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El mito de la caverna
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El mito de la caverna

Últimamente han surgido muchos eremitas cavernarios que juzgan una persona o generaciones enteras por un suceso o por un instante aislado que elevan a categoría para servir fines espurios

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Hay quien voluntaria y deliberadamente prefiere vivir de cara a la pared para no mirar la realidad de frente. Las imágenes borrosas que se proyectan sobre el muro les resultan más convenientes para interpretar el mundo de acuerdo a sus prejuicios ideológicos. Como en el mito de la caverna, acomodan su visión a ideas preconcebidas, y llegado el caso, argüir falta de claridad para justificar su sectarismo.

El aislamiento del mundo real permite la especulación a partir de una sola imagen, un acontecimiento, al margen del resto de circunstancias: creencias, anhelos, dilecciones, etc. que completan la realidad. Basta el reflejo de un instante para contradecir un proceso histórico o una vida entera. En la oscuridad de la cueva manipulan la imagen clara y completa de la vida hasta convertirla en un borroso espantajo al que zarandear sin consciencia de mal.

Las personas se conocen plenamente a través de sus hechos, acciones y prácticas con arreglo al contexto social, cultural y político de la época en los que éstos tienen lugar. En épocas de crisis, o el mero paso del tiempo, hace que nuestras ideas y esperanzas puedan legítimamente cambiar. De ahí la necesidad de la reconstrucción histórica recta de todos los actos para conocer en profundidad y comprender el legado de un personaje cualquiera.

Como en el mito de la caverna, acomodan su visión a ideas preconcebidas, y llegado el caso, argüir falta de claridad para justificar su sectarismo

Últimamente han surgido muchos eremitas cavernarios que juzgan una persona o generaciones enteras por un suceso o por un instante aislado que elevan a categoría para servir fines espurios.

España ha sido cuna de una generación de políticos que resultaron esenciales para nuestra reciente historia: la Transición. Esta no se puede entender sin esa generación que, a la muerte de Franco, comprenden que los principios inspiradores del movimiento nacional deben ser abandonados y sustituidos por valores democráticos. Toda la sociedad: políticos, sindicalistas, empresarios, profesionales y obreros, medios de comunicación, organizaciones sociales y comunales, etc. dedicó sus mejores esfuerzos a esa tarea con ilusión y asumiendo los momentos de frustración en aras un bien mayor: la democracia.

Formaron parte de esa generación jóvenes que provenían del credo falangista primero y franquistas después, que, desde el poder, recogen la idea de cambio de la sociedad y asumen que el país debe mudar radicalmente y se disponen hacerlo.

Toda la sociedad dedicó sus mejores esfuerzos a esa tarea con ilusión y asumiendo los momentos de frustración en aras un bien mayor: la democracia

Fueron estos hombres provenientes del régimen quienes, a las órdenes de un rey recién proclamado, los ejecutores de lo que se llamó el "harakiri del régimen" en el seno de las cortes franquistas. Ellos recogieron el mensaje de una sociedad que quería ser libre y, con un cierto sentido de Estado (altura de miras se decía entonces), tuvieron la determinación y el coraje para afrontar la incierta empresa de la transformación política que el pueblo exigía.

En un tiempo récord que va desde el 20 de noviembre de 1975, cuando muere el dictador, hasta el 28 de octubre de 1982, cuando el Partido Socialista Obrero Español gana las terceras elecciones libres, se legalizaron los sindicados libres desmontando el sindicato vertical, se decretó una primera amnistía política más tarde ampliada por ley, se redactó y aprobó en referéndum la ley de reforma política1, se legalizaron los partidos políticos, y particularmente el partido comunista, se convocaron elecciones libres y constituyentes, se elaboró una constitución que consagra España como un Estado Social y Democrático de Derecho, en el marco de la monarquía parlamentaria -que fue, asimismo, aprobada por el pueblo en referéndum1 -, se convocó la primera legislatura constitucional, se inició el proceso de descentralización del Estado con la constitución de los entes preautonómicos y se inició el traspaso de algunas competencias, se repatrió a Tarradellas y restituyó la Generalitat2, se sorteó el golpe de estado militar el 23-F, y se culminó el proceso con una alternancia política modélica.

