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Carta abierta al Parlamento de una profesora española
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Carta abierta al Parlamento de una profesora española

Solicito a nuestras instituciones y representantes políticos y sociales que asuman compromisos y pactos efectivos, que establezcan metas y prioridades y que colaboren para alcanzarlas

Foto: Inicio del curso escolar 2018-2019. (EFE)
Inicio del curso escolar 2018-2019. (EFE)

Soy Camino Pereiro, maestra por convicción y vocación de una escuela rural de Galicia. Día a día, como docente y directora del colegio Virxe da Cela de Monfero (A Coruña), vivo con preocupación la situación educativa actual y sobre todo las pocas perspectivas de desarrollo en las que se asienta el futuro del mundo rural.

Lo siento así, porque la escuela y los docentes somos conscientes de las problemáticas sociales. Participamos de las mismas y, al mismo tiempo, actuamos ante ellas. En nuestro caso, aspectos como la pérdida de población, la escasa natalidad, la falta de recursos y dinámicas sociales, culturales y relacionales, las limitadas perspectivas laborales y formativas o una brecha digital cada vez más palpable suponen que año tras año menos familias formen parte de nuestra comunidad, y que las escuelas y los servicios sociales básicos desaparezcan.

Trabajamos para que nuestras niñas y niños, las personas que construirán el futuro, puedan tener un desarrollo integral y armónico en todos sus ámbitos

¿Qué hacer? Desde nuestra escuela trabajamos día a día para que nuestras niñas y niños, las personas que construirán el futuro, puedan tener un desarrollo integral y armónico en todos sus ámbitos: emocional, afectivo, físico, social, cognitivo... Como agentes sociales, también creemos y luchamos por una escuela universal justa que se adapte y camine a la par de la sociedad; que sea capaz de dar respuesta a interrogantes y problemáticas para una verdadera transformación global. Entramos cada día en las aulas con ilusión, con compromiso y con responsabilidad, siendo conscientes de que debemos buscar y aprovechar los recursos que la sociedad nos brinda para garantizar el derecho universal a una educación gratuita, de calidad, sin diferencias, y adaptada a las necesidades personales y sociales de todos y todas.

Pero, ¿saben algo? No quiero caminar sola ante estos retos. La educación requiere un esfuerzo efectivo y afectivo de instituciones y ciudadanía. Mi ilusión es que, entre todos, podamos ofrecer a nuestros niños y niñas una educación de calidad, equitativa, inclusiva y compensadora de las desigualdades, que se adapte a las necesidades colectivas y sociales. Pero la responsabilidad es compartida. Y esta utopía, choca directamente con la realidad.

En la actualidad, aunque se garantiza el acceso a la educación básica gratuita como un derecho fundamental, no es tan evidente que esta sea equitativa y de calidad si no se disponen de recursos personales y económicos adicionales. Las becas y ayudas reducidas no compensan los costes educativos indirectos. Hablamos de becas de comedor, material escolar, refuerzo educativo, transporte y actividades extraescolares que son fundamentales para garantizar la inclusión, equidad educativa y el ejercicio, acceso y continuidad de dicho derecho. Becas que, muchas veces, asumen organizaciones que trabajan por los derechos de la infancia como Ayuda en Acción con el programa 'Aquí también', en el que participa la escuela que dirijo.

Si a esto le unimos que estamos ante un Estado diverso, por sus características socioeconómicas, demográficas o institucionales, estas disparidades y desigualdades se hacen aún más evidentes. Nos encontramos con múltiples y diferentes criterios en los modelos de protección social y con deficiencias en la coordinación entre instituciones educativas y sociales. Pongamos el ejemplo de muchas escuelas rurales que se encuentran en vías de extinción (más de medio centenar en Galicia). En ellas prevalecen los criterios económicos, dejando de lado el derecho a una igualdad de oportunidades efectiva.

O el caso de la difusión y diferencias de criterios ante el acceso a recursos y becas sociales que, unido a las dificultades de muchas familias para poder enfrentarse a trámites burocráticos excesivamente complejos y lentos, supone que en demasiadas ocasiones se conviertan en elementos efímeros de la compensación de las desigualdades. ¿Y esto es coherente en un estado en el que uno de cada tres niños y niñas en España vive por debajo del umbral de la pobreza?

Mi ilusión es que podamos ofrecer a nuestros niños y niñas una educación de calidad, equitativa, inclusiva y compensadora de las desigualdade

De igual forma, podemos adentrarnos en el modelo educativo actual. Términos como excelencia se ensalzan como prioritarios. Pero, ¿dónde se asienta su definición? Y no digamos los cánones en los que se asienta el progreso educativo. Pruebas y reválidas estandarizadas que no tienen en cuenta el punto de partida y las posibilidades de cada cual, que limitan las ilusiones y las perspectivas de futuro.

En definitiva, ¿qué realidad y qué futuro queremos? Como sociedad, definamos, demos valor y colaboremos para garantizar una verdadera educación de calidad, equitativa y garante de la igualdad. Eso sí, teniendo en cuenta que estamos ante un derecho universal y sabiendo que tenemos un compromiso con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) a nivel internacional.

Dentro de esta responsabilidad social, solicito a nuestras instituciones y representantes políticos y sociales que asuman compromisos y pactos efectivos, que establezcan metas y prioridades y que colaboren para alcanzarlas. En definitiva, que sean baluartes de las bases de nuestro futuro. La exclusión y la precariedad no son los valores de vida para nuestras niñas y niños.

*Camino Pereiro es docente y directora del colegio Virxe da Cela en Monfero (A Coruña) y finalista al premio educa ABANCA al mejor docente de España en 2017.

Soy Camino Pereiro, maestra por convicción y vocación de una escuela rural de Galicia. Día a día, como docente y directora del colegio Virxe da Cela de Monfero (A Coruña), vivo con preocupación la situación educativa actual y sobre todo las pocas perspectivas de desarrollo en las que se asienta el futuro del mundo rural.

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