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Ahora o nunca, un punto de inflexión para RTVE
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Ahora o nunca, un punto de inflexión para RTVE

Parecía que se iba a imponer la práctica habitual de cerrar acuerdos de la envergadura de designar el presidente de una corporación estatal al margen de la opinión pública

Foto: Sede de RTVE en Madrid.
Sede de RTVE en Madrid.

El anuncio de un grupo de trabajadores de RTVE proponiendo a dos académicos para la candidatura a la presidencia de la corporación ha supuesto un giro inesperado en un relato que se daba prácticamente por pactado.

Una vez más, parecía que se iba a imponer la práctica habitual de cerrar acuerdos de la envergadura de designar el presidente de una corporación estatal al margen de la opinión pública. Es cierto que así ha venido ocurriendo desde siempre. Sin embargo, nuestra sociedad reclama y exige una regeneración de las formas y de la ética de muchos procesos democráticos para regir y gobernar instituciones y organismos.

La reforma del antiguo ente que en 2006 realizó el Gobierno de Zapatero proponía un mayor acuerdo parlamentario (los famosos 2/3 frente a las mayorías simples o las elecciones directas del Gobierno de turno). Pero a la par, contrariamente a lo que viene sucediendo en otras televisiones públicas de países avanzados, consolidaba la idea de que no eran necesarios otros mecanismos de elección para garantizar la independencia de la corporación.

Nuestra sociedad reclama y exige una regeneración de las formas y de la ética de muchos procesos democráticos para regir y gobernar organismos

¿A quién le interesaba la independencia real? ¿A quién le interesaba perder el control de un presupuesto de 1.200 millones de euros? ¿A quién le podía interesar perder el control de sus servicios informativos? ¿A quién le podía interesar todo esto a pesar de que fuera en claro beneficio para la ciudadanía, para el país y para el propio futuro de la empresa pública? Como en otros muchos campos, se han verbalizado muchas buenas intenciones, pero finalmente nadie se atrevió de forma decidida a asumir ese compromiso y poner el cascabel al gato. Pero, afortunadamente, llego el acuerdo parlamentario del pasado verano.

Desde hacía años, la propuesta estaba encima de la mesa de los partidos políticos, pero hay que recordar que surgió entre los trabajadores de la casa que estaban luchando por una necesaria recuperación de la ilusión por mejorar la empresa. A ella, se sumaron otras voces primero del entorno académico y, poco a poco, empezó a tener acogida en algunos partidos políticos y sindicatos (por este orden). Sea como fuere, todo este esfuerzo se vio materializado al aprobarse prácticamente por unanimidad una ley que, por primera vez en nuestra historia, expresaba la voluntad de establecer un concurso abierto para la elección de la presidencia de RTVE. Una resolución en línea con la creciente demanda social que exige al actual Parlamento, plural y diverso, nuevos consensos y una nueva actitud ante los grandes temas de Estado.

Es, en este contexto, donde nace esta candidatura. Meses atrás, un grupo de trabajadores se pusieron en contacto con nosotros. No preguntamos a quiénes representaban. Solo vimos ilusión y ganar de trabajar. Suficiente para nosotros. Nos expresaron su deseo de encontrar candidatos capaces de liderar un nuevo proyecto para la empresa pública. Querían que esta vez fuera distinto y que desde ya se hicieran las cosas con otra filosofía. No había tiempo para seguir prolongando la difícil situación de la empresa. Llegamos pronto a una convicción: ahora o nunca. RTVE tiene que afrontar grandes desafíos que exigen un nuevo liderazgo para transformar los retos en oportunidades. Desafío tecnológico, cambios sociales, difusión científica, la cultura como elemento vertebrador de una sociedad, la necesidad de impulsar la industria audiovisual en el mercado global, atender a minorías, reforzar la igualdad, etc. Nueva identidad y nueva legitimidad para la televisión pública. Y empezamos a modelar una propuesta disruptiva y ambiciosa. Empezamos a soñar. A pensar que quizá fuera posible.

Foto: José Antonio Sánchez, presidente de RTVE, el pasado 26 de octubre en el Congreso, en la comisión mixta de Control de la Corporación. (EFE)

Había que salir del círculo de la prudencia, a la espera que otros dieran los pasos y los partidos políticos manifestaran sus preferencias. Los trabajadores debían ser protagonistas de ese cambio y no meros espectadores. No les servía el juego de que unas élites les dieran la sorpresa de un nombre equidistante a modo de mirlo blanco, elegido en un despacho ajeno a los retos de la empresa, al de los trabajadores y al del conjunto de la sociedad.

Y eso suponía dar un paso adelante, no solo exigiendo que se lleve a buen término la elección de presidente por concurso de méritos, sino proponiendo nombres concretos con perfiles imperfectos pero con capacidad para entender y afrontar los retos que tiene por delante una de las mayores empresas de producción y emisión televisivas de Europa. Una empresa muy debilitada por los efectos de la crisis económica.

