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Ramón Jáuregui

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El mundo según Trump

Muchos de los problemas actuales ya existían antes de que llegara el presidente norteamericano, pero está alterando el orden geopolítico actual

Foto: Donald Trump. (Reuters)
Donald Trump. (Reuters)

No todo llegó con él. La crisis económica financiera de 2009-2016 ya había provocado profundas distorsiones en el mundo, que se habían sumado a las incertidumbres de un siglo XXI que nació con ellas. Especialmente Occidente asistía perplejo a una globalización, que parecía el comienzo de una etapa de esplendor y que sin embargo llevaba en su interior la espoleta de la crisis por su propia desregulación. Una globalización que produjo el desarrollo económico para decenas de países y millones de seres humanos en el mundo, generó también la devaluación sociolaboral de Occidente, el estancamiento de sus clases medias y el crecimiento de las desigualdades.

Una tormenta perfecta que acentuó los síntomas de una sociedad consumista 'satisfecha', individualista, muy proclive a los egoísmos del 'yo' ante el 'nosotros' y demasiado dispuesta a dejarse engañar por los alarmismos de la inmigración, por las mentiras del rechazo al diferente y por populismos y nacionalismos de toda especie, precursores de soluciones tan fáciles como falsas. El mundo ya era así antes de que él llegara.

Procapitalista y antidemocrático

Muchas de sus proclamas electorales no fueron tomadas en serio. La mayoría de sus bravuconadas parecían solo eso. Incluso cuando sorprendió al mundo entero con su victoria, la mayoría de los analistas interpretaron que no llevaría a cabo sus promesas, que la realidad sujetaría al lenguaraz de Twitter. Pero han pasado ya casi dos años y no podemos seguir engañándonos. Trump está alterando sistemática y contundentemente el marco de la geopolítica mundial, y está liderando un movimiento ideológico indefinible pero abiertamente procapitalista y antidemocrático. Basta un breve recordatorio de lo ya sabido:

  • Todas las medidas adoptadas por Obama para regular los capitales financieros y el sistema bancario, después de la caída de Lehman Brothers, han sido derogadas.
  • El acuerdo de repatriación de capitales de las grandes compañías tecnológicas a cambio de rebajas fiscales es premonitorio de su nula voluntad de cooperación en la lucha contra la evasión y los paraísos fiscales.
  • Las mejores intenciones (solo eso, intenciones) del G-20 después de la crisis han ido al cajón. El G-20, llamado a gobernar la economía global, junto a otras instituciones internacionales, está roto y sin perspectivas ante las sucesivas guerras abiertas por Trump. Las fotos del G-7 en Canadá son un reflejo de esas graves tensiones internas.

  • Las tensiones monetarias habituales entre las grandes monedas pueden convertirse en abierta guerra si Trump impone sus opiniones a la Reserva Federal, al considerar que sus rivales devalúan sutilmente sus monedas en perjuicio de la competitividad norteamericana.
  • Nunca en los últimos 50 años había estallado un conflicto comercial internacional tan grave y peligroso como el generado por el neoproteccionismo de Trump. La OMC está herida de muerte y la guerra de aranceles acaba de empezar y nadie sabe cómo acabará.
  • El abandono del Acuerdo de París es la más grave lesión producida al multilateralismo en uno de los pocos temas que había alcanzado consenso internacional. Casi 200 países firmaron un acuerdo histórico a finales de 2016 sobre una de las grandes causas del futuro de la humanidad. El abandono de EEUU es un ataque no solo a la lucha contra el cambio climático. Es, además, un disparo al corazón del multilateralismo como método de gobernanza del mundo.
  • Lo mismo ha sido la denuncia del acuerdo no nuclear de Irán. La escalada verbal de ambos países (EEUU e Irán) está presagiando un grave conflicto bélico en la zona más peligrosa del planeta. No hace falta recordar que los europeos somos vecinos. Por supuesto, la escalada de los precios del petróleo no será ajena a la inestabilidad de la zona.
  • En los 60 años largos de vida de la Unión Europea nunca hubo un presidente americano tan abiertamente hostil a Europa. Los temas en los que Trump se está mostrando como nuestro enemigo (son palabras suyas) son constantes. Cerró la puerta a las negociaciones de un acuerdo de libre comercio (TTIP); generó la guerra comercial con productos europeos diversos; amenazó con la OTAN y abroncó a Alemania y al resto por sus presupuestos de Defensa; animó al Reino Unido con el Brexit y a la Sra. May con un abandono brusco de la UE…

    Donald Trump y Vladimir Putin. (Reuters)

  • Y finalmente se entendió en Helsinki con Rusia, dando un golpe mortal al multilateralismo y volviendo a un reparto interesado de la geopolítica internacional con Putin, convirtiéndolo así en un poderoso agente del mundo. Conviene recordar que el PIB ruso es semejante al de Italia, pero Trump quiere repartirse el mundo con ellos, no se sabe por qué razones ni debido a qué favores prestados.

¿No les parece todo esto demasiado grave? Créanme si les digo que las cancillerías europeas están asustadas. Ya no son solo palabras, ni mensajes de Twitter. Ya no son solo amenazas y chulerías. Son todo eso y hechos. Son realidades que están cambiando nuestro mundo y haciéndolo mucho más inestable y peligroso. Un mundo muy feo el de Trump.

No todo llegó con él. La crisis económica financiera de 2009-2016 ya había provocado profundas distorsiones en el mundo, que se habían sumado a las incertidumbres de un siglo XXI que nació con ellas. Especialmente Occidente asistía perplejo a una globalización, que parecía el comienzo de una etapa de esplendor y que sin embargo llevaba en su interior la espoleta de la crisis por su propia desregulación. Una globalización que produjo el desarrollo económico para decenas de países y millones de seres humanos en el mundo, generó también la devaluación sociolaboral de Occidente, el estancamiento de sus clases medias y el crecimiento de las desigualdades.