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Albert Rivera va a proponer medidas racistas en 3, 2, 1
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Pablo Echenique

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Albert Rivera va a proponer medidas racistas en 3, 2, 1

¿Que cómo lo sé? ¿Acaso dispongo de una bola de cristal? Lo sé por acumulación y decantación de hemeroteca, discurso y comportamiento de los naranjas

Foto: El presidente de Ciudadanos Albert Rivera en un acto electoral. (EFE)
El presidente de Ciudadanos Albert Rivera en un acto electoral. (EFE)

Decía Niels Bohr, uno de los padres de la Mecánica Cuántica, que es muy difícil hacer predicciones; especialmente predicciones sobre el futuro. Yo, como físico temporalmente dedicado a la política, siempre me he tomado muy en serio el sarcástico comentario del Profesor Bohr y, de hecho, creo que es incluso más cierto si hablamos de política que si hablamos de física.

Pero hoy me voy a mojar. Hoy me voy a arriesgar a hacer una predicción. Aquí va: Albert Rivera está a puntito de hacer propuestas racistas.

¿Que cómo lo sé? ¿Acaso dispongo de una bola de cristal? ¿Quizás he diseñado una máquina del tiempo y he regresado del futuro? ¿Tal vez soy, al tiempo que Secretario de Organización y Programa de PODEMOS, asesor secreto de la esperanza blanca del Ibex 35, del yerno perfecto que siempre quiso tener (en La Moncloa) el Presidente del Banco Sabadell?

Nada de eso. La respuesta es mucho más sencilla: Lo sé por acumulación y decantación de hemeroteca, discurso y comportamiento de los naranjas.

En primer lugar, dime con quién andas y te diré quién eres. Desde 2009, cuando Ciudadanos se presentó a las elecciones europeas en coalición con grupos de extrema derecha, hasta hace cuatro días, cuando hemos podido verlos muy cómodos en manifestaciones tabarnesas en las que caminaban, también muy cómodos, Vox o la Falange, Albert Rivera siempre ha tenido amigos que se parecen más a Le Pen que a Macron.

"Los de Rivera no solamente evitaron condenar el franquismo o pedir la retirada de la ley del aborto, además defendieron quitar la sanidad universal"


En segundo lugar, para conocer mejor a Ciudadanos, hay que recordar a Ciutadans. Aunque la “operación Rivera” que se lanzó allá por la segunda mitad de 2014 para frenar a PODEMOS intentó presentar a los naranjas como una cosa “nueva”, lo cierto es que de nuevos no tienen nada. Desde el año 2006, Ciutadans cuenta con representación en el Parlament de Catalunya y allí los conocen muy bien. Desde esos escaños, los de Rivera no solamente evitaron condenar el franquismo o pedir la retirada de la infame ley del aborto de Gallardón, además defendieron quitar la sanidad universal a los inmigrantes e intentaron liderar (sin mucho éxito) una cruzada contra el burka y el niqab. Desde cachorros, ya enseñaban la patita.

Por último, hay que saberse el manual del lepenismo para saber por dónde viene la ofensiva reaccionaria. En la primera página lo pone muy claro:

"Es fundamental que el candidato recuerde la contradicción fundamental que tiene un partido como el nuestro: Nosotros estamos aquí para servir a una minoría de poderosos y multimillonarios, pero necesitamos que nos vote la mayoría de la población (que no es ni poderosa ni multimillonaria) para poder acceder al poder político. Por ello, no solamente tenemos la obligación de mentir permanentemente para ocultar nuestro programa real. Además, debemos recurrir a una medicina mucho más potente: La construcción, mediante el odio, de un enemigo falso. Dado que trabajamos para los ricos y poderosos y dado que son precisamente ellos los responsables de las desigualdades sociales y de la pobreza y la exclusión, es vital que desviemos la atención del pueblo para que no se centre en los verdaderos causantes de sus problemas.

Gracias a la potencia de sentimientos como el miedo o el odio y a la generosa difusión de los mismos por parte de los medios de comunicación afines, debemos garantizar a la opinión pública un suministro constante de enemigos alternativos. En este sentido, es recomendable y nos viene muy bien agrandar todo lo posible enemigos reales, como los asesinos en serie o los terroristas. Todo el tiempo que se hable en televisión de ellos es tiempo que no se habla del programa de extracción de riqueza y sometimiento de las mayorías sociales que nuestros jefes están implementando. Pero mucho mejor que agrandar todo lo posible enemigos reales es inventar enemigos falsos que, además y esto es clave, pertenezcan a la propia mayoría social que queremos dominar.

Porque, si podemos convencer a mucha gente de que su precariedad vital está causada por otros trabajadores que disfrutan de condiciones económicas un poco mejores, por una juventud que (tenemos que repetir incansablemente) se dedica al sexo y a las drogas o por su vecino senegalés que ha venido a robarle su trabajo, mataremos así dos pájaros de un tiro y el golpe tendrá el doble de fuerza: no solo conseguiremos desviar la atención de los verdaderos culpables, sino también partir y dividir a los de abajo. Es un hecho que las necesidades del 99% de la población tienen mucho en común y que su satisfacción generaría un círculo virtuoso en el que todo el mundo dentro de ese 99% mejoraría sus condiciones vitales a costa de reducir los privilegios del 1% de poderosos que financian nuestro partido, que nos ayudan en los medios de comunicación afines y que nos garantizan una jubilación dorada cuando finalice nuestro servicio en los ministerios y en los parlamentos.