Todas estas acciones con sus componentes políticos, sociales... no fue una labor individual ni de un solo grupo político sino de toda una sociedad

De este relato cabría pensar que la operación descrita habría tomado varias décadas dada la envergadura del tránsito de la dictadura a la democracia. Sin embargo, esta ciclópea empresa se realizó en apenas siete años. Un sexteto, más que glorioso, que alumbró el periodo de libertad, justicia y progreso más importante de la historia moderna y contemporánea de nuestro país y que con merecimiento asombró al mundo entero.

Ha quedado dicho, pero es preciso subrayarlo, que todas estas acciones con sus componentes políticos, institucionales, jurídicos, económicos y sociales no fue una labor individual ni de un solo grupo político sino de toda una sociedad que comprendió que la línea y dirección adoptada por el rey Juan Carlos I para la transformación España era correcta. Los herederos del movimiento nacional, con Adolfo Suárez a la cabeza, y con la UCD, como formación política creada para la ocasión con aluviones de colectivos muy diversos del régimen, tuvieron una responsabilidad indiscutible.

Dentro de ese entramado, hoy quiero subrayar a quien estuvo en todos y cada uno de esos procesos de principio a fin en los lugares de acción más comprometidos. Quiero recordar al ministro de Relaciones Sindicales, al ministro del Interior, al ministro de Admiración Territorial, al vicepresidente del Gobierno de esos años… quiero recordar a Rodolfo Martín Villa. La memoria selectiva de algunos ha querido tergiversar la historia con la exageración despectiva de alguna acción concreta sin tener en cuenta la naturaleza global e íntegra del trabajo realizado y dónde este nos condujo.

Foto: Jordi Pujol y Rodolfo Martín Villa, en un montaje. (EC)

Destacar a Rodolfo Martín Villa es debido a dos razones. La primera, porque, aunque mayor, aún sigue entre nosotros. Una buena parte de esa generación de uno u otro lado (A. Suarez, S. Carrillo, E. Tierno Galván, F. Abril Martorell, Marcelino Camacho, G. Peces Barba y tantos otros), lamentablemente, ya no nos acompañan y quería recordarlos a todos con gratitud. Y, segundo, por estar injustamente perseguido por una jueza extranjera en base a un principio de justicia universal más que cuestionable en su caso.

No es mi intención descalificar la acción judicial concreta que supongo correctamente formulada y tramitada de acuerdo con la ley. Tampoco quiero que parezca que una vida ejemplar (antes, durante y después, de la política, según se ha manifestado públicamente en infinidad de ocasiones) exonera cualquier acción punible.

Sin embargo, el contumaz acoso de un ciudadano español por su celebridad parece haberse convertido en una obsesión personal de una insólita jueza que fía su éxito profesional a una instrucción para la que no tiene el crédito debido, como muestra la reiterada revocación de sus autos por Segunda de la Cámara Criminal y Correccional Federal de Buenos Aires. Solo se comprende este procedimiento judicial por el sesgo ideológico (justicialista y justiciero) de una instructora empeñada en imponer el espectro de sombras que se proyectan en fondo oscuro de su propia caverna.

(1) Contrasta estos referéndums (de la ley a la ley) con las arteras trapisondas del 'procés'.

(2) Se recupera la institución republicada a la que se le redoblan las competencias por encima de ninguna otra institución similar en Europa.

*Pedro Pablo Mansilla Izquierdo, médico.

Hay quien voluntaria y deliberadamente prefiere vivir de cara a la pared para no mirar la realidad de frente. Las imágenes borrosas que se proyectan sobre el muro les resultan más convenientes para interpretar el mundo de acuerdo a sus prejuicios ideológicos. Como en el mito de la caverna, acomodan su visión a ideas preconcebidas, y llegado el caso, argüir falta de claridad para justificar su sectarismo.

Rodolfo Martín Villa Democracia