poco 'fact checking', como es habitual en tan ilustre y admirada publicación.

Foto: Esteladas (Reuters)

Y otro corta y pega, en todos los medios, repite los de 800 heridos. Sin fotos, sin testimonios, sin reportajes.

Y eso que tenemos aquí a los mejores reporteros del mundo, esos que van a Siria, Irak, a Libia o a Lesbos, porque es donde están las imágenes más potentes. No hay más que ver los pies de foto.

Porque aquí ha habido fotos fantásticas, con emoción, gente joven que se encara con la policía, gente que se emociona con la bandera, gente que se ilusiona con la independencia, gente que se frustra con su hibernación.

placeholder El antes y el después de que Puigdemont declarara la independencia y la suspendiera.
El antes y el después de que Puigdemont declarara la independencia y la suspendiera.

Los mossos, no solo los de Escuadra, sino los mozos y las mozas, muchos universitarios, salen a la calle eufóricos, como decía don José hace casi noventa años. Las masas han invadido las calles. Alguno dice orgulloso que como ya son independientes irá a recoger su pasaporte para poder viajar. No deja de tener gracia. Hasta ahora, no hacía falta en el espacio Schengen. Todo sea por la emoción.

Viendo las imágenes de las masas estos días dan ganas de sonreír, en medio de esta tragicomedia, porque parece que puede salir en cualquier momento Dani Rovira como en la hilarante escena de la “mani” en la plaza, gritando aquello de "¿Camarero? ¿Qué?", o cantando: "Girona tiene un sabor especial".

Pero más que de 'Ocho apellidos', todo tiene el más el tono de 'Torrente', que este caso sería 'Torrente' seis, al culminar con una declaración que no es una declaración, pero que luego sí es declaración. Un destacado jurista, exmagistrado del Supremo, decía que esto era Marx, pero Groucho, que no resiste un análisis serio. Urnas de plástico chino malolientes, metidas de madrugada en extraños locales electorales, recuentos en la calle o en las iglesias, votos múltiples, resultados sin datos como en las dictaduras.

Foto: El expresidente de la Generalitat Artur Mas. (EFE)

Pero no. Santiago Segura no tiene imaginación para escribir un guion como este. Ni Borja Cobeaga. Y Buñuel o Berlanga son Bergman comparados con lo que vemos.

Los protagonistas son muy malos, el 'casting' es malo. Está el señor pequeño y desconocido hace quince días que inquieta a Europa ('Le Monde'), que quería ser astronauta de pequeño ('Frankfurter Allgemeine Zeitung'), pero ni el cohete ni la narración despegan.

Aunque haya personajes femeninos en esta película, sobra testosterona, tripas y emoción.

Estamos en tiempos de emociones políticas. El voto a Trump es emoción, como el del Brexit, el de Le Pen, el de Alternativa para Alemania. Es voto de consumo instantáneo, no reflexivo, a favor de encerrarse, en los EEUU, en GB, en Francia, en Alemania o en Cataluña.

La herencia es un paisaje lleno de ruinas, donde, por no quedar, no quedan ni banderas

Hace poco se estrenaba la segunda parte de la mítica cinta de Ridley Scott. La original mostraba, como esta, un futuro muy oscuro, ácido y cibernético, pero medieval. Algo había pasado, accidentes, el Gran Apagón, o grandes enfrentamientos entre tribus. La herencia es un paisaje lleno de ruinas donde, por no quedar, no quedan ni banderas.

Cuando el filósofo escribió su obra, el comunismo había subido al poder y el fascismo estaba a punto de hacerlo. Este se derrumbó pronto con gran estrépito, dejando decenas de millones de muertos. El otro tardó décadas en hacerlo de manera más silenciosa. Se abrió el Muro y cayó. Así de simple. Se acabaron décadas de utopías, de tratar de implantar el Reino de los Cielos en la Tierra, la República perfecta.

Unas masas y otras, como ahora, habían enarbolado banderas de distinto signo. Pero, quizá, las masas y los Mossos, entonces y ahora, no eran las que manejaban los acontecimientos.

* Daniel Peral es periodista y fue corresponsal de TVE en Berlín y Nueva York.

Alguien hizo un anuncio-parodia del potente deportivo alemán, 911. 'Who needs a Porsche?', preguntaba. ¿Quién necesita un Porsche? Nadie, realmente. No es práctico, no tiene espacio para el equipaje, no caben más que dos personas y hace ruido. Tiene que hacer ruido porque si no, no sería un deportivo y es duro de suspensión, tiene que ser duro.

Mossos d'Esquadra