Por ello, es tan evidente que nuestra derrota vendrá cuando el 99% tome conciencia de este estado de las cosas como evidente es que tenemos que evitarlo por todos los medios. Posiblemente el medio más eficaz de todos y el que cualquier servidor de la revolución reaccionaria tiene que grabarse a fuego sea el que resulta de este breve análisis y el que da título a este manual: Poner a los penúltimos de la sociedad a pelear contra los últimos".

Del reconocimiento de sus compañeros de viaje, de su abultada hemeroteca, de la lectura de la primera página del manual del lepenismo, pero también de su comportamiento (y el de su prensa afín) respecto de lo ocurrido en Lavapiés, es de donde extraigo mi predicción.

Predigo que Albert Rivera, electoralmente tentado por el crecimiento de los planteamientos xenófobos tanto en Estados Unidos como en muchos países de la Unión Europea, se descolgará más pronto que tarde con alguna medida de contenido racista.

Y predigo que, obviamente, lo negará.

placeholder Una pintada en el madrileño barrio de Lavapiés, en memoria del 'mantero' senegalés que murió tras sufrir una parada cardiorrespiratoria. (EFE)
Una pintada en el madrileño barrio de Lavapiés, en memoria del 'mantero' senegalés que murió tras sufrir una parada cardiorrespiratoria. (EFE)

Cuando el Partido Popular somete a los inmigrantes a un examen ridículo para otorgarles la ciudadanía (un examen que la inmensa mayoría de los españoles suspenderíamos sin estudiar pero que, estudiando un ratito, es mucho más fácil que el teórico del carnet de conducir), obviamente no reconocen que es un gesto racista de cara a su extrema derecha. Dicen que “es para mejorar la integración cultural de las personas que acogemos en nuestro país”. Ya.

Cuando el Partido Popular comete la infamia de retirar la sanidad universal a personas que viven, estudian y trabajan en España en 2012 (o cuando Ciutadans lo defendió en el Parlament de Catalunya), obviamente no dicen que están buscando el voto racista a costa de empeorar el tratamiento médico de personas inocentes. Dicen que “la responsabilidad fiscal nos obliga a racionalizar el gasto de nuestro sistema sanitario” (por cierto, la Unión Europea dice que nos cuesta más dinero ser racistas que ser decentes).

Si mi predicción se cumple y Albert Rivera hace lo que yo creo que va a hacer, el formato será el mismo: racismo envuelto en marketing.

Si mi predicción se cumple, esto repetirá además el esquema que ya hemos visto varias veces en los últimos meses: pimpinelismo dialéctico entre PP y Ciudadanos para ver quién es más bestia, derechización del debate público en nuestro país y empeoramiento del tejido social mediante la potenciación de los sentimientos más perjudiciales para la convivencia.

"Somos el pueblo del matrimonio gay, de la sanidad universal (hasta que los corruptos del PP la abolieron), del 8M, de los pensionistas en la calle"


Si mi predicción se cumple y Albert Rivera decide ir a buscar el voto racista (como ya intentó buscar el voto machista hasta que el 8-M le pasó por encima), estaremos de nuevo ante una decisión profundamente antipatriota: la de hacer a tu país peor por puro cálculo electoral.

Si mi predicción se cumple, nos tendrán por supuesto en frente a todos los que defendemos una patria que cuide.

A todos los que sabemos que esto no es una batalla entre hombres y mujeres, entre autónomos y funcionarios, entre jóvenes y pensionistas o entre españoles y extranjeros, sino entre los de arriba y los de abajo.

A todos los que sentimos asco cuando vemos a personas con proyección pública intentando montar una guerra entre los manteros y el pequeño comercio para que así nos olvidemos de los grandes ladrones, que son los que los machacan a los dos.

Les recordaremos a los representantes parlamentarios de los ricos que la gente trabajadora somos el 99% y que España es un país decente. Que somos el pueblo del matrimonio gay, de la sanidad universal (hasta que los corruptos del PP la abolieron), del 8-M, de los pensionistas en las calles, del ‘Nunca mais’, del ‘No a la guerra’ y de las marchas de la dignidad. El pueblo de ese 15-M que cantó “el enemigo no viene en patera, el enemigo viene en yate”.

Si mi predicción se cumple y los abogados del 1% tiran del manual de Trump y Le Pen, aquí estaremos esperándolos.

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[1] J. M. Le Pen, “Mettre l'avant-dernier de la société à lutter contre le dernier”, Ed. Blague, París, 2003. Traducción de A. Espada para la colección “Pensamiento político moderno” de la Fundación FAES.

Decía Niels Bohr, uno de los padres de la Mecánica Cuántica, que es muy difícil hacer predicciones; especialmente predicciones sobre el futuro. Yo, como físico temporalmente dedicado a la política, siempre me he tomado muy en serio el sarcástico comentario del Profesor Bohr y, de hecho, creo que es incluso más cierto si hablamos de política que si hablamos de física.

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