Pensaron en nosotros y nos sentimos muy orgullosos. Y nos colocaron en el abismo. Nos comprometieron, quizá con poco de rubor por nuestra parte. Nos vimos ante la posibilidad de trabajar por un medio público al que siempre hemos defendido en nuestras publicaciones y clases. Con muchos errores, por supuesto. Avatares de la vida, nos alineamos unos con otros. Muy diversos, muchos enfoques, muchas ganas, muchas ideas.

Nos vimos ante la posibilidad de trabajar por un medio público al que siempre hemos defendido en nuestras publicaciones y clases

Como ellos y otros muchos ciudadanos, creemos en la necesidad urgente de afrontar un verdadero giro para esta empresa de comunicación. Estamos ante un momento crucial para la industria audiovisual en todo el mundo y, en particular, para el modelo europeo televisivo público de gran reputación. La televisión pública se encuentra en estos momentos a la deriva, con audiencias cada vez más envejecidas y con una pérdida de influencia y prestigio social, acrecentada por un proceso ya imparable de migración hacia la televisión no lineal y las nuevas formas de consumo audiovisual. Nuevas audiencias que migran y picotean en muchas plataformas con diferentes dispositivos. Estos ya no quieren ver lo que echan, sino lo que quieren. Se acabó la dictadura de los programadores.

En este contexto y en coherencia con nuestro sentir, se deriva la obligación, desde un punto de vista social e institucional, de potenciar más que nunca el papel de la televisión pública, con el objetivo de mitigar las brechas digitales que trae la era de internet; fortalecer la vertebración y cohesión social; extender la reputación de nuestro país, y estrechar lazos a nivel internacional, en especial con aquellas naciones con las que mantenemos lazos históricos y de hermandad. Siempre buscando el potencial de nuestra riqueza cultural, labrada durante tantos siglos. Ya tenemos un programa en fase beta, que pronto cristalizará en una propuesta ambiciosa al Parlamento.

A partir de una apuesta decidida e innovadora por la difusión cultural, el reforzamiento de la educación y el entretenimiento de calidad; valores intrínsecos de un medio público de comunicación. Un nuevo modelo que debe sustentarse en los trabajadores de la casa, en su talento, profesionalidad y esfuerzo. Los mejores líderes son los que, ante la misma preparación y cualificación, salen de las propias corporaciones. En muchos países, esa corresponsabilidad en la gestión ha sido clave para mantener la independencia respecto de los intereses partidistas. Sería la primera vez que se propone en España una gestión por objetivos, apoyada en el talento interno al margen del poder político.

Foto: José Antonio Sánchez, presidente de RTVE, en el Senado. EFE

Todo pasa por que las fuerzas políticas mayoritarias respeten y resuelvan cuanto antes su propio acuerdo. La elección por concurso supone un primer y obligatorio paso para poder acometer la imprescindible reorientación de RTVE y trazar un nuevo proyecto de futuro que resitúe a la empresa en el destacado papel social e institucional que le corresponde. No está en nuestro ánimo otorgarnos ninguna representatividad ni ningún atributo exclusivo. Únicamente nacemos con el propósito decidido de apoyar y contribuir a un nuevo futuro para la empresa que pasa por la elección de su presidente de una forma transparente, basada en el debate público y en el compromiso ante los ciudadanos.

Nos mostramos plenamente convencidos de que los criterios mínimos que deben guiar su evaluación tienen que ser el prestigio profesional e intelectual de los candidatos; su trayectoria en defensa de una televisión pública fuerte, al servicio del país y la ciudadanía; sin ningún tipo de hipotecas políticas o empresariales, y con sobrada solvencia para dirigir una empresa capaz de competir internacionalmente en un 'ecosistema audiovisual' global y desafiante, donde aparecen gigantes multinacionales con un oferta interesante por internet que refuerzan la cultura global y limitan el potencial nacional de nuestro país.

Creemos que una candidatura de este tipo es muy beneficiosa por muchas razones. Estamos convencidos de que puede ser un factor clave en defensa de otro camino, de otra forma de hacer las cosas y de un proyecto ilusionante para esta empresa que cada día se hace más imprescindible en nuestra democracia y nuestra convivencia. No se puede dejar pasar esta histórica oportunidad para RTVE. Ahora o nunca.

José María Álvarez Monzoncillo y Francisco García García son catedráticos de Comunicación Audiovisual en la Universidad Rey Carlos y en la Universidad Complutense, respectivamente.

El anuncio de un grupo de trabajadores de RTVE proponiendo a dos académicos para la candidatura a la presidencia de la corporación ha supuesto un giro inesperado en un relato que se daba prácticamente por pactado.

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